Querer no siempre es poder. ¿Qué será peor, que nos tomen por pendejos o que crean que lo somos? Fíjense en la expresión huraña, adusta, esquiva del gobernante cuando hablaba el fiscal invitado con la calma, sosiego y serenidad de quien controla; mirada directa, atenta, acostumbrado a las Cortes y exposiciones judiciales, dando tiempo suficiente a la intérprete para no dejar margen de duda e interpretación. El semblante pétreo del fiscal chavista entendiendo la gravedad de lo que sigue. Rostro sin enunciado ni articulación pero firme de la primera combatiente y nerviosismo inocultable de la vicepresidente, ¿quizás buscando a su hermano que no encontraba?
Algún día, años atrás, tan ingenuo como ignorante y entusiasta, tiempos aquellos de mucho dinero, amplia emoción, confiados en que era justiciero de pobres y desamparados, vengador anónimo, y ni seña del cáncer, nombró a Cubazuela, Venecuba, o como quiera llamar a ese engendro. Habló con frenesí de la alianza que tenía en mente, o que había sembrado en su imaginación cantarinamente llanera y toscamente militar de una gran alianza entre la Cuba miserable, hambrienta y tortuosa, con la infantil, ilusionada y millonaria Venezuela que había caído en manos perversas de un mediocre con uniforme de teniente coronel y que no podía usar por insurrecto, derrotado, preso y perdonado, pero que aprovechaba como presidente constitucionalmente electo por el fracaso partidista de siempre. Después su sucesor poscáncer se inventaría un chaquetón al estilo ruso para parecer como comandante en jefe, pero esa es otra historia.
Pasado el tiempo, la pregonada mentira sobre lo magnífico y avanzado de la medicina cubana no pudo, se rindió, con la degeneración citológica de su más querido discípulo, y lo envió a morir en el Hospital Militar. Aquel moribundo incurable, influenciado por intereses cubanos que preferían un apparatchik formado por ellos y sin ideas propias, en vez de algún cuatro-febrerista más cercano a sus camaradas uniformados que a los haberes de Cuba, pidió al país en caso de que faltara –lo cual, a juzgar por el tono cavernoso de aquella voz era de esperar– se eligiese presidente a quien ahora ejerce, burlando probidades y desplegando navidades ficticias sobre un país desvencijado que trata de salvar la cara, vergüenza y temor ante el fiscal de la Corte Penal Internacional que, como lo dio a entender el abogado, actuando como alguacil, va por justicia.
Con sectores de la MUD y su obsesiva, exagerada tendencia a servir ciega, de modo rastrero, vendida, hipotecada, infiltrada o al servicio del oficialismo, hemos llegado a noviembre de 2021, mes este que en Venezuela recuerda hechos importantes, como el derrocamiento del brillante escritor y terco político Rómulo Gallegos por comandantes de su época y el comienzo de una dictadura desarrollista, constructora, militar, represiva, y que nos presenta en este año de covid-19 una curiosa sucesión de fechas políticas.
Los cubanos saldrán a las calles de su hermosa isla arruinada por la tiranía castrista, domicilio del asesino serial Che Guevara, a pesar de las amenazas del régimen y un anodino Díaz-Canel que no sabe qué hacer, incapaz de alimentar, sanar a sus ciudadanos; justo el siguiente domingo será el fraude electoral que el castro-madurismo sacó de la manga en busca de legitimidad que no tiene; ahora con el peso que imprime la CPI.
Estremecimientos en el Caribe, solo faltaría algún huracán destructor o nueva tragedia haitiana. Porque con apenas una semana de diferencia dos naciones pueden demostrar que hay regímenes con pueblos hartos, tragedias socioeconómicas y hondos fracasos políticos. Un ejemplo, Nicaragua guarida de Ortega y sus bandidos.
Los arrestos de beneficiados por el régimen castrista venezolano en el exterior son inyecciones de vitaminas para el pánico que empieza a ponerlos nerviosos, no es solo asunto de carcelazos sino de temibles revelaciones o, al menos, comprobaciones. La prisión y castigo asoman sus feas cabezas. Llegó y vio, no venció porque no tenía, su triunfo era la tensión y aprensión reflejada en los rostros oficialistas, la certeza de que su visita obligaría al castromadurismo a tomar muy en serio a la Corte Penal Internacional, sus exigencias y la justicia democrática.
Vendrán las navidades aunque la canasta básica, hallacas, bollos, pan de jamón, arbolitos se coticen en dólares, y desaparezcan las inevitables esperanzas por un mejor nuevo año. Como dicen que dijo aquel, “estamos al borde del precipicio, demos un paso adelante”.
@ArmandoMartini