OPINIÓN

Patriotismo de pacotilla

por Héctor Faúndez Héctor Faúndez

Invocando el nombre de la patria, luego del descalabro del suministro de gasolina importada en un país que, hasta no hace mucho, era una potencia petrolera, Nicolás Maduro ha dispuesto que la inscripción en “el sistema patria” será imprescindible para tener acceso al subsidio de la gasolina. Es irónico que, quienes han puesto al país al servicio de una nación extranjera, y quienes permiten que su territorio sirva de refugio a narcoguerrilleros, se arroguen el patrimonio del patriotismo. Resulta paradójico que, después de haber destruido Pdvsa, y precisamente luego del mayor incremento que se conozca en el precio de la gasolina, invocando la patria, se esté gestando el mayor proceso de discriminación política que hayan conocido los venezolanos.

Antes de la llegada al poder del chavismo, que impulsó la tristemente célebre lista Tascón y el “carnet de la patria”, Venezuela ya contaba con un eficiente sistema de identificación, que se extendía a todos los venezolanos, y que, sin discriminación, permitía a los ciudadanos de este país acceder a todos los derechos que les reconocía el ordenamiento jurídico. Cada partido político podía tener una lista de sus afiliados o simpatizantes, y, con sus propios recursos, podía invitarlos a un sancocho, a una romería, o a lo que quisiera; pero los recursos del Estado eran patrimonio de todos los venezolanos. Ahora, con “el sistema patria”, Maduro pretende que, para obtener un pasaporte, para tener un cupo en las escuelas, para ser atendido en un hospital público, o para comprar gasolina, se deba tener el “carnet de la patria”. ¡Ni Chávez lo habría expresado con tanto desparpajo!

Es irónico que, después de haber entregado el sistema de identificación a los cubanos, a quienes también se les regala petróleo, y en cuyas manos se ha puesto los servicios de seguridad de los venezolanos, Maduro pretenda que el documento que identifica a los patriotas sea “el carnet de la patria”.

Según Maduro, los venezolanos de todos los días, que aportan su trabajo y su talento para hacer de éste un país mejor, que se interesan por los asuntos públicos y que les inquieta que haya personas que están siendo torturadas, pero que tienen su cédula como único documento de identidad, no son patriotas. Los maestros que trabajan por un sueldo miserable, los hombres y mujeres que protestan porque no les llega el agua, los empresarios que se han quedado a trabajar en esta Venezuela empobrecida y los científicos que nos han alertado del riesgo que estamos corriendo por la conducta de un gobierno irresponsable, si no tienen el “carnet de la patria” no son patriotas.

Para este régimen, ser patriota es ponerse de rodillas para recibir una caja de comida, es agachar la cabeza y tender la mano para que le paguen una pensión que no les alcanza para vivir, y es tener que madrugar para hacer cola por un poco de gasolina que les permita ir a su lugar de trabajo. Para el chavismo, el patriotismo se mide por las dádivas que recibimos de un gobierno caritativo, y no por el ejercicio de nuestros derechos.

Según Maduro, ser patriota es ser indiferente ante la corrupción más espantosa, callar ante las detenciones arbitrarias y las ejecuciones sumarias, y pretender, ingenuamente, que en los últimos veinte años se ha reducido la pobreza en este país; ser patriota es haberlo perdido todo, como consecuencia de la ineptitud de quienes se aferran al poder, y estar felices porque aún tenemos patria. Ser patriota es negar, como si fuera una infamia, y sin realizar ninguna investigación seria al respecto, cualquier acusación criminal formulada en contra de Maduro y sus secuaces. Pero, como si eso fuera poco, Maduro pretende que ese patriotismo haya que documentarlo, mediante nuestro registro en “el sistema patria”, para que quede constancia de nuestro compromiso con la revolución. ¡Quien no lo haga es un traidor, vendido al imperio y a la oligarquía!

Hace más de un siglo, Samuel Johnson sostenía que el patriotismo es el último refugio del canalla. Lo que está claro es que, para más de un seudopatriota enriquecido por la corrupción y el narcotráfico, ya no hay muchos sitios donde refugiarse.