La solución al conflicto interno de la oposición democrática, por el tema de la candidatura unitaria, no sé cómo se resolverá, pero en todo caso no será en discusiones abiertas en los medios de comunicación, tradicionales o en redes sociales −discusiones de la cuales me sustraigo− y esperemos que el resultado no sea una merma de las posibilidades del cambio político que el país anhela. Pero, cualquiera que sea el resultado, la tarea de prepararnos para las elecciones del 28 de julio siguen siendo las mismas. Entre muchas otras, en lo inmediato, tratar de que la mayor cantidad posible de venezolanos, en Venezuela y el exterior, se registren para votar; que voten y organizar la defensa de los votos y del resultado en las mesas; y convencer a los venezolanos de que la opción de la oposición democrática es la que le conviene al país. Esos son los temas que debemos desarrollar.
Sobre uno de ellos, el registro de los votantes en el exterior, ya propuse algunas ideas. (ver: Registro Electoral en el Exterior, https://bit.ly/3TyoG3o) me remonto ahora al tercer punto que mencioné, a buscar ideas acerca de cómo convencer, como educar, a los venezolanos, al país, en la necesidad de un cambio político; y esa deriva, totalmente teórica, lo reconozco, me llevo a repasar las ideas de dos pensadores, Albert Memmi y Paulo Freire, que nos permitan entender la mentalidad de los electores venezolanos y la persistencia de algunos en apoyar opciones políticas que los han perjudicado a ellos y al país. Les comparto mis reflexiones al respecto, que sí se pueden discutir abiertamente en estos medios y serían más útiles que la diatriba actual.
Memmi y Freire
Albert Memmi era un psicólogo tunecino, nacido judío, en un barrio musulmán de Túnez en 1920, falleció en 2020 y habiendo estudiado en una exclusiva escuela francesa, en donde además fue un árabe entre europeos, dedicó parte de su obra literaria y sociológica a analizar las raíces profundas de la opresión humana. Parte de su obra es autobiográfica, en la cual se refleja la condición particular de vivir cultural y psicológicamente en mundos muy disímiles y de manera simultánea. A finales de los cincuenta escribió El retrato de un colonizado, en el cual describía y analizaba la situación del Norte de África, al final de la época colonial, a través de la mentalidad, tanto del colonizador, como del colonizado y como el colonizado contribuía a su propia desgracia y sometimiento y desarrollaba en sí mismo, la mentalidad del colonizador.
Su trabajo inspiró a muchos otros autores, psicólogos, antropólogos, pedagogos, políticos, etc.; entre ellos al pedagogo brasileño Paulo Freire, quien escribió otro notable libro: La pedagogía del oprimido, en el cual este educador brasileño expone su concepto, sus ideas, para la educación de adultos, particularmente para la alfabetización, que revolucionaron la actividad en América Latina a finales de los sesenta. Las teorías (y su práctica) de Freire llegaron a una esfera más vasta de la educación, a través de su obra La educación como práctica de la libertad; pero en ambas obras −y en todas las suyas− el concepto fundamental que desarrolla es que no basta con enseñar a leer, la persona tiene que entender lo que está leyendo; no basta con enseñar contenidos, el estudiante tiene que aprender a pensar. Famoso es su concepto de una educación crítica, que enseña a pensar, contra una educación “bancaria”, que concibe al alumno como un mero objeto en el cual se “depositan” conceptos, que se le “sacan” en interrogatorios y exámenes. Estos conceptos han pasado a la pedagogía moderna hace muchos años y ya a nadie le suenan extraños. A Freire intentaron convertirlo −Carlos Lanz− en uno de los basamentos ideológicos, filosóficos y pedagógicos del Proyecto Educativo Nacional, PEN, pero despojado de todo su contenido profundamente humanista y convertido en formula de adoctrinamiento
Colonizado y oprimido
Los conceptos y contenidos más profundos de Memmi y Freire −el colonizado, el oprimido, que reproduce la mentalidad del colonizador, del opresor− y de otros autores, sociólogos funcionalistas, norteamericanos, se deriva la idea de que cuando alguien de un estrato socio económico determinado aspira a otro, que considera más elevado, lo primero que hace es imitar su cultura, su forma de vestir, sus gestos y maneras de actuar. Lo opuesto, también es válido: Cuando rechazamos a alguien, persona, grupo o clase social, rechazamos sus valores, su cultura, su forma de ser. Algunos, en el campo de la psicología, llaman a esto racionalización y por allí sacaríamos un largo hilo, que no es el que me interesa desarrollar.
