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Peor es nada

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Kamala Harris debate presidencial EEUU Donald Trump

Para los norteamericanos las elecciones presidenciales han sido siempre una fiesta cívica. Una jornada de ciudadanía donde a pesar de la rivalidad política de la campaña, esa pugna finalizaba el mismo día de las elecciones. Al día siguiente cada quien retornaba a su rutina del sueño americano. El trabajo, la actividad física, la recreación, pasear a sus mascotas y regresar al calor de la unidad de la familia, ver televisión y dormir. Hasta el otro día. Ese es el día a día. Y así se construía el futuro. Las cosas gruesas que ponían a caminar el país y a liderar el mundo eran responsabilidad de los políticos. En Washington. El interés electoral se acumulaba en las encuestas por temas importantes que eventualmente se recogían en los medios. Allí saltaba desde las opiniones hasta las próximas elecciones cuatro años después. El resto del mundo veía eso de lejos.

Pocas veces el mundo ha tenido la oportunidad de ver tan de cerca una campaña presidencial norteamericana como esta de 2024. Todas las redes sociales están poniendo en primera fila a los espectadores globales. En 2016 Twitter con Jack Dorsey como CEO encumbró en la Casa Blanca a Donald Trump. Ese mismo pajarito, con el mismo Dorsey lo sacó electoralmente cuatro años después. Ahora X, el mismo musiú del pajarito azul con el cachimbo distinto de Elon Musk en vanguardia con Facebook, WhatsApp, YouTube, Instagram, TikTok en una ofensiva de marketing permanente de campaña electoral con las tecnologías de información de comunicaciones (TIC) que están posicionando nuevamente al empresario en su retorno a 1600 Pensilvania Avenue NW. Los ojos del mundo están puestos en los resultados electorales del 5 de noviembre. Eso tiene una explicación. En este momento la realidad de los Estados Unidos de Norteamérica es distinta a la de 2020. En aquella oportunidad el elector se debatía entre el malo conocido (Trump) y el bueno por conocer (Biden). Cuatro años después de la experiencia con Joe el dilema del votante es ahora entre el malo y la mala. Los ojos del globo están enfocados en los resultados electorales. Eso tiene otra explicación distinta afuera y adentro.

El rol hegemónico del poder global de Estados Unidos ejercido durante todo el siglo XX ha venido cambiando paulatinamente. La realidad fuera de sus fronteras se ha alterado e igual internamente. El pivote económico, militar y social característico de la linealidad de las administraciones demócratas y republicanas que se le tuvo en un trazado en la sintonía de un discurso para presentar a los ciudadanos un estado de la unión que proyectara en el tiempo la fortaleza del sueño americano ha venido agrietándose. En 8 años desde 2016 han pasado muchas cosas que han contribuido a ensanchar esas fisuras y el impacto político le ha desviado en mucho a lo que fue la línea de ese gran país en el histórico frente a la depresión de 1929, el liderazgo del mundo durante la II Guerra Mundial, la postura durante la Guerra Fría y la posterior defensa de Occidente frente al terrorismo importado desde el Medio Oriente que se desenlazó con el ataque a las Torres Gemelas el 11S. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente político en Estados Unidos. Los norteamericanos necesitan regresar a la política después de cuatro años de experiencia fallida con un empresario inmobiliario y conductor de espacios de la farándula y otros cuatro peores donde la actual aspirante secundaba otro ejercicio caracterizado por los escándalos familiares, la incompetencia y los desvaríos seniles del mandatario. Ambas opciones proyectan después del 5 de noviembre, en especial inmediatamente del lamentable espectáculo del debate presidencial, que la oferta política de ambos para los electores es casi cercana a la nada. Pero… peor es nada.

El ambiente geopolítico global presenta algunos desafíos de decisiones bien interesantes. La gobernanza mundial, las secuelas del COVID que aún se arrastran, el terrorismo, la proliferación nuclear, la permanencia de la guerra, el cambio climático, el choque de las civilizaciones, los estados fallidos, el cisma Estados Unidos-Europa, las ciberguerras y la migración se constituyen en los retos más importantes que le corresponderá enfrentar el nuevo ocupante de la Casa Blanca para continuar ejerciendo de poder global en el tablero geopolítico. Ese ambiente requiere de un perfil político, donde priva fundamentalmente el equilibrio, la moderación y la templanza. Adicionalmente están los principales conflictos y crisis que se perciben en pleno desarrollo. Lo que académicamente se ha calibrado como la trampa de Tucídides para calificar la competencia comercial con el gigante asiático en la guerra Estados Unidos – China por la hegemonía global, la guerra Rusia – Ucrania, los retos frente al avance islámico, el conflicto Israel Palestina, el capítulo de Irán, Siria, Yemen Afganistán, las peleas entre India – Pakistán, China y Taiwán, entre otros aprietos demandan juicio, serenidad y entereza en quien ocupe el Salón Oval. Eso se percibe después del 5 de noviembre. Y luego están las tendencias estructurales que se proyectan desde estos últimos tiempos como la decadencia de Estados Unidos como hiperpotencia, el fin del monopolio occidental, la proliferación estatal, el poder blando, el aumento del poder de la opinión pública y el avance de la agenda 2030 impulsada desde la ONU, la obsolescencia de los Estados, la crisis del multilateralismo, la disminución de la materia prima y el avance de las tecnologías. Esos serán los combates políticos globales para Kamala o para Donald según sea el resultado electoral. ¿Cómo perciben ustedes que será ese ejercicio ejecutivo durante cuatro años? ¿Harris o Trump abonarán para que Estados Unidos pueda seguir encabezando el liderazgo global?

Después están las tramas internas. El tema económico será el principal reto. Las secuelas del COVID que aporrearon la administración Trump y continuaron incidiendo con Biden postraron en algo y aún no se han recuperado por completo las arcas. Luego está el tema del ingreso, del empleo, del sistema de salud, la migración, las drogas, el terrorismo y la inseguridad que han venido avanzando y arrinconando a la sociedad y poniendo en riesgo la calidad de vida. El elector se pasea en visión frente a Kamala y Donald, y es difícil que se maneje en muchas esperanzas en la solución efectiva a esos problemas con ambas opciones.

Quienes ven de lejos geográficamente y en la cercanía de la información –en tiempo real– en estas últimas administraciones y por el desarrollo de la campaña electoral; este match electoral y su desenlace, tiene mucho tino a establecer que los electores van a votar por el menos malo según su criterio; y el resultado será gane quien gane, por el peor presidente que haya ocupado la Casa Blanca.

El elefante y el burro, en las imágenes del logo de los partidos Republicano y Demócrata, respectivamente, tienen en las asociaciones de la fuerza, la inteligencia y la dignidad de aquel; y la perseverancia y la humildad de este unas grandes tareas después de los resultados electorales del 5 de noviembre ante las experiencias de malos conocidos disponibles en Harris y Trump. Pero, peor es nada.

Al cierre

La guinda de la torta electoral es que ni el uno ni la otra le van a solucionar el problema político a los venezolanos después del 5 de noviembre. Ya ese expediente pasó por las manos de ambos y la decisión fue… recibido y en cuenta

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