La crisis del combustible en el país –además de irónica– es el vivo ejemplo de la decadencia, inoperatividad y desorganización que lleva implícito el modelo socialista.
Como decía un cartel –en medio de una protesta en Argentina– cuya foto se hizo viral en las redes sociales: “El socialismo hizo lo impensable: dejó a Cuba sin azúcar, a Venezuela sin petróleo y a Argentina sin carne”.
La actual emergencia de combustible amenaza con empeorar la ya destruida economía nacional, pues la situación está llegando a un punto extremo que los pocos productores sobrevivientes del campo venezolano están que tiran la toalla.
Solo en el estado Monagas la escasez de diésel puso en jaque a más de 400 mayoristas que ya anunciaron que están a punto de paralizarse por completo. Se cuenta, allá en aquel estado oriental –por demás muy activo en el área agrícola y pecuaria–, que un poco más de 300 tractores están detenidos sin una gota de combustible.
La paralización de las pocas zonas productivas del campo venezolano, la imposibilidad de avanzar en la producción en las ya mermadas y escasas fincas y haciendas del país, y aunado con esto la incapacidad operativa de sacar de las áreas de siembra las cosechas, exponen ante nuestros ojos la posibilidad cierta de una agudización de la escasez de alimentos.
Sí, la crisis del combustible generará un resurgimiento de la crisis de abastecimiento; pues si no se soluciona rápidamente los temas de producción y distribución de combustible en toda la nación, entonces veremos pronto anaqueles vacíos, hasta en los sospechosos bodegones, cuyos dueños no podrán movilizar sus costosísimos productos hasta sus negocios.
Ante semejante panorama parece inaudito que quienes usurpan el poder en Venezuela continúan con políticas absurdas y necias como la de negarle la oportunidad a los productores de importar, por cuenta propia, el diésel que el Estado usurpado les niega. En otras palabras: No lavan ni prestan la batea.
La crisis de gasoil y de la gasolina no solo se limita al tema del transporte de alimentos, sino que golpea fuertemente al transporte público. Por ejemplo, en muchísimas zonas de Anzoátegui, los trabajadores que salen a ganarse la vida tienen que hacerlo en las llamadas “perreras” o en camiones y en el mejor de los casos en autobuses donde los anzoatiguenses van como sardinas en latas a pesar del tema del covid-19 y de las tan cacareadas políticas de bioseguridad.
He aquí otra consecuencia de la crisis energética, pues la escasez de diésel y gasolina limita la labor del transporte público y los pasajeros entonces se agolpan en las pocas unidades que hay en servicio, aumentando los riesgos de contagio del virus chino. Todo un círculo nefasto para el venezolano.
Y no se crean que el problema del diésel solo afecta el interior del país, ya varias líneas de transporte público de Caracas han anunciado su posible paralización, lo que es una “herida directa en el corazón” de las zonas populares caraqueñas.
Sin duda, Venezuela está paralizada. Y mientras se empeora el suministro de diésel, gasolina y gas en el país, vemos otros efectos colaterales como que Conindustria confirma que 87% de las industrias están en modo de supervivencia tras 33 trimestres de caída consecutiva.
¡Estamos al borde del precipicio y Maduro da un paso al frente!…
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