En la continuación de la triada de artículos que me he propuesto elaborar acerca de la temeraria propuesta de la precandidata presidencial María Corina Machado (MCM), de privatizar nuestra empresa petrolera Petróleos de Venezuela S. A. (Pdvsa), me propongo seguir desmontando uno a uno todos los elementos que envuelven tan nefasto propósito y lograr saber qué hay detrás de la intención de entregar Pdvsa. Pues hay entreguistas de las más variadas especies, e incluye a quienes esgrimen simplezas como la crisis económica por la cual atraviesa nuestro país y el tamaño del déficit fiscal, sin importarles las consideraciones de soberanía, sobre todo en momentos en que parece enturbiado el sentimiento nacional y todo lo que motiva y une el alma venezolana.
Incluso, para no aparecer tan antinacionalistas, los proponentes llegaron a plantear, en los años de las décadas de los ochenta y noventa, que se vendiera solo 50% de las acciones de Pdvsa para así salir de la crisis. Y como la actual crisis que hoy en día vivimos es de grandes dimensiones históricas, entonces pareciera que el “plato” del pretexto está servido: nos hemos encontrado con la inexcusable circunstancia forzosa que hay que vender Pdvsa. “Hoy, países como Rusia encuentran a su economía y política en manos de grupos oligárquicos que acumularon enormes fortunas con base en privatizaciones opacas. Estos países son hoy altamente ineficientes, corruptos, desiguales y autoritarios” (F. Rodríguez, 2023). Cambiar Pdvsa solo por dinero pasajero, por “riqueza” transitoria y fugaz, que seguramente se malbaratará sin provecho o irá a parar a los bolsillos de los Rafael Ramírez, Tareck el Aissami, Fernando Andrade, Alex Saab o cualquier otro expoliador o apache, de esos que pululan en la podre de la corrupción de los erarios públicos, en vez de “reconstruir y redimensionar Pdvsa”, tal como lo propone Humberto Calderón Berti (HCB); quien por lo demás -de esta forma- marca una abismal diferencia con MCM y su blasfema propuesta de privatizar nuestra empresa matriz de los hidrocarburos. Allí habla la sensatez, la madurez y la experiencia de HCB, tres singulares consejeras de un estadista, de la cual carece -por cierto- la gran mayoría de esa inmensa grey de la ya atiborrada lista de precandidatos presidenciales.
Democratizar el petróleo
Sin embargo, hay otro grupo de privatizadores compulsivos que manejan otra modalidad de propuesta para entregar Pdvsa, y son aquellos que irresponsable y demagógicamente ofrecen la propuesta en lo que ellos llaman “Democratización del petróleo”, por lo que plantean “que parte de la renta petrolera sea depositada en cuentas individuales de cada venezolano mayor de edad sin distinción de ningún tipo” (L. López, 2017), y de esta forma “tener plata en el bolsillo” (MCM); pues es una forma de “distribuir de manera más justa, igualitaria y transparente el ingreso petrolero” (Ibid). Esto es simplemente populismo petrolero de la más pura rancia, que sirve como plataforma fácil para vociferar un discurso político en el que el petróleo, siendo su condimento principal, no se venderá ni llegará a oídos receptores que es su destino final; además de reforzar en el venezolano su cultura sociopolítica rentista.
En Venezuela el político populista siempre ha tenido en la renta del petróleo un tema garantizado para sus proclamas y arengas. “¿Cómo distribuimos entre todos lo que pertenece a todos?” (Ibid), ¡Qué problema, no! Es una especie de rico caramelo que los privatizadores colocan en la boca de quien crea en esos mitos. Y entonces caen en un curioso y divertido juego “aeróbico” de palabras, haciendo extraños malabarismos “conceptuales” y de galimatías con términos como: nación, Estado, gobierno, república, soberanía, pueblo, población, propiedad, etcétera, para llegar a la “gloriosa” conclusión que hay que repartir el ingreso fiscal petrolero, porque todos los ciudadanos somos la nación y todos los recursos naturales pertenecen a la nación, por consiguiente todas las riquezas naturales de la Nación nos pertenecen a todos los ciudadanos. ¡Vaya conclusión más simplona!. Veamos la opinión de un eminente jurista, quien fuera Fiscal General de la República: “Hacer distinciones artificiales o caprichosas entre el Estado y la nación puede resultar altamente riesgoso. El Estado venezolano es la más alta asociación política de los venezolanos. El petróleo en manos del Estado es de los venezolanos” (R. Escovar Salom, 1998).
Desde luego que la nación es la propietaria de la riqueza del subsuelo que la sustenta y, por lo tanto, también es propietaria de la empresa (Pdvsa), de allí que ésta es propiedad común de todos los venezolanos, mas no de los venezolanos considerados individualmente, sino del colectivo, del conjunto, del conglomerado, que tiene que tener continuidad en el tiempo y en la historia misma. Por ello, su manejo y administración tiene que ser ejercida por el Estado (que es la expresión institucional y jurídica de la república y la nación), y no puede ser enajenada ni usufructuada por ninguna individualidad para ningún interés en particular; por tanto, suena necio y además no es procedente que dicha propiedad sea repartida a manera de piñata o torta entre todos los venezolanos, poniendo bajo riesgo el bienestar general y colectivo de las presentes y, sobre todo, de las futuras generaciones. “Sin embargo, transferir la propiedad de Pdvsa a actores privados no haría más que mermar la capacidad de nuestro sector público de proveer los bienes y servicios públicos necesarios para respaldar un proceso de recuperación inclusiva y sostenible” (F. Rodríguez). Y qué decir de los demás ingresos que percibe el Estado por los otros recursos naturales que tiene el país, tales como oro, diamantes, coltán, bauxita, carbón, etc…, pues no se hace distinción ni diferencia alguna al manejar el concepto de recursos naturales, y esos también pertenecen a la nación y nos pertenecen a todos los ciudadanos por igual.
