No es infrecuente que distintos periodistas me planteen la pregunta sobre si tiene sentido emplear el término «ideología de género». Las preguntas, aunque proceden de distintas personas, son idénticas, lo cual me pareció sospechoso. Al fin y al cabo, quienes me planteaban estas preguntas no mostraban ningún interés en explicar o analizar la ideología que ha calado en nuestra cultura más rápido que un virus a través de una mascarilla quirúrgica mal puesta. Querían saber, más bien, de dónde procedía ese desagradable término usado como insulto por la derecha, la «ideología de género».
En realidad, estas preguntas son parte de una campaña mediática más amplia para desacreditar este término y otros relacionados con él. Por ejemplo, la nueva guía de estilo de Associated Press aconseja: «No utilice el término transgenerismo, puesto que presenta la identidad transgénero como una ideología».
En Wikipedia también ponen de su parte. Algo llamado el «movimiento antigénero», explica en su web, «es un movimiento internacional que se opone a lo que denomina «ideología de género», «teoría de género» o «genderismo». Estos conceptos abarcan una amplia variedad de temas y no tienen una definición coherente».
La gigantesca enciclopedia online cita incluso a algunos académicos europeos que afirman que el término es un «significante vacío». Entre los que utilizan esta palabra supuestamente sin contenido «se incluyen gente de derechas y de extrema derecha, populistas de derechas, conservadores y fundamentalistas cristianos».
La acusación aquí no es tanto que el término «ideología de género» sea injusto o inexacto, como sugiere Associated Press, sino que no se refiere a nada bien delimitado.
Sin embargo, es evidente que tal ideología existe y puede ser definida. Si miles de personas utilizan un término para referirse al mismo conjunto de hechos relacionados, entonces significa algo para ellos y tiene un referente. Esto es cierto independientemente de dónde se originó el término, incluso si es difícil para una persona elegida al azar en Twitter formular una definición ajustada.
Cualquiera que siga la política de los últimos años ya tiene una idea de lo que significa «ideología de género» y a qué se refiere. Nos ha proporcionado el «Unicornio de Género». Inspira cada nueva letra y símbolo que se añade al LBG en el alfabeto del Mes del Orgullo. Coacciona a las instituciones para que permitan a los varones que se «identifican como» mujeres competir en deportes femeninos y utilizar sus baños. Hipnotiza a los medios de comunicación para que finjan que el hombre que ganó el decatlón en los Juegos Olímpicos de 1976 es una mujer.
La ideología de género es el origen de la creencia de que los niños pueden nacer en un cuerpo equivocado. Lleva a los californianos a pensar que si una niña siente angustia por su cuerpo los médicos no deben ayudarla a adaptarse a él, sino que deben cambiar su cuerpo y su entorno –nombre, baño, pronombres– para ajustarse a su «identidad de género». Alimenta la difusión de conceptos como «identidad de género» –incluidas las muchas y nuevas supuestas identidades como no binario y pansexual– y la reveladora frase «sexo asignado al nacer». Inspira turbias y opacas proclamas como la de que «las mujeres trans son mujeres».
Lleva al Departamento de Estado de Joe Biden a enarbolar la bandera trans durante el Mes del Orgullo. Llevó a la juez Ketanji Brown Jackson a responder «No puedo…. No soy bióloga» cuando le preguntaron que definiera qué es una mujer durante su audiencia de confirmación en el Senado para un puesto en el Tribunal Supremo de Estados Unidos.
La ubicuidad de la ideología de género es la razón por la que tiene gracia el titular de la web satírica Babylon Bee: «Cirujano intolerante con el género sigue ofreciendo solamente la posibilidad de «masculino» o «femenino»». ¿Lo pillas? Claro que lo entiendes. Sabes tácitamente a qué se refiere la ideología de género. Es ridículo pretender que estas ideas no tienen un origen ideológico identificable.
Definición de una opinión
Y sin embargo, definir una ideología es mucho más difícil que señalar sus efectos. Por eso los críticos de la ideología de género suelen quedarse cortos cuando se les pide que lo hagan. Suelen decir, por ejemplo, que esta ideología sostiene que las personas pueden cambiar o elegir su sexo o género a voluntad. Pero eso no es lo que afirman sus partidarios.
Toda buena definición de un término debe explicitar lo que quienes lo emplean están entendiendo ya tácitamente y a lo que se refieren. También debería revelar qué es la cosa en sí. En nuestro caso, debería mostrar la opinión de los defensores de la ideología de género, que preferirían que ésta siguiera haciendo de las suyas lejos de los focos en vez de que sea definida –y examinada– bajo la luz de la razón.
La ideología de género es aún más difícil de definir que la mayoría de los términos porque se refiere a una proteica invención posmoderna. Si se intenta recopilar todas las afirmaciones de sus partidarios a lo largo de los años en una sola proposición, como hizo Ryan Anderson en 2018, parece francamente incoherente.
Señalar sus efectos es un juego de niños, pero la cosa en sí está envuelta en oscuridad y equívocos. Sus defensores juegan constantemente a la falacia de la mota castral, redefiniendo palabras conocidas y creando nuevas variaciones de esas palabras que sólo tienen sentido dentro de su propio paradigma. Como resultado, uno no puede definir realmente la ideología de género sin invocar algunos de los términos que ésta ya ha introducido en nuestro lenguaje, términos que también piden a gritos una definición.
