La primera felicitación que recibió Tsai Ing-wen por su triunfo electoral a comienzos del año vino de Washington. Las frases de Mike Pompeo no podían ser más dicientes: “Bajo su liderazgo, nosotros esperamos que Taiwán continuará sirviendo de brillante ejemplo a todos los países del mundo que batallan por la democracia”.
La revalidación en la Presidencia de quien ha sido la líder del Partido Democrático Progresista de Taiwán durante los últimos cuatro años fue una dura prueba de fuego de la cual no solo salió airosa por la contundencia de su victoria: 57% contra 39% de su contrincante soportado por la capital china. Con el nivel de participación alcanzado por el electorado taiwanés, Tsai alejó de manera transparente las ansias de reunificación, lo que es uno de los cabos sueltos, uno de los objetivos en los que no avanza el gobierno de Xi Jinping.
Es por ello que muchos analistas en Occidente han calibrado esta victoria en positivo para el mundo libre, al afirmar que las elecciones en Taiwán lo que traerán como consecuencia es un aislamiento cada vez más pernicioso para Pekín.
Lejos de ello, quienes conocen la inspiración con la que actúa el jefe del gobierno chino son del criterio que, muy por el contrario, la posición oficial será la de darle una vuelta más a la tuerca de la represión y a provocar un aislamiento diplomático de Taiwán. Hace poco más de un año Xi había avanzado en público su determinación en favor de la unificación de Taiwán. A raíz de la victoria de Tsai, el comunicado no dejó espacio a interpretaciones: “Poco importan los cambios que estén interviniendo a nivel interno en Taiwán. Solo hay una China y ellos son parte de ella”.
El caso es que las medidas coercitivas impuestas desde la capital del imperio asiático y sus amenazas militares han provocado una reacción en el sentido completamente opuesto al de doblegar el ánimo de sus ciudadanos. Lo que estuvo todo el tiempo sobre el tapete electoral tenía que ver con el ejercicio de la libertad, desafiando frontalmente el principio de la alta dirigencia china de “un país, dos sistemas”. Las protestas de Hong Kong, revestidas con el paso del tiempo de mayor fiereza, también contribuyeron a atornillar la disposición de los taiwaneses a adversar la política china y a librar la lucha por sus libertades.
El estilo de actuación política de Tsai es digno de seguimiento por igual. Mientras China procedió a suspender de inmediato las comunicaciones oficiales con la provincia rebelde, su líder, una profesional de 62 años, calificada en el medio periodístico europeo como la “Merkel de Asia”, respondió al gigante colocándose en un desafiante “tú a tú”, y pidiendo retomar conversaciones bilaterales sobre un “pie de igualdad” para tratar los cuatro pilares que inspiran su actuación: paz, paridad, democracia y diálogo.
Los nuevos eventos que han intervenido en la esfera internacional en el terreno de las relaciones entre Pekín y Washington desde el inicio del año, y particularmente los acuerdos alcanzados entre los dos titanes quienes aparentan haber dejado atrás sus desentendimientos comerciales, hacen que el mundo rápidamente pierda cuenta de lo que ocurre entre los dos lados de esos 180 kilómetros del estrecho de Formosa.
Sin embargo, lo propio es seguir a Taiwán de cerca: el No de la isla a la gran nación de Asia está contribuyendo a su aislamiento en la misma medida en que Xi asume la posición de darle la espalda a las libertades.
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