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Patria, la nuestra

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Hay una palabra chiquita, imposible de definir. Jorge Luis Borges se conformó con referirse a ella como “ese límpido fuego misterioso” que suponía arde en el pecho de los integrantes de un gentilicio. Es mi definición favorita porque denota la naturaleza irracional, cimarrona, impredecible de patria, el término en cuestión. Puede ser invocada, pero no por cualquiera y cuando se le ocurra. Hay una liturgia no escrita para hacerlo y si no se observa el llamamiento no es escuchado por la mayoría de los nacionales. Los hechos que respaldan la convocatoria son determinantes para la respuesta; Pearl Harbor movilizó a la patria estadounidense, Vietnam no. Un dato.

La oposición convocó a “su” patria el pasado 22 de octubre, aunque la palabra misma ni siquiera estuvo presente en la convocatoria, y la respuesta fue multitudinaria. Peor aún, no hubo entropía en los sufragios, los electores concentraron sus votos, más de nueve de cada diez, en la candidata más indeseable para el régimen de Maduro y a la que más obstáculos le ha puesto en el camino, María Corina Machado. Vale decir, el deseo de castigar al autócrata y su cohorte fue evidente para los observadores objetivos. Otro dato.

Siguiendo el manual cubano que ordena dar respuestas a todas las acciones políticas del enemigo, Nicolás Maduro, parecía ya tener preparada la suya. En nombre de la República Bolivariana y por autoridad de la Ley convocó a toda la patria el 3 de diciembre pasado a un referendo consultivo sobre el territorio Esequibo. El lenguaje de la liturgia era oscuro. Su propósito real aún no se ha develado (aunque se supone ajeno a la disputa territorial, pues ya esta está en la Corte Internacional de Justicia –CIJ-, resta presentar los argumentos en abril de 2024), las preguntas eran muy complicadas y los efectos posibles muy vagos. Por esas y muchas otras razones, la patria, de manera evidente, ignoró su llamado, muy pocos fueron a votar y muchos menos fueron quienes lo hicieron por voluntad propia. Otro dato.

No bastaron las amenazas previas ni posteriores. La patria se quedó en casa. Cuando Hitler llegó al poder en Alemania y comenzó a instaurar su régimen nazista, se comenzó a enviar a el diario Völkischer Beobachter (El Observador del Pueblo), órgano oficial del partido, a todos los hogares germanos. Cuando un ciudadano alemán enviaba una carta solicitando que lo excluyeran de las listas de reparto, recibían una nota como esta: “Nuestro periódico merece el apoyo de todo buen alemán. A pesar de su solicitud, seguiremos enviándole su ejemplar diario, y esperamos que usted no se exponga a infortunadas consecuencias en caso de insistir en su cancelación”. A los electores en el malhadado referendo, no les enviaron cartas, las amenazas se las hicieron por cadena nacional de radio y televisión. Y consecuencias infortunadas ha habido: las listas tipo Tascón, persecuciones y encarcelamiento de ciudadanos inocentes bajo cargos tan graves como terrorismo y traición a la patria. Aprovecho para decir que lamento y condeno en particular la de Roberto Abdul, amigo, con quien otrora compartí innumerables horas de grata conversación.

Los venezolanos conocen al régimen y, realmente, siempre esperan consecuencias negativas por cualquier ejercicio menudo de libertad. No obstante, se plantan enfrente del opresor. Abajo cadenas no es un verso del Himno, es una actitud. Los datos que le dicen a Maduro que continúa en la senda equivocada son cada vez más contundentes. Inventarse ese referendo sobre la Guayana Esequiba no sólo salió mal puertas adentro. En el plano internacional salió peor y nunca estuvimos tan solos: CARICOM, Brasil, Estados Unidos, Cuba, los No Alineados, la Unión Europea, la Gran Bretaña, la CIJ y hasta los hermanos chinos han expresado su rechazo al contenido del referendo. Nadie apoyaría a Venezuela en caso de que tratara de ejecutar -sugieren o requerirían el uso de la fuerza-, por lo menos dos, de las decisiones consultadas.

¿Será que ni siquiera puede ver todos esos indicios de su mortalmente equivocada manera de conducir a Venezuela? Quizás el profeta Ezequiel estaba en lo cierto: Dios ciega a quienes quiere perder. La idea de levantar una ola de nacionalismo que se llevara por delante a la candidatura que les quita el sueño -para mí el objetivo del asunto- como que no funcionó. Tendrán que buscarse otra, y seguramente lo harán, los tiranos no suelen irse a las primeras, pero ¿y si de verdad están ciegos?

Feliz Navidad y un año 2024 pletórico de cambios.

¡Viva la patria, carajo!

Artículo publicado en La Gran Aldea

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