OPINIÓN

Pelé y la dictadura

por Sergio Monsalve Sergio Monsalve

Pelé filma su testamento cinematográfico en un documental imprescindible y desmitificador, disponible en Netflix.

Varias cuentas pendientes se ajustan delante de cámara: la polémica sobre la cantidad de goles marcados por el astro brasileño, la evolución anímica del jugador durante la hazaña de ganar tres mundiales, y por último, la reflexión crítica de su participación como estrella en los años de plomo de la dictadura, desde 1964 hasta 1985.

La película de no ficción expone el dilema del líder de la selección brasileña, bajo el yugo del régimen del general Emílio Garraztazu Médici, quien literalmente obligó a Pelé a conducir el equipo en México 70, para servir a los intereses de la propaganda militar.

Antes del Fifagate, el fútbol se utilizó como arma ideológica en el continente suramericano, con el fin de brindar respaldo a las tiranías del continente.

En Argentina sucedió otro tanto con el polémico resultado de la Copa en 1978, todavía en debate para los expertos, dada la cantidad de partidos sospechosos por el arbitraje.

Videla sacó provecho de aquella generación dorada, previa a la de Maradona, así como Edson Arantes do Nascimento fue el peón de la estrategia de pan y circo de los represores del Estado vecino.

Los directores entrevistan a la figura sin censura, haciéndole las preguntas precisas.

Al principio, el delantero esquiva las directas, con gambetas retóricas de zorro viejo de los medios de comunicación, justificando su visión apolítica y su ignorancia de la situación, al vivir en una suerte de burbuja.

Ante las evasivas del héroe deportivo, los productores confrontan al protagonista de manera tajante, poniendo a prueba su memoria.

Específicamente el interrogatorio se centra en descubrir la posición del personaje frente al hecho de las torturas y las violaciones de los derechos humanos.

Pelé queda desarmado y debe admitir su conocimiento del tema, pero su incapacidad de denunciarlo por las circunstancias del país en la guerra fría.

La audiencia tiene la oportunidad de juzgar y establecer un veredicto a la distancia.

Al respecto, el documental puede funcionar como espejo para los actuales colaboradores de la casta madurista, acusada por los informes de diversos organismos internacionales.

No olvidemos las conclusiones de los reportes de Bachelet.

Recientemente, hemos asistido a un proceso de normalización falsa de los encuentros, las impunidades y los diálogos. Una paz conveniente a los dictámenes de los agresores y de los círculos rojos del terror.

Por ende, el trabajo periodístico sigue garantizando la visibilidad de los casos y de las víctimas de La Tumba, El Helicoide, de Ramo Verde.

Salvando las distancias, la imagen de Pelé se trastoca por su pasado opaco de ficha útil, de pote de humo, de patriota cohabitante.

Carga con una culpa en sus ojos y hombros, imposible de disimular.

Por fortuna, Pelé logró recuperar su trayectoria y limpiar sus manchas, a través de un ejercicio de confesión.

Es un privilegio ganado por su intachable récord como leyenda histórica de una gesta del balompié.

El documental le permite redimirse, tras sus errores y fallos garrafales.

Era un chico pobre condicionado por un contexto tóxico y adverso del fascismo ordinario.

Vean su testimonio, mediten y piensen en las semejanzas y diferencias con el asunto de Venezuela.