Bien está dialogar, escucharse, intercambiar sentires, ideas, opiniones. Sin embargo, que el régimen castrista, desprestigiado, sancionado, violador de los derechos humanos, busque platicar con los que durante años ha insultado, humillado, deseado proscripción y execración es, por decir lo menos, sospechoso.
El atento esmero cacareado generó reacciones comprensibles, desde la venia suspicaz, resistencia incrédula, hasta la decidida condena. ¿Cómo obviar los intereses clandestinos y lo que encubren? Si Fedecámaras no representa bandoleros, cuatreros, cleptómanos, blanqueadores de capitales, la visita oficial solo se comprende como un chapoteo del que se está ahogando arrastrado por un mar de fondo.
¿Consideraron con esmero el alcance del cenáculo? ¡No parece! La fractura, daño y consecuencia son imprevisibles, aun en convulsión. Que el máximo gremio empresarial abra brazos al régimen que profesa y practica sin rubor la ideología comunista; que se declara enemigo de la iniciativa y desempeño privado, es actitud que llama la atención, prende alarmas; y más, cuando la respuesta, no es un programa coherente de inversiones de condiciones mínimas y sentido común, sino el baboseo gasolinero. O es acaso que, ¿carentes de ética, desprovistos de valores, están dispuestos a sacrificar la lucha libertaria y democrática, por un puñado de monedas y gotas de combustible?
La ingenuidad e inocencia no deben participar en la tertulia. La desventaja es enorme. La habilidad del régimen para ganar tiempo y evitar compromisos está comprobada, por ello, la inmensa duda sobre la eficacia del diálogo. El castrismo tiene capacidad sobrada para mostrar ganancias y ocultar desatinos. ¿Qué inversionistas responsables, serios, arriesgarían valores, experticia y capitales con un régimen servil al oprobio castrista, extasiado por el turco Erdoğan, enamorado con pasión de la ruindad tiránica rusa, embrujado como bobo por Irán y endeudado irresponsable con el comunismo chino? Si existen, dudemos, desconfiemos, porque además de pendejos, delinquen en galimatías y cooperan con el mal.
¿Qué pueden conversar con quienes tienen la legitimidad cuestionada? Los empresarios formales en Venezuela se las ingenian para mantener la producción y empleos aún a costa de las caídas en los ingresos y beneficios por la mezcla letal que nace del autoritarismo, corrupción castro-chavista, limitaciones por políticas públicas erradas, sin seguridad jurídica ni Estado de Derecho, con amigos socios, compinches y secuaces que compiten desleales. El silencio encubridor opaca la esperanza, la mentira enluta la libertad.
Pululan acumuladores de dinero que no pueden mostrar con tranquilidad y orgullo el origen de sus capitales, son bloqueados e incluso sancionados; pero rebosantes de efectivo por sustracciones y raterías que deben colocar -vale decir, lavar-.
Es difícil que una empresa de prestigio quiera juntarse con quienes le han mostrado odio, e inviertan en compañías expropiadas sin sustento legal, o encargarse de una estación de servicio arruinada para vender gasolina de mala calidad traída a escondidas. Y como estos, otros empresarios de todo nivel, sobrevivientes a maltratos, obstáculos, latrocinios e ideologías importadas fracasadas desde hace ya un siglo -aunque rebosante de ignorancia, el oficialismo no se haya enterado ensordecido en su devoción y, por eso, adalid de propaganda destructiva de pueblos que se llamó Fidel Castro.
¿Cómo un propietario de industria o comercio decente, puede avalar al régimen que ha confiscado empresas para después dejarlas morir, y ahora pretenda bajo su control que los estafados reanimen y corrijan el desastre que causaron?; ¿cómo confiar en quienes no solo se han robado millones de dólares, quebrado al país, que por defraudar esgrimen embustes como hábito, desfalcan procesos electorales, sobornan, utilizan la represión y tortura como metodología de gobernar?
Turquía, Rusia, Irán, Cuba y China se están ocupando en sociedad, utilizando a Venezuela como enclave de actuación estratégica y económica, sesgada únicamente en favor de sus intereses. Colonización que amenaza el fortalecimiento de los empresarios autóctonos, endógenos. Bobos/tontos que creen en la promesa de restablecer democracia y libertad, dando licencia en ese sentido.
La ilusión que vive Venezuela no es economía ni normalización, es miseria, alucinación bribona. El socialismo es estafa, desgracia, infortunio e infelicidad. Los cándidos convencidos de que para huir del infierno hay que pactar con el diablo demuestran pobreza de espíritu y ausencia de reflexión, pretexto precario y conveniente para justificar y justificarse que lo intentaron todo.
Fedecámaras, en años de inestabilidad, zozobra y depresión ha mostrado resiliencia. Se sostiene como institución, y parte de sus miembros permanecen trabajando en el país. Pero mal ejemplo da cuando propone cambiar el sentido del honor, dignidad, recto proceder y honesto emprendimiento por ingresar en la comercialización de cualquier vaina con quien sea. ¿Cuál es el beneficio tras el planteamiento apresurado e inconsulto?; ¿será que enérgicos e imprecisos en tiempos confusos y arruinados desean carnets de la patria y cajas CLAP?
La oportunidad la pintan calva, se diría que para algunos la pintan roja.
@ArmandoMartini