Pareto fue un ingeniero, sociólogo, economista y filósofo italiano que vivió de 1848 a 1923. Entre sus principales contribuciones a la economía destacan la aportación de dos conceptos: el principio de Pareto, también conocido como la regla del 80–20, y el óptimo de Pareto.
La ley del 80–20 se basa en el conocimiento empírico, es decir, se llega a ella a través de la experiencia y no a través de un fundamento teórico. Esta establece que, de forma general y para un amplio número de fenómenos, aproximadamente 80% de las consecuencias proviene del 20% de las causas.
Esta proporción es arbitraria y en algunos casos puede ser del 30-70 o del 10-90. Pareto llegó a esta conclusión estudiando la propiedad de la tierra en Italia, donde 20% de la población poseía 80% de la tierra y 80% lo hacía del 20%.
Curiosamente, se pueden comparar estos datos con los aportados por Piketty en su libro El capital del siglo XX, en el que vemos que, al principio de la década de 2010, la participación del 10% de los patrimonios más elevados se sitúa en torno a 60% de la riqueza nacional en la mayoría de los países europeos.
Esta ley tiene aplicaciones en la economía, principalmente en la microeconomía, en ejemplos como las ventas de una compañía, en las que 20% de los clientes significará 80% de las ventas o en los inventarios, en los que 20% de los artículos conllevará 80% de los movimientos. También tiene aplicaciones a otras áreas como en control de calidad, en ingeniería del software o en redes informáticas para ordenadores.
El óptimo de Pareto, en el análisis económico, es aquel punto de equilibrio en el que ninguno de los agentes afectados puede mejorar su situación sin reducir el bienestar de cualquier otro agente.
Si se puede producir una mejora económica a través del intercambio de bienes, esta se producirá generando una mejora de Pareto, es decir, todavía no se habría llegado al óptimo de Pareto.
El óptimo de Pareto es una noción mínima de la eficiencia y no necesariamente da por resultado una distribución deseable de los recursos.
Considero que esta teoría puede tener una aplicación muy interesante en el comercio internacional. El intercambio de bienes entre los distintos países puede producir una mejora mutua, favoreciendo a las partes involucradas. Así puede ser hasta que se llegue al óptimo de Pareto, donde el incremento de ventas de, por ejemplo, un país, representaría necesariamente el perjuicio de otro país involucrado en este comercio.
Esto podría justificar la implementación de aranceles, pues no siempre el mayor intercambio de bienes, a través del libre comercio, redundaría en un beneficio mutuo de las partes involucradas.
También podría tener una aplicación en la distribución de los bienes entre las distintas clases sociales. Habría normas que producirían una mejora de Pareto y que harían que las distintas clases se beneficiaran, y otras que significarían una mejora de algunas de las clases sociales en perjuicio de las otras. Entre las primeras se podrían encontrar aquellas que mejoren la eficiencia de la economía (p.ej. favorecer el mayor tamaño de las empresas, potenciar segmentos punteros de la economía, etc.), y entre la segundas podría estar la redistribución de la riqueza a través de impuestos (p.ej. aumentar la progresividad de los impuestos).
En definitiva, Pareto hizo unas aportaciones a la economía con importantes conceptos que se pueden aplicar a muchas áreas de la economía y de la vida misma.