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Perkins y Leocenis

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Venezuela suma dos nombres más a su lista de presos políticos: Perkins Rocha y Leocenis García. Dos hombres, dos trayectorias completamente diferentes, unidos ahora por el mismo destino: la prisión por defender, cada uno a su manera, la posibilidad de una Venezuela democrática y libre.

Perkins Rocha, jurista, hombre que siempre ha creído en el peso de la ley, detenido sin fórmula de juicio por la dictadura. Un abogado que, junto a otros magistrados, supo dictar justicia cuando el aparato chavista intentaba aplastarnos bajo su maquinaria. Fue él, junto con Ruggiero y Apitz, quien hace veinte años desbarató las artimañas de personajes lamentables como Rómulo Henríquez y Rafael Mauricio Roitman, quienes, fieles al dogma de quienes harían cualquier cosa por dinero, orquestaban procesos ilegales contra quienes consideraban enemigos del régimen o de sus negocios. Y eso que apenas asomaba en esos días sus fauces el monstruo de la dictadura.

Rocha siempre creyó en la ley y en la justicia como pilares fundamentales de la sociedad. Hoy, su nombre resuena como uno más en la larga lista de quienes han caído en las garras del Sebin, bajo acusaciones infundadas de terrorismo y traición a la patria. La historia se repite con cada detención arbitraria: primero lo negaron, luego lo llevaron a un lugar desconocido y, finalmente, lo mantienen en un limbo jurídico del que pocos logran salir. Pero como bien lo dijo alguna vez: «La justicia es un proceso lento, pero inevitable». Y en esa esperanza se sostiene hoy su nombre.

Leocenis García, por otro lado, representa esa otra Venezuela que surge de las calles, de las luchas del día a día. Periodista, político, persona por demás polémica cuyas luces y sombras ha expuesto muchas veces, ha sido una voz disonante en un país que cada vez más parece hecho de ecos y murmullos. En 2012, sin tener cercanía política con Capriles, se sumó con fuerza y valentía a la campaña presidencial, levantando la bandera de la democracia en un mar de incertidumbre. Leocenis siempre ha sido la voz incómoda, la que se atreve a señalar con el dedo lo que muchos callan.

Hoy, tanto Leocenis como Perkins comparten la misma celda imaginaria, esa que el régimen construye para todo aquel que alza la voz en su contra. Dos hombres de mundos distintos, de luchas diferentes, pero unidos por la misma causa: la defensa irrestricta de una Venezuela libre y democrática.

El régimen de Maduro, con su obsesión por perpetuarse en el poder, parece no entender que cada detención arbitraria, cada acto de represión, es un ladrillo más en el muro de resistencia que el pueblo venezolano está construyendo. Perkins y Leocenis, desde sus propias trincheras, se han convertido en símbolos de esta lucha. Uno, desde la solidez de las leyes y la justicia; el otro, desde la fuerza de la palabra y la denuncia.

La historia de Venezuela está plagada de estos episodios oscuros. Recordemos a hombres como Luis Miquilena y Octavio Lepage, quienes en la época de Pérez Jiménez sufrieron larga cárcel por oponerse a la dictadura. Miquilena, con su estoicismo y temple, resistió años de prisión sin doblegarse, y Lepage, con su incansable espíritu, se mantuvo firme en la lucha por un país libre y democrático. Ambos, a quienes llegué a tener como amigos y me distinguieron con su afecto, son ejemplos de cómo la represión no puede apagar el deseo de libertad y justicia. Ellos fueron testigos de cómo el encarcelamiento se transforma en un símbolo de dignidad, de resistencia, y de cómo, a pesar de los barrotes, la verdad y la justicia siempre encuentran su camino.

Los intentos del régimen de silenciar las voces disidentes solo han logrado fortalecer el clamor por la libertad. Estos hombres, con sus diferencias, representan la esencia misma de una nación que se niega a rendirse. Ellos son la personificación de la lucha por la democracia, esa que se libra no solo en las calles, sino también en los tribunales, en las palabras y en la resistencia silenciosa de quienes son privados de su libertad.

El régimen ha detenido en los últimos 2 meses a más de 2.000 venezolanos por razones políticas. Entre ellos, escandalosamente, se encuentran alrededor de 100 niños, una cifra que habla de la crueldad y el desprecio hacia los derechos humanos que caracteriza a quienes hoy detentan el poder. Perkins Rocha y Leocenis García, estoy seguro, cambiarían su propia libertad por la de esos niños, por quienes el futuro de Venezuela no debería ser la oscuridad de una celda, sino la luz de una nación libre y justa.

La cárcel, para quienes creen en la libertad, no es un lugar de derrota. Es un espacio de resistencia, un recordatorio constante de que la lucha no ha terminado. Perkins Rocha y Leocenis García verán el fin de este régimen opresor.

Hoy decimos: «¡Perkins y Leocenis volverán!». Y con ellos, volverá la esperanza de un país que, aunque herido, no se rinde. Porque en cada preso político, en cada voz silenciada, está la semilla de una Venezuela que se niega a morir.


El autor es ingeniero electricista con estudios de postgrado en administración, negocios y difusión de políticas tecnológicas (IUPFAN, IESA, Tulane, ETH Zürich). Diputado electo a la Asamblea Nacional.

@madrugonazo

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