Hace unos días me llamó un joven amigo desolado: a su hijito, que estaba en un colegio desde que comenzó en maternal, lo habían botado la semana pasada, el final de su tercer nivel. Y eso que estaba en un colegio “chiqui” (como llama con sorna mi amiga y tocaya Carolina Espada a todo lo que la gente considera “chic”, pero que por lo regular termina siendo otra cosa). “No es que lo estemos expulsando”, le dijeron. “Es que no lo podemos aceptar en primer grado”. Él no entiende la diferencia entre expulsarlo y no aceptarlo, y yo, tampoco. Porque el resultado final es el mismo: a un mes de terminar las clases, los padres de un niño vivaz, inquieto e inteligente están buscando otro colegio que lo acepte, porque el colegio donde pasó cuatro años, ahora, no lo considera apto. Y yo volveré sobre este tema más adelante cuando averigüe más…
Pero después de que colgué con él, pensé en cuán diferente había sido mi experiencia con mi hija Tuti -que sí es una niña especial y que encima tiene dificultades motrices- cuando esa gran pedagoga que fue Luisa Teresa Lanz de León le abrió las puertas de su colegio, el Instituto de Educación Integral en Maracay. He narrado esta historia antes, pero vale la pena hacerlo todas las veces que sea necesario, porque los Pedagogos -con P mayúscula- están escaseando cada vez más. Porque educar a un niño que no presenta ningún tipo de dificultad no requiere mayor esfuerzo. El reto está en sacar adelante a los rezagados por la razón que sea… Y el niñito de quien hablé al principio, está bien, yo lo conozco y además lo dicen sus evaluaciones.
Conocí a la profesora Lanz el día que fui a inscribir a mis tres hijas en su colegio en Maracay. Me preguntó que a qué grado iban: “dos a quinto grado y la otra a primero”. Ella consultó una carpeta y me dijo que tenía cupo en ambos grados, que sólo tenía que hablar con su hermana Hortencia, encargada de las inscripciones. Pero antes de inscribirlas tenía que ponerla en autos sobre Tuti: “un momento, profesora. Es que hay un problema”. Y comencé a relatarle su caso con todo detalle. Yo hablé como veinte minutos seguidos y ella me escuchó con atención, sin interrumpirme. Cuando terminé de hablar, extendió sus manos por encima del escritorio, tomó las mías y me dijo: “Hija, tú me has hablado de un problema. Yo quiero que tú sepas que para mí eso no es ningún problema. Las puertas del Instituto de Educación Integral y las de mi corazón están abiertas para tu hijita”. Aún al día de hoy, veintisiete años después, mis ojos se llenan de lágrimas al relatar esta historia.
La profesora Luisa Teresa Lanz de León fue una de las figuras más destacadas en el ámbito de la educación en Venezuela. Nacida en Tumeremo, estado Bolívar, y radicada en Maracay, dedicó toda su vida a la formación de varias generaciones de estudiantes aragüeños y a la promoción de una educación integral y de calidad. Lanz de León es conocida por haber sido durante muchos años la directora del Liceo Agustín Codazzi -que bajo su égida llegó a ser el mejor centro educativo de Maracay y cuyo auditorio lleva su nombre, y por ser la fundadora del Instituto de Educación Integral, una institución educativa que ha marcado la diferencia en el país. Su visión pedagógica se basó en la idea de que la educación tenía que ser un proceso integral, que no solo se centrara en la transmisión de conocimientos académicos, sino también en el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y éticas en los estudiantes. A lo largo de su carrera participó en numerosos proyectos educativos. Su labor como educadora fue reconocida en muchas ocasiones, y recibió premios y distinciones por sus destacados éxitos.
Sus ideas sobre pedagogía y formación docente siguen vigentes, ahora más que nunca, y deberían ser ampliamente difundidos para contribuir al debate de cómo resucitar la educación en el país. La influencia de la profesora Lanz de León en el ámbito educativo es innegable. Su enfoque en la educación integral ha inspirado a muchos educadores a replantearse sus prácticas pedagógicas y a trabajar en favor de una educación más completa y equitativa. Su legado perdurará por generaciones, porque ella dejó una huella imborrable en el campo de la educación en Venezuela. Este año, el Instituto de Educación Integral celebra sus primeros 55 años de vida. Me uno con júbilo a esa celebración y rindo homenaje con inmenso respeto, gran admiración y enorme cariño a quien tuve el privilegio de llamar mi amiga, Luisa Teresa Lanz de León.
@cjaimesb