Se dijo por algún lado que los últimos 75 años han sido los mejores para la humanidad. Estoy de acuerdo. Seguramente fue dicho antes de la pandemia y sin prever la guerra “que viene”.
No me puedo quejar: he vivido esos 75 y algunos más. Puedo decir que he visto todo lo que valía la pena (hasta a Uruguay campeón del mundo) y de ñapa la peste y la guerra, que me faltaban; solo agarré los coletazos de la segunda.
La peste va en retroceso y la guerra en avance. Esperemos.
Mientras tanto las tropas rusas del prepotente Vladimir Putin atropellan a Ucrania, sin que nadie haga mucho; más bien poco.
Erizan las palabras del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski: “Nos han dejado solos para defender nuestro Estado, no veo a nadie”.
El dictador ruso violó acuerdos y no atendió “llamados por la paz”, ni los argumentos de mediadores, entre estos alemanes y franceses que se supone que eran parte de un bando. Se ve de todo.
Se ha violado flagrantemente la Carta de las Naciones Unidas.
¿Y? ¿Qué rol ha cumplido?. Por lo que se ha visto, ninguno. Hace una semana su secretario general, un portugués llamado António Guterres, dijo que una guerra sería “desastrosa”. Qué novedoso, ¿no? También pasa con los terremotos, ciclones, erupciones y otras calamidades. La diferencia es que en “las guerras” la ONU tendría que ver. Salvo que solo se ocupe de condenar a Israel, evitar, por imposición de rusos chinos y cubanos que se sancionen violaciones de los derechos humanos, desde Videla a Ortega y Maduro, y alentar y financiar a grupos, colectivos y ONG fundamentalistas y responsables de estallidos sociales por variados temas.
Se cuenta que una maestra preguntó a sus alumnos sobre la función que cumplía la ONU, a lo que uno de ellos le dio la siguiente respuesta:
«Las Naciones Unidas se ocupan de preservar la paz y solucionar los conflictos. Por ejemplo -continuó el avispado alumno- si dos países pequeños entran en conflicto, interviene la ONU y desaparece el conflicto; en cambio, cuando el conflicto es entre una potencia mayor y un país pequeño, interviene la ONU y desaparece el chico; ahora, si el conflicto es entre dos potencias, entonces interviene la ONU y desaparece la ONU».
Mi inclino a creer que se puede dar una de las dos últimas. Creo más en la segunda que en la tercera. Las dos son penosas. La organización no debe desaparecer, pero si ocurriera, sin duda sería un gran ahorro para los presupuestos de todos los países del orbe y se le acabaría la changa a decenas de miles de zánganos, ñoquis y parásitos de todo tipo.
Rusia bombardea Ucrania y Occidente le aplica un embargo financiero y más o menos comercial. No sirve de nada: mira Cuba, Nicaragua, Venezuela, embargadas y bloqueadas y tan campantes.
“¿Quien está dispuesto a combatir con nosotros”, preguntó Zelenski. “ Todo el mundo tiene miedo” fue su terrible conclusión
Y no es un tema sobre quién tiene armas más poderosas. Es un problema de liderazgos.
Putin no es que sea un líder, pero sí es el dictador de una potencia mundial; es astuto, es zorro y se ha dado cuenta de que puede dar zarpazos sin problemas y usurpar algunos pedazos de tierra vecina, porque en occidente no hay líderes . No hay nadie con estatura y autoridad política para frenarlo; incluso no hay ni un “loco” que meta algún miedo: son todos tibios. Los europeos, de historias cada vez más tristes, son casi fríos y mas cuando hay que echar para adelante .
Y a Joe Biden le queda grande.