Con su peculiar ramplonería, el dictador Maduro exhorta a las mujeres venezolanas a parir, por lo menos, seis criaturas. Lo hace con la desfachatez propia de los indolentes a los que nada les importan los sufrimientos del prójimo. Más bien, acentúa sus palabras con esa saña que le brota en forma de baba de su boca que delata su instinto criminal.
Maduro sabe que desde hace unos cuantos años en ese país llamado Venezuela, al que hunde en la más escalofriante pobreza, las mujeres que habitan la nación más rica en petróleo del mundo, se ven forzadas a parir en condiciones muy especiales. No me refiero a lo que en tiempos de verdadera democracia ocurría, cuando la Maternidad Concepción Palacios era noticia en nuestro continente por ser considerado uno de los centros maternos más calificados del mundo. Lo que me veo obligada a destacar es que hoy en día es otra la realidad y las condiciones de los hospitales donde deberían acudir a dar a luz nuestras compatriotas. Esos hospitales están colapsados. No tienen insumos, no hay compresas, por ejemplo, y las salas de parto están reducidas a ratoneras. Esa es la triste y dolorosa verdad. Por eso se han visto a muchas mujeres pariendo en la vía pública, cuando no es en una unidad de transporte es en una acera de cualquier calle de cualquier pueblo de Venezuela.
Maduro hace esas exclamaciones en cadena de radio y televisión. Se burla de la dignidad de las mujeres venezolanas. Procede con toda la sorna que puede desatar un ser charlatán como lo es él. Porque Maduro sabe que la crisis hospitalaria es general. Que los servicios están deteriorados, que además de no contar con equipos también fallan recursos humanos, porque para tratar de salvar sus vidas del hambre, de las endemias y de la inseguridad, ya se suman miles de médicos y de enfermeras que se han visto forzados a huir de Venezuela.
Maduro está al tanto que en ese país que el zarandea con su narcotiranía, el futuro de cualquier niño que venga a este mundo es incierto. El sabe que ya más de 330.000 niños acusan desnutrición crónica. Él sabe que la deserción escolar se va incrementando día a día. Porque miles de niños se ven obligados, por la catástrofe humanitaria que padecen junto a sus familias, a dejar desiertas las aulas de clases para tratar de sobrevivir desafiando la suerte que no saben qué les deparará.
Maduro sabe que el narcotráfico es una máquina que devora nuestra infancia. Maduro sabe que por un gramo de oro arrastran a la prostitución a niñas de origen venezolano en las áreas del Arco Minero.
Por todo lo antes dicho las madres de Venezuela son conscientes de que del dolor de parto pasa inmediatamente a dolor de saber que el niño que están pariendo será pasto fácil de los martirios que les depara una tiranía como la que pretende seguir prorrogando Maduro.
Por lo tanto, y en vista de la tragedia que se vive, es urgente salir de ese espantoso régimen e inaugurar una era de verdadera democracia y libertad en Venezuela.