«Se podría estar callado,
callado… ¡pero no puedo!
Los grillos le han hecho callos
al silencio«.
Andrés Eloy Blanco
Castillo de Puerto Cabello, 1931
Con el fundamento de “la imprenta como artillería del pensamiento” y persuadido de que debía dar forma adecuada al mensaje que podía divulgar la imprenta instalada en Angostura para la libertad americana, Simón Bolívar creó el Correo del Orinoco, cuyo primer número circuló el 27 de junio de 1818, hace 206 años.
Para divulgar las ideas de la naciente república, Bolívar necesitaba un instrumento indispensable como la imprenta y le encargó a José Miguel Istúriz traerla del extranjero. El taller completo negociado por el prócer anzoatiguense Fernando de Peñalver llegó en septiembre de 1817 a Angostura, donde Bolívar había situado el centro y eje de su estrategia política, y de inmediato comenzó a producir leyes, proclamas, resoluciones y órdenes militares que recorrían las crecientes zonas libres.
Para honrar el inmenso valor histórico del Correo del Orinoco y su trascendencia en la gesta emancipadora, el 27 de junio fue decretado en Venezuela Día del Periodista.
Recuerdo que el año 2007 los periodistas venezolanos decidieron, a manera de protesta, no celebrar su día por considerar que no estaban dadas las condiciones normales de institucionalidad democrática y de respeto por los derechos y libertades en el país. En su lugar, se convocó a una marcha a la cual asistimos, pues sentimos en lo personal una especial admiración por los comunicadores, que se ha visto acrecentada en tiempos en que para hablar o musitar alguna palabra resulta necesario ser precavido, muy cuidadoso, siendo que la democracia debe gozar de ese bien que es el periodismo y los profesionales que lo ejerzan y contribuyan a sustentarla y fortalecerla.
No olvidemos que para el sistema de justicia venezolano, el discurso político de la oposición es un crimen. Y de esto no escapan los periodistas. Todos somos semiológicamente culpables.
No sé qué harán este año 2024. Lo que sí puedo afirmar, sin lugar a dudas ni temor a equivocarme, es que no hay nada que celebrar, sino mucho que lamentar ante las graves circunstancias por el miedo y el temor a la persecución que se vive cuando se quiere hacer periodismo serio, responsable y lo más apegado posible a la verdad; cuando se está bajo los fueros de una mandonería que atropella sin miramientos ni pudor de ninguna índole a todo aquel que piensa distinto.
La sociedad es beneficiaria directa de la actuación de los comunicadores, al punto de que se ha asumido al periodista como un bien social que debe desempeñarse en adecuadas condiciones.
Cuando el Estado carece de la voluntad suficiente para garantizar tales condiciones, la sociedad suele recurrir a las llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG) para canalizar denuncias de atropellos, injusticias y hostilidades provenientes de cualquier sector, público o privado. El gobierno debe propiciar la defensa, el amparo y protección de los periodistas, y perseguir y castigar a todo el que atente contra la libertad de prensa o coarte el ejercicio de quienes se dedican a esa noble actividad.
Por ello, no debe haber impedimentos para que los periodistas, en ejercicio de su labor, accedan a todo dato informativo que dé luces sobre la gestión de los funcionarios, quienes están sometidos al escrutinio del electorado y tienen la obligación de rendir cuentas de su desempeño.
No es ocioso insistir en que los ataques al Estado de derecho deben responderse desde el Estado de derecho, y ahora pronto, cuando se celebra –en teoría- el Día del Periodista (27 de junio), lo haré a propósito de la aludida fecha en los términos que siguen: la ausencia de límite del poder genera la llamada indignación activa frente al cierre de medios, persecuciones y todo tipo de atropellos. Además, esa ausencia de límites para la voluntad del líder o de quien gobierna es altamente peligrosa para la democracia y los Derechos Humanos. Ojalá hubiera un poder judicial que actúe en forma independiente del poder político de turno y en defensa de la libertad de expresión.
Es así como se afirma sobre los retos de las democracias occidentales en este siglo, el respeto al ejercicio periodístico. Recordemos aspectos importantes sobre la actuación independiente del poder judicial de lo que dicten los gobiernos de turno que atropellan y obstaculizan el normal desenvolvimiento de los comunicadores sociales.
Algo que ya no debe estar en las razonadas actuaciones de los jueces es permitir la censura y los actos que atenten en contra de la libertad de expresión, fenómeno que por desdicha vemos a diario en nuestro país.
Volviendo a Bolívar: “Mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la artillería del pensamiento”, le escribió a su sabio mentor, Don Fernando de Peñalver, quien con ese propósito se encontraba en Trinidad en septiembre de 1817. En octubre la imprenta ya estaba en Angostura, y el 27 de junio de 1818 salía a la calle el Correo del Orinoco.
Como ven, tan útiles las armas como útiles, aún más, los medios de comunicación libres e independientes.
Como dijo Gabriel García Márquez: “Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica, y también mucha ética. Hay tantos malos periodistas que cuando no tienen noticias se las inventan”.
Por mi parte, mi mensaje a los dignos periodistas en su día, a 206 años de la aparición del Correo del Orinoco, el verdadero, no ese pasquín que circula por ahí, sin miedo ni odio, felicidades.
En esta hora aciaga ni nunca
No bajaré persianas a mis ojos
No dejaré de escuchar
No haré silencio.
¡Libertad, Dignidad y Valentía!