Pero vuelvo a Memmi y a Freire, pues tienen implicaciones más cercanas para nosotros, en la coyuntura que nos encontramos, pues para estos autores, la superación de la condición del oprimido o del colonizado, partía de “asumir conciencia” de su condición. Así Freire hablaba de conciencia ingenua, pasando a conciencia transitiva y finalmente a conciencia crítica. En ese último “estado” de conciencia el hombre no solo “lee” su mundo, sino que se apropia de él y puede transformarlo; de allí todos sus desarrollos de alfabetización y concientización, que dinamizaron y revolucionaron la forma de alfabetizar en América Latina. A Freire estas teorías le valieron el exilio de su país, Brasil, después del golpe militar de 1964, pero en el resto de los países su metodología se expandió e impregnó todos los programas de alfabetización, primero, y de concientización, después. No hubo programa de educación popular o de concientización, o de alfabetización en América Latina que no estuviera inspirado de alguna manera en el pensamiento de Freire. Además, su carácter afable y asequible, su vinculación con movimientos cristianos, su rigurosidad metodológica, su prédica con la práctica, le garantizaron una amplia difusión y respeto, más allá del contenido ideológico de sus teorías.
Cultura y transformación social
Ese concepto pedagógico de Freire, tenía la misma raíz de Memmi y partía de lo que se llamó el concepto antropológico de cultura, el cual resumo libremente, como todo lo que hace el hombre y le permite apoderarse de la naturaleza. Para Freire era un concepto profundamente liberador: Yo soy culto, no porque sé leer o escribir, no porque voy a la escuela, o porque tengo un título académico, no porque como en manteles o con cubiertos, no porque escucho determinada música o porque voy a museos a admirar pintura, no porque leo tales obras literarias o me gusta la poesía, soy culto porque “hago” cosas, porque transformo el mundo, porque lo entiendo y no solo porque lo “leo”.
Todas estas cosas vinieron a mi memoria cuando se nos plantea hoy en día, ¿cómo hacemos para convencer al pueblo venezolano de nuestras ideas para el desarrollo del país y la redemocratización del poder político? ¿Cómo hacemos para que nuestro mensaje llegue a las grandes mayorías del país? ¿Cómo hacemos para que el pueblo entienda que nuestro objetivo es el suyo y que el desarrollo capitalista y humanista que queremos para el país, es lo mejor para él, y no solo para nosotros? ¿Cómo hacemos para que los venezolanos entiendan nuestro planteamiento, sin demagogias, sin disfrazarnos o despojarnos de lo que somos para ir simplemente a buscar su voto?; en fin, ¿cómo convencemos al país de la necesidad de un nuevo pacto político y social?
Un nuevo pacto político
Más allá de las políticas y de las medidas concretas de carácter económico y social, se tiene que partir de la base de una valoración ética de esa política y sobre todo del ser humano; en eso nos debemos diferenciar de lo que han sido los políticos y líderes tradicionales. Ese el nuevo pacto político del que debemos hablar, que no se circunscribe solo a un acuerdo electoral entre diversos actores sociales, los denominados políticos y los integrantes de la denominada sociedad civil. La probabilidad de que emerjan mejores instituciones, que es una tarea política, será mayor si quienes las empujan y buscan un consenso político para ellas, lo hacen desde una toma de conciencia y una mejor posición ética.
Se trata de impregnar toda la política y la actuación pública de un contenido ético, pues hay principios que van más allá de lo político, que lo trascienden. Ese nuevo pacto político parte entonces del concepto que tengamos de la persona humana, que debe estar en el centro del problema, por encima del Estado y la consideración de que la sociedad es una sociedad de personas en primera y última instancia, con reglas aceptadas, pero de personas. El tema se ha discutido innumerables veces, pero vale la pena recordarlo siempre.
Conclusión
Ese es nuestro verdadero reto o tarea de largo aliento de reconstrucción política del país, pero que por lo pronto es preciso avanzar en la construcción de una organización que nos permita estar en todas las mesas electorales el 28 de julio, para consolidar el triunfo; y también que los electores capten y entiendan nuestro mensaje, más allá de la candidatura unitaria, sobre la base de un programa explícito y un compromiso personal y colectivo con ese programa. Es una actividad política, sin duda, pero que algunos desarrollarán desde los partidos, otros desde la sociedad civil y otros sumándose de manera individual.
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