Ha dado inicio la campaña electoral constitucionalmente pautada para este año. Allí está la primera trampa, el CNE escogió una fecha para la elección (28 de julio) distanciada seis meses de la entrega del gobierno (10 de enero)
Sin dejar de tener presente aquello de que no se irán “ni por las buenas ni por las malas”, como recuerda diariamente el Sr. Cabello, pensemos un poco en todas la irregularidades y actos de corrupción que se podrán llevar a cabo en seis meses cuando históricamente la elección presidencial ha sido en diciembre y la entrega a principios de enero. Ejemplos han habido en varias gobernaciones y alcaldías que en las mismas circunstancias fueron vaciadas de todos los saldos bancarios, automóviles, etc., justo antes de la entrega.
Queda por ver si entre hoy y el 28 de julio Maduro, con o sin la complicidad de los restantes “Poderes del Estado” (jajaja…), vaya a inhabilitar a Edmundo González Urrutia o inventar algo que justifique la suspensión de la elección o alguna aventura de tipo militar o existencia de algún movimiento subversivo que amerite estado de excepción.
Las últimas semanas han dado ocasión para verificar las multitudinarias manifestaciones de genuino apoyo popular (no tarifado) en el interior del país donde se ha presentado María Corina, pese a los obstáculos que le han sido impuestos, que incluyen prohibición de que se le vendan boletos aéreos, cierre de restaurantes y hoteles donde requiera servicios, alcabalas viales y demás formas de acoso, incluyendo encarcelamiento de su núcleo de campaña más cercano.
La incorporación de González Urrutia como candidato del consenso unitario parece que viene transcurriendo con éxito y con aparente deposición de los naturales inconvenientes iniciales entre la Plataforma Unitaria y el Comando de MCM. Adicionalmente, la figura e imagen de Edmundo ha venido adquiriendo rápido reconocimiento popular, según lo evidencian distintos sondeos de opinión llevados a cabo recientísimamente. El candidato unitario está logrando imprimir una imagen de mayor soltura en sus apariciones mediáticas y consolidando el concepto de una transición pacífica una vez sean conocidas las cifras de la elección. El público parece estar entendiendo la singular situación en la que el candidato no es el jefe político dueño de los votos, pero sí hay clara sintonía en los objetivos. Ojalá ello se mantenga así en el futuro para que no se repita el caso Alberto Fernández/Cristina Kirchner, donde esa dicotomía atentó contra la gobernabilidad en Argentina.
Se comenta -sin desmentidos- que hay negociaciones en marcha entre oficialismo y oposición y que el gobierno de Estados Unidos también mantiene diálogos con quienes, presumiblemente, asumirán el poder. Lo que no hemos conocido son los posibles contactos entre los máximos caciques “bolivarianos” y las autoridades de los muy pocos países que estarían dispuestos a acogerlos. El Shah de Irán, depuesto en 1979, fue un férreo y leal aliado de Estados Unidos. Sin embargo, a la hora de su desgracia hubo de recorrer el mundo (incluyendo Panamá) en busca de refugio para apenas obtener una “visa humanitaria” de Estados Unidos, restringida solo para un tratamiento médico y rápida salida hacia Egipto, donde finalmente falleció.
Desde el primer día Venezuela requerirá el inicio de su reconstrucción material para la cual muchos ponen sus ojos en los millones de compatriotas -miles de ellos muy bien preparados- que supuestamente estarían dispuestos al retorno. La constatación que hace este articulista revela que tal regreso se torna difícil -especialmente entre los más competentes- luego de haber arraigado una familia en el exterior y obtenido trabajos de alta responsabilidad y remuneración. Distinto tal vez para los millones que afrontaron la selva del Darién y otras tragedias equivalentes. Ellos más bien requerirán de incentivos y oportunidades seguramente menos numerosas e interesantes que las de sus compatriotas que tuvieron mejor preparación y suerte.
Teniendo en cuenta el bagaje diplomático del futuro mandatario, expresado ya en públicas entrevistas, el posicionamiento de Venezuela en la escena internacional requerirá un sustancial cambio de dirección. Para ello se deberá contar con una nueva concepción de Venezuela frente al mundo e igualmente con profesionales de las relaciones internacionales hoy diezmados en nuestra Cancillería. Los aliados de Venezuela ya no serán Cuba, Norcorea, Irán, Nicaragua o Rusia, sino aquellos que por historia e intereses comunes más su preferible ejercicio escrupuloso del respeto a las libertades etc. (Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón, etc.)
Para ello se requerirán los profesionales hoy día diezmados del Servicio Exterior, como así también aquellos que tengan experticia en los asuntos de interés nacional (no partidista). Sabemos que existe un muy completo y bien pensado proyecto de Ley de Servicio Exterior en cuya muy trabajosa preparación participó un grupo de profesionales de la más alta calificación. Tal proyecto –cuyo recibo ni siquiera fue acusado por el gobierno interino ni la Asamblea 2015- fue entregado al Colegio de Internacionalistas que aceptó el compromiso de ponerlo a disposición cuando las circunstancias políticas e institucionales lo permitiesen. No estaría de más que ese trabajo se rescatara para comenzar temprano sin esperar el mínimo de un año que tal preparación y presentación requiere.
Asimismo, sería deseable conseguir algún mecanismo -siquiera temporario- para impedir que los millonarios juicios que se ventilan con el objeto de ponerle la mano a los activos de Citgo y Pdvsa lleguen a su desenlace. Pensamos que -si no se está haciendo ya- se encare alguna negociación ofreciendo el incentivo de que la República podrá honrar mejor sus obligaciones si no se sacrifica su “gallina de oro”. Aunque la situación judicial actual es altísimamente desfavorable entendemos que la peor gestión es la que no se hace sin perjuicio de que existen algunas opiniones que permitirían abrigar alguna -aunque débil- esperanza. La mejor consecuencia de ello sería restablecer la confianza en Venezuela y en su palabra lo cual, muy lamentablemente, no es el caso hoy.
Las semanas por venir, no exentas de posibles y desagradables sorpresas, irán moldeando el ambiente inclinando a la opinión pública a participar en la elección, cuidar el voto y “cobrar” el resultado. Estas últimas tres cosas, que pueden tener sus riesgos, son responsabilidad de los ciudadanos. No es el caso hoy sentarse a mirar las cosas desde la barrera.
Las semanas por venir irán indicando el clima político. En todo caso es menester que la oposición controle a sus propios “talibanes” de manera tal que la posible transición se conduzca en un ambiente de garantía mutuas. Esto no significa colaboracionismo sino pragmatismo. El poder está en Miraflores y para ejercerlo se precisa estar en palacio.
@apsalgueiro1