La miseria humana resulta, desde luego, incompatible con los avances que en materia de derechos humanos se observan en el mundo civilizado. Ha sido respetuoso y progresivo el tratamiento que se le ha dado a esta área, y evidente el reconocimiento que las legislaciones modernas han dado en la defensa, promoción y protección de los derechos humanos.
De allí que se hable de personas con discapacidad, violencia de género, adultos mayores, libertad sexual, transgénero, en fin, de la pronunciada tendencia a procurar la eliminación o reducción al mínimo de la discriminación, con un marcado respeto por la dignidad humana.
Debe entender de una vez por todas, que cualquier diferencia o condición debe ser considerada un valor, nunca un defecto
Lo digo por la vergüenza ajena que generan a diario las infelices declaraciones de los representantes del ch… abismo, dentro y fuera del Parlamento, en la calle, en los medios de comunicación propios del Estado venezolano, y de los ajenos a los que les han echado mano sin pudor alguno.
No descansan en su afán por ofender al adversario con su habitual lenguaje soez de matón de barrio, de portero de burdel. Quizá estos últimos no se expresen tan groseramente como los acólitos el gobierno.
Aludir o remedar a una condición física de cualquier persona; referirse a su condición o a su orientación sexual, a “lo que prefieren o no prefieren en el amor”, decirles autistas, por ejemplo, entre otras patologías, resulta reprochable desde todo punto de vista, habida cuenta de que quien profiere el insulto o se burla, es supuestamente alguien que milita en un partido “humanista”, y vive halagando al difunto que le proveyó de tantas canonjías.
Sin más vuelta, la unidad duele y la usurpación tiene culillo. Esa perturbación angustiosa del ánimo, ese miedo, se evidencia en las arremetidas recientes contra partidos de oposición y sus dirigentes, el arrebato de sus estructuras y denominaciones, en la prohibición de derechos fundamentales a la jueza María Afiuni, la negativa a conceder una medida humanitaria (en su momento) a Iván Simonovis, la reclusión injusta del diputado Juan Requesens, entre otros tantos exabruptos.
A esto se añade el allanamiento amañado de inmunidades parlamentarias y la amenaza de seguir en ese siniestro propósito; el estrangulamiento de medios de comunicación y la persecución a sus dueños y periodistas. Otro tanto o mucho ocurre con las ilegales e interminables cadenas, que no bajan por ser tan grandes los embustes y necedades que allí se emiten.
Sorprende la inopia intelectual y el enanismo político de ciertos funcionarios, que al propio tiempo comporta un desprecio por la dignidad de las personas y un insulto a las instituciones democráticas. La barbarie no conforme con los hechos, también maltrata con palabras.
Los psicólogos recurren a los términos de maduración o madurez y encuentran que esta se produce en forma irregular y muchas veces independientemente de la edad. Unos maduran más pronto, otros más tardíamente y hay personas que se mantienen en un permanente estado de inmadurez.
Decía Fabio Quintiliano: “Cuando queremos vaciar un líquido en un frasco de boca pequeña, tenemos que actuar lentamente. Si actuamos precipitadamente el líquido se bota y el frasco no se llena”.
Bueno, la verdad es que no se le puede dar instrucción, educación, formación a una persona que no tiene capacidad para adquirirla; que la adquisición no puede hacerse bruscamente sino por etapas, lentamente.
La valiosa reflexión del pedagogo romano-español, aplica también para aquellos que quieren hacer de la política su oficio, pero que no han sabido entenderla a cabalidad, y por tanto se han servido de ella alegremente.
Todas las personas merecen respeto y consideración; otros no deben olvidar que del crimen no se regresa, aunque haya arrepentimiento, se avergüencen lavándose las manos, quiten la mancha del delito o de la ofensa y ya no estén en esas manos criminosas, la mancha se habrá ido hasta la conciencia y hasta allá no llega el agua ni el jabón.
El sujeto de origen ignoto, hoy aposentado en Miraflores, llamó “pelele” al legítimo presidente de El Salvador, señor Nayib Armando Bukele Ortez, seguramente lo hizo porque este no comulga con sus intenciones de seguir arruinando las condiciones de existencia de los venezolanos.
Cuando oí al personaje que habla con pajaritos y convierte penes en panes, recordé El pelele, un cartón para tapiz de Francisco de Goya, uno de los que ejecuta para tapices destinados al gabinete del rey Carlos IV de España de El Escorial. Se trata de una escena popular y pertenece al último periodo de Goya como pintor de cartones para tapices.
En ese momento caí en la cuenta de que pelele es un muñeco de figura humana hecho de paja o de trozos de tela, especialmente el que se saca a la calle en Carnaval para quemarlo o mantearlo. También con este vocablo se identifica a la persona débil o de poco carácter, que se deja manejar por los demás muy fácilmente.
Yo creo que el ofensor se vio en el espejo y se describió a sí mismo, aunque títere no anda solo.
Siempre he procurado librarme del autoelogio, ello no impide afirmar con orgullo y satisfacción ante nuestros hijos y ante la sociedad, que mi vida está libre de procesos criminales y de estafas al Fisco, y que ante cualquier acto inhumano, represivo, discriminatorio o insultante a la dignidad de las personas, no puedo permanecer inmutable. La miseria humana no va conmigo.
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