Entonces, ¿también tendremos que distribuir tales ingresos entre todos los mayores de 18 años? ¿Hasta dónde se estaría auspiciando la holgazanería, comodidad y maulería en Venezuela con esta dadiva directa o renta parasitaria, especie de manguangua, otorgada sin trabajo ni esfuerzo alguno? Pero no es que para reconstruir este país, primero tenemos que rescatar los valores y principios morales, éticos, religiosos, etc…y entre esos el valor y el amor al trabajo, donde el dinero que ganemos provenga del esfuerzo y el sacrificio diario, que es como se construye un país, y no el de esperar cómodamente sentado a la puerta de la casa, en el patio del conuco o a orillas de la carretera en pleno paramo andino, a que me llegue la renta petrolera, y las otras rentas derivadas de otras riquezas naturales, sin ningún trabajo como contraprestación, solo por el hecho de que los recursos naturales son de la nación y por lo tanto todos los nacionales somos propietarios individuales de ello, según predican algunos apologistas del ingreso petrolero, que se disponen a repartir las rentas cual reina de carnaval reparte caramelos, serpentinas y papelillos desde su carroza.
Por analogía tendríamos que aplicar la misma “lógica” al presupuesto nacional, puesto que es un presupuesto que pertenece directamente a la nación y, por consiguiente, a todos los ciudadanos que integramos la nación, y la misma argumentación serviría, “…en la práctica este ha sido usado para financiar los intereses de las personas o grupos que han controlado el Estado y para comprar voluntades mediante la generación de una relación clientelar con los ciudadanos, quienes reciben los bienes y servicios públicos como un regalo del gobierno y no como una obligación de quien es el administrador de su riqueza.” Entonces, nos preguntamos, por esa misma línea de conceptos arbitrariamente interpretados en forma tan simplista, también deberíamos dividir el presupuesto nacional por el número de ciudadanos mayores de edad y que cada quién, con la porción de presupuesto que le corresponda individualmente, se las arregle para suministrarse así mismo los servicios públicos, y evitar que el Estado dilapide y malverse tal presupuesto, que es de todos por ser de la nación. Esto, lo que haría es reforzar más en el venezolano su comportamiento individual, meramente particular, sin importarle el resto de la sociedad, lo colectivo, lo general, el conglomerado y las grandes mayorías, que son las que al final se van a beneficiar de los servicios y obras públicas y sociales, que se construyan con los ingresos petroleros. Los olivos, no nacen precisamente en sus riveras.
Acaso, de a dónde ha salido esa red de infraestructura vial que atraviesa todo el país, hospitales públicos, institutos educacionales, parques, puertos y aeropuertos, y demás obras públicas (independientemente del estado de abandono en que se encuentren hoy en día), sino es de los ingresos petroleros que por concepto de exportaciones le han ingresado al Estado venezolano. En manos del sector privado, todos esos ingresos (petroleros) hubieran ido a parar en 24 horas a la banca neoyorkina o londinense; el mismo destino que tuvieron los miles de millones de dólares que sirvieron como auxilios financieros para la banca venezolana, durante la crisis bancaria de 1994. Lo que tenemos es que seleccionar gente honrada, eficiente, eficaz, competente, proba y capaz, y que en forma transparente maneje los recursos del erario público; funcionarios que se sometan a lo establecido por la Constitución Nacional relativo al “Régimen Presupuestario”, que a saber reza lo siguiente: “El ingreso que se genere por la explotación de la riqueza del subsuelo y los minerales, en general, propenderá a financiar la inversión social productiva, la educación y la salud” (Art. 311, CRBV). Está claro, que este principio constitucional es contrapuesto a lo que plantea MCM, por lo que tal planteamiento se convierte en una promesa electoral engañosa, además de deliberadamente demagógica.
Por una oleada circunstancial de corsarios y asaltantes de camino, que han venido saqueando durante 25 años este país, no podemos convertirnos en junta liquidadora del Estado venezolano, y despojarlo de todos sus deberes, responsabilidades, tareas y obligaciones que son propias de él, y que por lo demás el sector privado no los va a hacer, no solo porque ese no es su rol, sino porque están concentrados en su único paradigma que es la maximización de la tasa de beneficio o ganancia, y así decir que hay crecimiento económico y prosperidad en “general”, mientras escondemos la basura debajo de la alfombra. En este sentido, es en el que MCM encarna una amenaza pragmática permanente para la industria petrolera y para el país, debido a que privatizar Pdvsa es una automutilación de la soberanía, en tanto y en cuanto constituye una herramienta fundamental en el diseño, de largo plazo, de una estrategia para el desarrollo económico del país y también un instrumento geopolítico de negociación para Venezuela. Pero de esto último, ya nos ocuparemos en la tercera (III) y última entrega de esta trilogía de artículos dedicada a la audaz propuesta de la amiga María Corina Machado.