OPINIÓN

Parecen eternos e indiscutibles, pero están moribundos

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Los «golpes de Estado» tienen características repugnantes, nadie puede negarlo. Empero, el que experimentamos en Venezuela luce más repulsivo porque se ha urdido para mantenerse «en proceso»: lo cual le añade inquina, devastación y crueldad en perjuicio de ciudadanos desesperados por hallar salidas distintas a la confrontación fratricida que convertiría la república en una gigantesca fosa común, llena con cadáveres de civiles que no tuvieron preparación militar.

Los fanáticos de las guerras injustificadas destacan por sus ademanes de superioridad e infalibilidad, entre perversos adeptos de dictaduras y opositores que buscan la restauración del «Estado de Justicia y Derecho». Sin embargo, al mando de repúblicas fustigadas, esa clase de sujetos son incapaces de enfrentarse y se limitan a dar órdenes. Les gusta activar el famoso Plan Masacre a Perrería Oprimida. Aun cuando los más fachudos jerarcas declaren que «dan sus vidas» por mantener tales regímenes, nadie los verá en combate jamás. En la Era de las Redes de Disociados, los sediciosos mirarán desde búnkeres [y hasta fuera de sus países] cómo los vecinos y quienes fueron amigos se desuellan: para expulsarlos del poder o mantenerlos, según proclives sean apoyar ciertas atrocidades a un régimen de gobierno, o liberarse.

A partir de 1992, en Venezuela comenzó a gestarse la primera fase de un «golpe de Estado» que los hegemónicos enmascaraban virtud a un enrarecido [dudoso, maquillado, cuestionable] apoyo popular y la repartición timadora de miles de millones de próceres impresos imperiales norteamericanos al activismo parasitario: ello conforme a estrategias propias del comunismo-socialismo-terrorismo clásico.

Gradualmente, la casta totalitaria inició su proyecto Exterminio de País apropiándose de los poderes públicos, mientras hostigaba a empresas comunicacionales independientes e imparciales. En su segunda fase, arremetió contra las industrias y franquicias privadas del país, para inducirnos padecer hambre, enfermedad, aparte de controlar la identificación y movilidad de los ciudadanos

Sintiéndose estafado, vejado y picado como bestia de lidia en ceremonial dantesco de plaza de toros, el pueblo les retiró el apoyo electoral. Ante lo cual, el enquistado e ilegitimado gobierno optó por quitarle el antifaz a su estilo dictatorial de gobierno y desestimó las atribuciones constitucionales de una Asamblea Nacional electa a favor de la democracia [mujeres y hombres representantes que intentaron restituir el «Estado de Justicia y Derecho»] Defecó encima de la Constitución Nacional y se dio licencia para  matar.

En su tercera fase, sin ambages, la que fue una maquillada dictadura declaró su «golpe de Estado ejecutivo, judicial, fiscal, electoral y militar» contra millones de venezolanos. Tozudo, el gobierno se consagró asesino serial. Se eternizó a cargo de la república, sin el consentimiento de la mayoría de los mandantes, con decisiones manipuladas e írritas de un Tribunal Supremo de Justicia [TSJ] mercenario, su brazo armado pretoriano. Luego de que sean sometidos a destete, no está en quienes somos sus víctimas concederles medidas sustitutivas de impunidad.

@jurescritor