Hay silencios sonoros y comentarios insidiosos, para aceptar la posición de la hegemonía, de pasar la página del 28J y prepararse para unas megaelecciones parlamentarias, regionales y municipales en 2025.
No me refiero a los venenosos alacranes que son convictos y confesos de cooperar con la hegemonía, al estilo del perrito de Pavlov.
Me refiero a supuestos sabihondos del «realismo político» y a los que, desde una disimulada acera de enfrente, se han vuelto mendigos del poder establecido, pero no mendigos por ser pobres, sino por mendigar importantes beneficios económicos.
Se trata de una villanía tan colosal como el fraude perpetrado, en el cual el 70 a 30 en contra de Maduro se ha intentado presentar como una gran victoria de la hegemonía.
La nueva presidente de México declara que es imparcial. ¿Imparcial? Cómo puede ser eso con unos resultados de 70 a 30. El señor Borrell alega que la Unión Europea no reconoce a Maduro, pero tampoco a González Urrutia. Es lo mismo. Borrell fue canciller de Rodríguez Zapatero. Eso, de por sí, no lo desacredita. Pero hay que tenerlo en cuenta.
La principal villanía es en contra de la soberanía política del pueblo venezolano. Me pregunto: ¿Cómo puede un gobierno «democrático» ser neutral ante unos comicios en los que el poder fue derrotado masivamente en una proporción de 70 a 30? Y ello a pesar de los controles despóticos y represivos del proceso electoral.
¿La servilleta de Amoroso es igual a la aplastante derrota de Maduro y su entorno? Todo el mundo sabe que no. Sólo la conchupancia puede matizar ese no. Sólo la complicidad criminal puede negarlo.
El solo hecho de que se hable de «pasar la página» es de una violencia implacable. El solo hecho de que no se denuncie a todo pulmón, y en cambio se oigan silencios y se lean insidias al respecto del «vamos a ver», también lo es.
No. No se puede pasar esa gran página de Venezuela. Es el fundamento de un camino nuevo y posible. Ahora hay que luchar más que nunca.