Hoy nos despedimos de Parsifal D’Sola, un titán de la vida política venezolana de los últimos cincuenta años, empresario visionario y hombre íntegro en la política, que nunca ejerció como oficio y nunca abandonó como pasión, gentil hombre cuyo legado de acción y lealtad marca buena parte de la historia reciente de nuestro país.
Conocí a Parsifal hará poco más de veinte años, en las oficinas del diario Tal Cual. La mañana estaba avanzaba con esa inquietante mezcla de expectativa y fervor que caracteriza a las redacciones. Llegué junto a Oswaldo Barreto Miliani, quien fue conocido en círculos íntimos (además de revolucionarios del mundo entero) como Otto. Otto, un intelectual agudo excepcional de prestado un tiempo a las armas, nos presentó al sumarnos a la reunión que sostenían D’Sola y Teodoro Petkoff. En esa reunión me di cuenta de que estaba ante un hombre singular.
Parsifal D’Sola no era un hombre común y corriente. Su figura emanaba una combinación única de pragmatismo empresarial y fervor social. En el ámbito político, su compromiso con la justicia y la equidad se reflejaba en cada una de sus acciones y decisiones. Como empresario, su visión le permitió emprender y apoyar las más diversas causas, entre ellas su relación con los periódicos más importantes de Venezuela, El Nacional, sin duda el más relevante en el acontecer político y cultural del país, forjado por el tesón de los Otero y Tal Cual, la hija de tinta de Teodoro que en la primera década del siglo XXI sentó cátedra a través de sus editoriales, Boccanegra y columnistas de hondo calado.
Pero más allá de sus logros tangibles, Parsifal era, ante todo, un hombre de principios y de amistad sincera. Su capacidad para forjar lazos profundos y duraderos, basados en la lealtad y el respeto mutuo, lo convertían en un amigo entrañable e invaluable. Su relación con Otto y conmigo no fue la excepción, sino la norma de un hombre que valoraba a sus amigos tanto como a sus ideales.
Parsifal fue, sin duda, el último hombre a caballo de una generación de soñadores y luchadores que buscaron, por todos los medios posibles, transformar Venezuela. Junto a figuras emblemáticas como Luis Miquilena, Teodoro Petkoff, Oswaldo Barreto y Manuel Quijada, Parsifal encarnó la esperanza y la acción en tiempos de incertidumbre y adversidad. Estos hombres, movidos por un amor profundo por su país, no se conformaron con soñar; actuaron, se entregaron y persistieron hasta su último aliento.
En este momento de reflexión, mientras lamentamos su partida, celebramos la vida de un hombre que nos enseñó el verdadero significado del compromiso y la lealtad. Parsifal D’Sola será recordado no solo por sus contribuciones al desarrollo de Venezuela, sino por su espíritu indomable y su capacidad para inspirar a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo.
Que la memoria de Parsifal nos impulse a seguir luchando por un país más justo, solidario y democrático, con la misma pasión y dedicación que él demostró a lo largo de su vida.
Descansa en paz, estimado Parsifal. Tu espíritu vivirá siempre en cada rincón de la Venezuela por la que tanto luchaste.
@madrugonazo