I Saw The TV Glow es la nueva sensación independiente de A24, producida por Emma Stone.
La crítica la recibe como una película de terror psicológico y elevado, visiblemente inspirada en David Lynch y Donnie Darko, pero con la sensibilidad trans de la generación del milenio.
Tiene su lado woke, algo discutible, que luego procederé a diseccionar.
La cinta cuenta la historia de un par de chicos que se obsesionan por una especie de sitcom o serie de televisión de los noventa, como hubo tantas, a la manera de Eerie, Indiana.
El guion se narra con los argumentos de un viaje iniciático, que pertenece al género del coming of age.
Lo mejor de la cinta es su real desparpajo audiovisual, para crear imágenes de choque y culto, replanteando a maestros del pánico y el body horror como David Cronenberg, cuando hizo su metáfora del poder posesivo y alienante de la televisión en Videodrome, uno de mis filmes favoritos del realizador canadiense.
En aquel largometraje, el autor metabolizaba su lectura de Marshall McLuhan, al fundir su mantra de la “nueva carne” con la teoría de “la comprensión de los medios como las extensiones del hombre”.
La televisión y su programación basura succionaban al protagonista, hasta volverlo un esquizofrénico alucinado y un rehén del tráfico de “snuff movies”.
La pieza era inclemente en su cuestionamiento de los efectos que produce la “caja boba”, “el mago de la cara de vidrio”, “la celestina mecánica”, sobre la mente de unos espectadores pasivos que repetían el ciclo esclavizante de la caverna de Platón.
Recuerdo que lo sometimos a debate en las clases, con el profesor de moda en la Universidad Central, a quien nunca le cerró una visión tan maniquea de los canales de televisión, de los medios y las audiencias, en general.
De pronto, Cronenberg lucía demasiado aferrado a una postura de la Escuela de Frankfurt, que sería superada por los estudios de avanzada de Canclini y las culturas híbridas, según las cuales somos prosumidores activos más que víctimas de un complot, de un secuestro en vivo y directo.
El tema es que, hoy en día, las redes confirman la tesis de las manipulaciones y enajenaciones de ciencia ficción, que anticiparon los escritos de Adorno y Baudrillard, amén de los fallos en la Matrix.
Por eso, preocupa el devenir que han tomado los algoritmos y aplicaciones, como cárceles para adictos del like y presos de una histeria paranoide, de unos estados de sitio y terror en horario estelar.
Posteriormente, Videodrome y Cronenberg inspirarían a un grupo emergente de directores del horror, siendo Julia Ducournau el caso más resonante por ganar la Palma de Oro con Titane, cuya estética parece conectar con el surrealismo psicodélico y trendy de I Saw The TV Glow, lo mismo que sus links con el arte de luces neón de Nicolas Winding Refn y Euphoria.
Plagada de diseños fosforescentes y arquitecturas cutres del trash pop, la cinta deglute sus referencias, para elaborar un relato melancólico acerca de la náusea que sufren los chicos diferentes y alternativos en la clase media de los suburbios.
Al respecto, dos comentarios críticos.
A diferencia de sus antepasados, I Saw The TV Glow subraya el contenido de su subtexto, a través de escenas y parlamentos explicativos, como aquel del desenlace en modo de presentación hipster de una charla TED, o en plan de monólogo oscuro de TikTok.
El problema es que se impone la moraleja crítica, en lugar de permitir que las acciones muestren y sugieran, tal como pasaba con los desencantos EMO de los ochenta y noventa de un Tim Burton, por ejemplo.
El otro asunto es de interpretación. A veces las actuaciones nos pierden con sus gestos y tics. Pero siento que el balance es positivo por el espítiru de experimentación amateur que anima al proyecto.
Además la secuencia en el bar, justifica todo con sus vehemencias guturales de glam rock.
De modo que funciona para mí, a pesar de sus pegas.
I Saw The TV Glow expone la crisis de una sociedad zombie que se alimenta de desechos y desperdicios de la cultura de masas, prometiendo un cielo que es un infierno de trabajos de “shit” y existencias quemadas por una nostalgia que se idealiza, pero que en verdad es vacía, un círculo vicioso.
Habrá que salir de ahí y buscar la libertad, en otra parte.
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