No obstante, esta tarea es posible siempre que nos centremos en su encarnación actual. Recientemente, el médico «crítico con el género» Jeremy Shaw preguntó en Twitter si alguien podía darle una definición. Le respondí sin pensármelo mucho, como se hace en Twitter. Decía así:
La ideología de género es la teoría de que el binario sexual no capta la complejidad de la especie humana, y que la manera correcta de describir a los individuos humanos es en términos de un «sentido interno de género» llamado «identidad de género» que puede ser incongruente con su «sexo asignado al nacer».
La ideología de género es sin duda más que esto. Pero como mínimo es esto.
Pensándolo bien, yo sustituiría el término «teoría» por el menos altisonante «punto de vista». Como todas las definiciones, ésta contiene términos que no están definidos en sí mismos. También contiene términos que son artefactos de la propia ideología, como «identidad de género» y «sexo asignado al nacer».
Según el diccionario de Google, «identidad de género» es «el sentido innato de género de una persona». El término, se nos dice, es «principalmente usado en contextos donde contradice el sexo registrado al nacer». Así pues, se supone que debemos entender cada uno de estos términos a la luz del otro.
Esta definición circular de la identidad de género es lo habitual. La palabra «género» aparece tanto en la definición como en el término que se define, tanto en el explanans como en el explanandum.
A pesar de esta deficiencia, podemos hacernos una mejor idea de la ideología de género centrándonos en su uso de «género» y «sexo». Para la mayoría de los no especialistas, «género» vendría a ser una especie de sinónimo de «sexo», como así ha sido durante siglos. El candidato a las presidenciales estadounidenses Vivek Ramaswamy, por ejemplo, tuiteó recientemente diez «verdades», entre las que se encontraba: «2. Hay dos géneros». Hubiera sido mejor que dijera: «Hay [sólo] dos sexos», que es claramente lo que quería decir.
¿Por qué importa esto? Porque los ideólogos de género tienden a utilizar «género» como una abreviatura de «identidad de género», como sucede en el eufemismo «tratamientos de afirmación de género» en medicina. Estos «tratamientos» están orientados a afirmar la supuesta identidad de género del paciente, incluso si eso significa destruir sus órganos sexuales primarios y secundarios. En este lenguaje, «Hay dos géneros» puede significar «Hay dos identidades de género», algo que dudo que nadie se moleste en defender. Los ideólogos de género, por su parte, no admiten ningún principio limitador del número de identidades de género. Y sus críticos deberían limitarse a decir: «Sólo hay dos sexos».
En lugar de negar rotundamente la realidad del sexo, los ideólogos de género emplean el ahora omnipresente sustituto, «sexo asignado [o registrado] al nacer». Así evitan utilizar la palabra «sexo» –la diferencia biológica real entre los seres humanos masculinos y femeninos– y sugieren, en su lugar, que es una mera construcción social. No es de extrañar que la gente normal esté confundida.
Por estrambótico que resulte esto para quienes aún se fían de sus sentidos, este lenguaje de género ya está tan extendido que si buscas en Google «¿Qué es el binario de sexo?» te redirigirá, o más bien te desviará, a páginas que intentan desacreditarlo. Está claro que Google está haciendo su parte del trabajo para promover la causa de la ideología de género, aunque, según encuestas recientes, cada vez hay menos gente que crea en ella.
¿Por qué los ideólogos de género juegan a estas piruetas verbales? ¿Por qué tratan de convencernos de que sus opiniones no pueden definirse? Seguramente porque quieren que sean consideradas como un simple resultado de la ciencia y la razón, en lugar de un dogma tan extravagante que casi nadie lo aceptaría si se explicara con precisión y sin la amenaza del oprobio social para sus críticos.
La pura verdad es que la ideología de género no se ajusta a la realidad del sexo (la estrategia reproductiva de los mamíferos, incluidos los seres humanos). En este sentido, el sexo no es una verdad objetiva sobre los hombres y las mujeres. No somos hombres o mujeres en virtud de nuestra estructura corporal o del hecho de que nuestros cuerpos estén orientados en torno a la producción de esperma u óvulos. Para la ideología de género, los seres humanos son, en esencia, «yos» psicológicos con sentidos internos de género, una especie de almas incorpóreas con género. Estas «identidades de género» son independientes de, y pueden ser incongruentes con, los cuerpos que Dios nos ha dado y a los que la medicina se refiere como «masculino» y «femenino». Estas categorías de «sexo» son meras convenciones, dice el ideólogo de género, no hechos.
Por motivos obvios, los defensores de la ideología de género rara vez hablan con tanta franqueza. Pero no se dejen engañar. Cuando se utilizan estos confusos términos para negar lo que sabes que es cierto, puedes estar seguro de que no estás ante la ciencia o ante una filosofía con fundamento, sino ante una mezcolanza incoherente de conceptos que podemos llamar con razón ideología de género.
Espero que esto les aclare las cosas a ciertos periodistas que parecen perplejos sobre el término.
Artículo originalmente publicado en The Heritage Foundation y reproducido en el diario El Debate de España