El pensar y el pensamiento de acuerdo con su constitución biológica dependen de una sola estructura orgánica y de compleja asimilación y evolución en sus diferentes procesos de desarrollo. El encéfalo no sólo es el conjunto de órganos y membranas que recubren el cerebro, sino que todo el sistema humano depende del normal funcionamiento de esta parte de nuestro ser. Empero, desde esa parte del organismo se generan quizás las dos palabras de mayor poder e influencia sobre el contexto de cualquier sociedad.
Hablar del pensar y el pensamiento relacionan cualquier acción, hecho o circunstancia. Nada está excepto de ello, porque ni siquiera los eventos naturales (días, noches, sequías, tempestades, terremotos, erupciones, huracanes) cuyo origen pudiera decirse que están potenciados por factores ajenos a la voluntad de los seres humanos pueden desligarse de la condición de interdependencia. La naturaleza depende de sí misma para el bienestar de sus elementos constitutivos. La constitución de la naturaleza es fundamental para la vida humana.
Pensar y pensamiento son una estructura biológica y cognitiva (inteligencia), dos palabras, una derivada de la otra, ambas con múltiples acepciones y significados las cuales construyen un silogismo elocuente: El pensar y el pensamiento son parte de la inteligencia humana del ser, entonces, sólo puede ser inteligente aquel con pensar y pensamiento que solo es propio en el ser biológico, y en consecuencia, la única lógica posible ante la inteligencia es que sólo el ser con origen biológico puede ser inteligente, y en el contexto de la vida humana, las máquinas no tienen vida, sino funcionamiento, por ende, no puede ser inteligentes.
En el caso de la primera construcción lógica obtenemos una estructura proveniente de las dos principales referencias que originan y enlazan la inteligencia: ¿Quién es humano? ¿Quién es inteligente? En la segunda construcción las dos palabras que son consecuencia del ser (humano) y su inteligencia forman parte de una estructura (pensar y pensamiento). En la tercera construcción, las dos palabras (pensar y pensamiento) omitidas como estructura de origen plantean una conclusión (i)lógica sobre el ser y su inteligencia, cuyas múltiples acepciones tendrán su epicentro en lo que podamos entender por humano o deshumano.
Las interpretaciones que se generan a partir del pensar y del pensamiento, sobre todo lo que acontece en escala natural o influenciada por otros seres humanos son de múltiples (des)encuentros. La inteligencia en el ser no es una bigardía. Es una concreción. Lo más importante del pensar no es su estructura, sino las texturas que de él se derivan, es decir, sus pensamientos. Si la inteligencia es empleada por la delincuencia común u organizada para romper con todo tipo de leyes y normas, o es utilizada por el burócrata para actos de corrupción administrativa, o por el conductor para infringir las señalizaciones, o simplemente por el niño o niña para incumplir con sus asignaciones escolares, estamos ante la presencia de hechos que develan una conducta indeseable para las personas, para la sociedad. Las texturas del pensamiento no pueden ser vistas como una acción abstracta que orienta un supuesto bienestar individual en perjuicio de otros absolutos o de sí mismo, aunque éste no lo admita o lo perciba en su condición mental.
Las texturas del pensamiento son matices, poesías, canciones. Son una estructura contraria a aquellos enfoques que promueven los pensamientos debido a las “riquezas informativas” externas, ignorando no sólo la construcción silogística del ser ante su inteligencia, sino que otras teorías semejantes parecieran aferrarse hacia la aproximación exógena como única suposición científica para la “demostración” perceptiva. De ser así, los invidentes o inauditivos no serían seres inteligentes; salvo que en otra (de)construcción teórica señalen que la abstracción pensativa, en ese caso, responde a otros factores y situaciones ambientales. Si bien es cierto, en la actualidad el ser se encuentra invadido por numerosas pautas publicitarias y de fuerte impacto visual y auditivo, las cuales buscan alterar las formas de pensar y el pensamiento, discernir que son tales acciones las que generan las conductas en los absolutos, sin que haya previamente en éstos un proceso de razonamientos sub(conscientes) es más que una contradicción. Es la negación propia del ser, como humano y como poseedor de la mente en términos estrictamente biológicos, y por ende, que sea sustituido por lo que algunos llaman «inteligencia artificial».
Una estructura orgánica, una estructura cognitiva unida por la concreción de dos palabras (pensar y pensamiento), cuyas abstracciones son convertidas en múltiples imágenes son el proceso responsable para discernir, crear asociar, interpretar y comprender un quehacer social necesario para regenerar acciones, hechos y conductas que permitan transformar una realidad, la cual se encuentra ceñida al aparataje tecnológico, a la lógica del capital subvertida en algunos casos con el dominio ideológico-político de unos pocos, deben analizarse no sólo en su estructura sino en su relación interna, de cuya (sub)consciencia resulta de vital trascendencia en el área del conocimiento educativa y pedagógica.
En síntesis, para que haya inteligencia, es necesaria la existencia de un origen biológico para la (de)construcción del pensar y el pensamiento, por lo tanto, la existencia de una definición como la mal llamada “inteligencia artificial” hacia la cual pretenden llevarnos las grandes corporaciones de los medios tecnológicos: Microsoft, Google, You Tube, Meta, Twitter (ahora X), Amazon, Tik-Tok, entre otras. Verbigracia, todo es parte de la aglutinación de sus factores de dominación de la propia mente humana, para que ésta termine por sucumbir ante sus pretensiones globales en la construcción de lo que sería el Cosmo-Estado.
No es posible la existencia de la “inteligencia artificial”, porque esta no está asociada con el pensar y pensamiento del ser humano, sino derivado del cómo éste ha desarrollado la tecnología. Lo artificial es la tecnología en sus distintas formas de creación, por lo tanto, la definición adecuada, pedagógica, y centrada en el propio conocimiento de la inteligencia biológica y humana, estaría dada en forma de respuesta tecnológica; pero nunca en forma de razonamiento, porque éstas no razonan, sólo están estructuradas conforme con los procesos de algoritmos en sus códigos y por pretendidas visualizaciones de entornos que los grandes grupos corporativos de la tecnología en sus redes pretenden llevarnos hacía la intrusa y equivocada definición de “inteligencia artificial”.
@vivassantanaj_