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Tiempos inciertos. Realidad y ficción intercambiables. Conductas catalogadas como enfermedades hoy dignas de encomio. El mundo se sumerge en tormentas de confusión, que se retroalimentan, aunque este optimista iluso, cree que amainaran. Es que la realidad es terca y prevalecerá sobre las falacias del progresismo.

En Chile, los ímpetus revolucionarios de 2019 culminan en una reivindicación de Pinochet. La convulsión de ese año condujo a una Convención Constitucional que produjo un esperpento que, merecidamente, aterró a las clases medias. Ello sumado a una ola de violencia condujo al rechazo del esperpento en un referéndum y a la elección de una nueva Convención Constitucional reaccionaria, como dirían los rojos. Los herederos de Allende pensaron que llegaba la hora de la venganza, pero, oh sorpresa, el partido que más defendía a Pinochet obtuvo la primera mayoría. Fueron por lana y salieron trasquilados.

En el Perú, las elecciones del 2021 encumbraron a la izquierda más jurásica y cavernaria del continente, vinculada a los remanentes de Sendero y el MRTA, al narcoterrorismo y a los auspiciadores de la minería ilegal del oro (y del tráfico de personas que acompaña a dichas actividades). Pues bien, la ineptitud de esta izquierda condujo a que pierdan el poder y revitalicen a una derecha antes tímida, hoy llena de energía. La izquierda elegante, esa que se cree progresista, pensó que al “profesor” Castillo, por su humilde extracción, lo controlarían. Hoy están siendo sistemáticamente expulsados de los organismos y poderes del Estado que habían subrepticiamente infiltrado. Lo que pensaron sería la apoteosis de poder, se convierte en su Waterloo. La última palabra en esta lucha no está dicha, pero vaya que las cosas han cambiado.

En Rusia, Putin pensó que de un zarpazo sometería a la díscola Ucrania y de paso recordaría al mundo el verdadero poder ruso. Las ex Repúblicas Soviéticas y los antiguos miembros del Pacto de Varsovia volverían a su condición natural de vasallos y satélites respectivamente. Error. La OTAN antes desunida recupera vigor y las fuerzas ucranianas humillan a las rusas a pesar de una apabullante inferioridad numérica. Lo que iba ser la partida de defunción de la OTAN la ha llenado de vida. En vez de una gloriosa victoria que convirtiera a Putin en Pedro el Grande, está en un pantano. Aunque la última palabra no está dicha, y las guerras son inciertas hasta el final, las cosas, pintan mal para Rusia.

En Estados Unidos, la ofensiva progre que enfatiza disparates como la fluidez de género viene generando tremendas reacciones a todo nivel. El inocultable hartazgo con la promoción del transexualismo podría ser el germen de una profunda reacción conservadora. Las acusaciones al hijo de Biden van de lo lamentable – corrupción – a lo escabroso: consumo de drogas y turbios asuntos sexuales. Las consecuencias políticas están por verse. Al mismo tiempo, baja la inflación y la economía muestra una sorprendente resiliencia. El próximo año podría ser de crecimiento y quemarle la torta a los republicanos de una victoria segura.

China está convencida de que su hora llegó y se comporta con prepotencia en todos lados. Europa parecía desmarcarse de Estados Unidos respecto de Taiwán, pero el trato desdeñoso infligido por los chinos los ha acercado, casi a la fuerza. Gracias al covid-19 todo el mundo la mira con desconfianza y Estados Unidos busca repatriar inversiones o traerlas más cerca, interesante oportunidad para toda Latinoamérica, incluyendo el Perú.

Sobre la Inteligencia Artificial, vemos con temor el entusiasmo del sector tecnológico. ¿Se harán realidad las obras apocalípticas de ciencia ficción sobre el sometimiento de la humanidad por las máquinas? ¿Qué nuevas paradojas nos traerá?

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú

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