hijo de Petro

Un nuevo escándalo compromete al presidente de Colombia, Gustavo Petro. Nada menos que su hijo, de nombre Nicolás, amplio colaborador como político que es en su campaña para llegar a la presidencia, lo señala por haber recibido dinero muy mal habido para financiar su llegada al Palacio de Nariño.

Antes, el demente, dipsómano y más, ese que trajo como embajador a Venezuela lo había puesto en una situación bastante escabrosa al llegar a amenazarlo, incluso, con decir todo lo que sabía si seguían acosándolo por sus múltiples inhabilitaciones, vuelos secretos a Estados Unidos y un tema de dinero extraviado con y por una niñera. Todo filtrado en llamadas, en conversaciones telefónicas escritas, que seguimos como parte de una rápida telenovela que se acalló con prontitud, luego de ser destituido y arrumado por ahí el exembajador. Quedó como pendiente la muerte de un militar que dijo que él sí iba a hablar con la verdad y calló para siempre, asesinado.

La verdad, de todos modos, parece saltar a la vista. El hijo del presidente Petro dice tener las pruebas, la demostración fehaciente de que el narcotráfico hizo su aporte para que el exguerrillero se hiciera de la Presidencia de Colombia. La Fiscalía aquella, cuyo fiscal general fue perseguido de manera inclemente hasta verse en la necesidad de sacar a su familia del país, ha insistido en llegar hasta el final con el caso. La turbiedad del asunto incluye el rechazo del Nicolasito de allá de la defensa y su plan realizados por el abogado que Gustavo le envió, tal vez para aplacar su ira lengüetera. A lo cual se suma el hermano de Petro, también involucrado desde el principio, incriminándose. En fin, papá Petro se ve comprometido por su hijo vengativo en busca de un parricidio digno de la tragedia griega. Esta va en rumbo a ser una tragedia colombiana. Esperamos el desenlace.

El narcotráfico y la guerrilla se pasean a sus anchas entre Venezuela y Colombia, con protección del más alto nivel. Ahora Iván Márquez da nueva fe de vida, todo un gato. Esto no es un secreto para nadie. Petro parece encarnar no solo al exguerrillero que es. No es solo ese su papel en la obra. El tema, al ponerlo en el tapete mundial, tiene preso aún en Venezuela al director de Fundaredes, al profesor universitario Javier Tarazona, quien señaló en su momento los lugares por donde andaba la guerrilla colombiana en Venezuela y a quien le tienen su cuenta por decir la verdad, al punto de cambiarle hasta los jueces para prolongar su cruel estancia en las mazmorras del internacional socialismo del siglo XXI.

Con el fin último de eliminar las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa en Venezuela, el entonces agigantado Petro, limpio ya en aquel momento de los pútridos señalamientos, crecido como si fuera un digno dirigente continental, convocó y efectuó una cumbre en Bogotá. Hoy, arrastrado por las declaraciones de su hijo, está perturbada incluso su estabilidad como jefe de gobierno nuevamente. Con justa razón.

En un país donde el narcotráfico y la guerrilla poseen una penetración tal que Petro fue capaz de llegar a la Presidencia, con el apoyo no solo simbólico de su vecino, tocayo del hijo, tal vez el presidente logre saltarse de nuevo a la justicia. Pero la mancha quedará imperturbable si se salva también de esta, de tal modo que será imposible que alce nuevo vuelo continental. Los contendientes aspirantes a gobernar Colombia después de este nefasto capítulo tienen la palabra política, los jueces la palabra legal. El compromiso de Petro debe ser en este momento el peor de su vida. Los churupos de la guerrilla tenían intereses. Por lo visto muy altos. La manera de defenderse Colombia de esa penetración también dará de qué hablar y marcará su sendero para los años venideros. Esperamos lo mejor, también por el bien de nuestro país. El continente da de nuevo muestras de cuánto ha sido lastimado por estos criminales y sanguinarios que lo tienen tomado.


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