Mi hija me llamó y me dijo: «Acaba de morir nuestra jueza preferida». Estaba trabajando y sentí gran dolor y tristeza. Lo ultimo que leí es que estuvo en el hospital y seguía con mucha dignidad y fuerza, luchando contra un cáncer que finalmente nos la quitó. Pensé que moriría, y me preocupaba qué pasaría en la Corte Suprema sin ella. Difícilmente alguien podría llenar sus zapatos. Ruth Bader Ginsburg era una guerrera.
Estefanía me enseñó quién era y qué había hecho por el mundo esta gran mujer. Vimos juntas un hermoso documental sobre su carrera. Después, escribí un artículo sobre ella y empecé a seguir sus pasos, sus votos valientes en la Suprema Corte, lo que decía y cómo lo decía.
Lo más impactante es cómo su marido la apoyó y le permitió llegar a lo que motivaba sus pasos por la vida. Cuando a Ruth le dieron un trabajo en la corte de Washington D.C., su esposo abandonó su oficina y se dedicó a dar clases para atender la casa y los hijos, y así posibilitarle que creciera y llegara adonde quería. Eso es amor. Quien te ama, te empuja a lograr tus metas y disfruta caminar junto a ti.
Ruth dijo: «Fue el único chico que conocí al que le importaba que yo tuviera cerebro».
Cuando Ginsburg fue nominada a la Corte Suprema de Estados Unidos, recordó a su madre ya fallecida. ¿Qué la movió a hacer esto? Al igual que ella, su madre amaba aprender y llegar a ser una intelectual, pero la familia decidió que trabajara y no lograra sus sueños.
Estoy segura de que esto inspiró a su hija a llegar lejos. Sus palabras así lo confirman: «Ruego que yo sea todo lo que ella hubiera sido, de haber vivido en una época en la que las mujeres pudieran aspirar y lograr, y en la que las hijas fueran tan apreciadas como los hijos».
Durante 27 años fue una jueza respetada y admirada por cada ser pensante de Estados Unidos.
Como dice The New York Times: «Al preguntársele sobre su carrera como litigante a favor de los derechos de las mujeres, a Ginsburg le gustaba decir que solo había estado en el lugar adecuado con los argumentos adecuados. Pero, para explicar sus propios logros, decía que había contado con el impulso de su madre, de sus suegros, de sus profesores y de su esposo, Martin Ginsburg».