Párrafos para el cono monetario, por supuesto, para esos nuevos billetes que abultarán nuestros bolsillos por orden del gobierno usurpador. Pero que producirán un abultamiento mentiroso, una carga sin peso, una molestia inoperante. Eso es lo primero que se nos ocurre con la nueva impresión de papel moneda dispuesta por los administradores de nuestra economía: impresionarnos por la vaciedad de su presencia, por la inutilidad que esencialmente representan.
Lo mismo pasará con el vuelto. Esos flamantes papeles dados, sellados y firmados por el Banco Central de Venezuela solo servirán si se gastan de golpe, en una sola e irrepetible transacción, porque no se obtendrán monedas de regreso debido a que no existen, debido a que no hay manera de que el comerciante devuelva la parte que usted no gastó y que usted tiene el derecho de llevarse de regreso, aunque sea únicamente para contemplar las monedas un rato en curiosa y vacua pose. ¿Cómo diablos le da a usted el tendero el vuelto de un billete de 50.000, por ejemplo, si usted solo debe pagar 14.000 bolívares?
Claro que es una situación que aquí solo se plantea con el propósito de fastidiar a los emisores, a los sabios inventores del flamante cono monetario, debido a que todos sabemos que en los trajines del mercado familiar difícilmente sale con hueso sano el billete de más alta denominación. Pasa liso a la fuerza, tiene alas, como en los suplementos de Disney. No tiene ni una astilla de regreso porque se hizo especialmente para que se relacionara fielmente con el costo de los productos que usted debe adquirir. O «adquerir», cómo conjugaba el señor comandante Chávez en infinitivo. Y lo criticamos entonces como si fuera cuestión gramatical, cuando solo nos prevenía de la desaparición de la humana acción de tener o comprar cosas anunciada por el verbo que ahora se ha convertido en realidad, es decir, que se ha vuelto fantasía cotidiana.
Billetes para no adquirir, ni quizá tampoco para «adquerir», papeles de banco para regresar frustrado al hogar después de buscar provisiones para la familia, documentos inútiles que unos inútiles ponen en circulación porque no saben qué hacer con la economía del país, pero también porque irrespetan a quienes se los envían desde una caja guardada con siete llaves que impiden llegar a la fuente que los respalda, es decir, a la nada. El lector puede añadir los párrafos que quiera a la parrafada de hoy. No necesita ser economista, ni sabio en el área financiera, ni conjugar adecuadamente el verbo de marras, sino solamente habitante de Venezuela y portador de los nuevos billetes que nos pondrá a estrenar el usurpador que disfruta haciendo befa de nuestras penurias.
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