Organismo que se alimenta de sustancias elaboradas por un ser vivo de distinta especie, viviendo en su interior o sobre su superficie, causando sufrimiento, dolencia, lesión y perjuicio. No producen nada -sino incomodidades-. Existen tres clases importantes que provocan enfermedades: los protozoos, que se transmiten por medio de alimentos contaminados, contacto de persona a persona o mediante insectos. Los helmintos, con apariencia de pequeños gusanos que no pueden multiplicarse en los seres humanos; y los ectoparásitos, como garrapatas, pulgas, piojos y ácaros, que se adhieren a la piel o escarban en ella.

Quien se alimente y subsista de lo que otro produce, y tenga esa costumbre como su forma de vida, es un parásito explotador, oportunista, estafador. Lo peor sucede cuando el que es fuente de alimento no los rechaza ni devora, sino que se acostumbra a sus amigos interesados, vividores e inútiles; los alimenta, incluso cuida, porque normaliza, asea e higieniza. Es el caso de una especie que recibe beneficio y otra no resulte favorecida ni perjudicada, se habla de comensalismo; como las rémoras en los aterrorizantes y crueles tiburones que desgarran carnes y asolan mares, se adhieren para protegerse, y obtener alimento. Son comedoras pancistas que se ceban con los sobrantes de la presa que ejecuta su huésped.

Las personas consumen medicinas y recursos sencillos, baratos para deshacerse de sus parásitos y sanguijuelas, pero algunos partidos políticos, que son entidades humanas, no lo hacen, al contrario, los atienden con esmero, carnetizan, otorgan cargos e influyen para colocarlos en posiciones burocráticas nacionales, estatales y municipales, incluso cuando no controlan el gobierno, sino que ejercen de contrarios.

Las administraciones públicas funcionan a baja presión, con sentido estirado e imperturbable del tiempo. En buena parte los que integran esas intendencias de dirección no son más que sarnas cómodas e inservibles, más preocupados por sonreír, lisonjear y adular al superior, que satisfacer necesidades y requerimientos de quienes no pueden ser gorrones aprovechados porque precisan trabajar, producir para llevar comida, bienestar y educación a sus familias.

Pero los parásitos sablistas partidistas son votos y hasta pueden ejecutar algún mediocre trabajo, si le conviene a sus jefes, como repartir propaganda, hacer bulto en manifestaciones políticas a sabiendas de que alguien ejerce control de asistencia y, por qué no, hasta hablar bien del gobierno del cual cobran dádivas, no para defenderlo sino para lucirse ante conocidos, vecinos y amigos, que piensan, son borregos de pereza, plena incapacidad y algo de suerte.

Escuchas, y difusores de la propaganda manipuladora, de las mentiras repetidas, de obras estancadas como de inservibles y elocuentes programas. No crean que los parásitos aprovechados son simples entregados, son pacientes ejecutores de la rutina de ir al trabajo no a laborar sino a pasar otro día, a “cuidar el puesto”, a cobrar -que hacen con diligencia y pasión-. Sin embargo, hay organizaciones que por su forma no dan tregua a la pulga insignificante que, si está dentro, se ve forzado a cumplir tareas concretas, como sucede en las organizaciones militares y religiosas.

El político pensante, con aspiraciones sinceras, afirma que los harán producir, quizás por milagro de San Judas Tadeo -patrón de las causas imposibles- dejarán de ser parásitos y se convertirán en comensales productivos, ilusión sobre la cual nos atiborran de promesas. Sin embargo, el peso de la masa parásita es inmensa, son millones necesarios para depositar sufragios y llenar espacios.

Los parásitos ambiciosos son la columna principal de corrupción, no sólo son pudrición, sino que del éxito económico y apariencia de poder viven los politiqueros, aunque sólo sea en acciones para defender y resguardar a sus bichos insaciables. Por eso, no se pronuncian, ni una palabra contra el régimen violador de los Derechos Humanos, explotador y opresor. Para ellos, ha sido rentable, beneficioso, a quienes se disfrazan de antagonistas, contrincantes que viven parásitos de las migajas regaladas, como las rémoras, que se alimentan de los desechos ajenos. No obstante, aún resiste y existe una mayoría enorme de ciudadanos con principios éticos y valores, de reserva moral, y buenas costumbres que ama a Venezuela y no entregará su dignidad.

@ArmandoMartini


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