En estos días de descaradas y arbitrarias maniobras del gobierno autocrático hay también pasos para que Venezuela vuelva a la vida. María Corina Machado (vetada anticonstitucionalmente) nos dio la grata sorpresa de escoger y apoyar como candidata sustituta a Corina Yoris, la Plataforma Unitaria de los partidos apoyó esa decisión y la escogida -con inteligencia, honestidad y valentía- aceptó ésta muy incómoda y trascendental responsabilidad. Los jefes del régimen, convencidos de su derrota, impidieron “por las malas”, la noche del 25, antes del cierre de la afiliación de candidatos, la inscripción de Corina con descaradas maniobras en el CNE. El régimen, asustado ante la posible candidatura opositora, se quitó la careta y renunciando a su maniobra de “blanqueo democrático” y violando la Constitución y principios morales básicos, decidió competir “yo con yo”. El mundo (incluso la izquierda en Chile, Uruguay y los gobiernos amigos de Colombia y Brasil) se ha escandalizado, pero la dictadura desesperada ve en Cuba el modelo de permanencia en el poder, en una cárcel de pobreza creciente.
El partido UNT (con Manuel Rosales) y la MUD (con Edmundo González Urrutia) impidieron que los venezolanos quedáramos sin alternativa presidencial ante el candidato de la dictadura. El régimen deseaba que, ante tantas trampas gubernamentales, MCM y la Plataforma Unitaria renunciaran a las elecciones, como en el pasado. Pero los liderazgos democráticos esta vez parecen dispuestos a ganar las elecciones con la bandera del cambio aclamada por los millones de sufrientes que necesitan que Venezuela resucite. MCM no es candidata, pero es líder principal del cambio y de la reconstrucción del país, que es mucho más importante.
En el triunfo electoral de la candidatura democrática nos jugamos el renacer de la nación, acogiendo el grito adolorido del sufrimiento nacional y avivando la movilización nacional espiritual (más importante que la movilización de calle) para la exigente recreación de la nación. Lo importante es que el pueblo con sus diferentes preferencias partidistas empiece a sentirse a sí mismo como un solo pueblo, unido en la necesidad y deseo de cambio. Para ello, necesita ver unidos en la acción electoral a María Corina, la Plataforma Unitaria de los principales partidos demócratas y a Manuel Rosales… evitando la dispersión del voto por el cambio.
El régimen seguirá trabajando para que los 12 candidatos inscritos se dividan y, enfrentados entre sí, colaboren con la continuación de la dictadura de hambre y sin libertad. Pero, 85% de los venezolanos quiere cambio y exige unión inteligente para rescatar a Venezuela de la actual miseria.
La transición política ya ha comenzado, pero necesariamente será ambigua, pues durante un tiempo tienen que coexistir la oscura noche que muere y la luz del día que nace. Los liderazgos democráticos tienen que entenderse entre sí, aunque no se quieran. Empieza un largo camino lleno de obstáculos, en el que los venezolanos no podemos quedar enredados en las candidaturas ni entrampados en el odio al régimen, que nos lleve a malgastar las fuerzas en el castigo y la venganza de tanto delito y agresión sufridos por parte de la dictadura. La democracia ganará solo si no se deja configurar por el régimen agonizante.
Por el contrario, ahora la nación necesita resucitar a las libertades y convivencia democrática y no quedar atrapada en devolver mal por mal. Concentrarnos en restablecer los derechos humanos sin presos políticos, atraer las inversiones multimillonarias (por lo menos 200.000 millones de dólares en 10 años), reactivar miles de empresas, con trabajo e ingresos dignos, rescatar la educación en ruinas, recrear el sistema público de salud al alcance de los venezolanos carentes de recursos… No tendremos vida, sin agua ni luz estable, y con las instituciones públicas prostituidas y envilecidas al servicio arbitrario del poder. Más de 7 millones de venezolanos fueron obligados a buscarse la vida en otros países y, si continúa el régimen actual, más millones se irán al exilio.
Queremos renacer a la esperanza, y no nos engañamos pensando que democracia es regresar a la política de hace tres décadas que, por enferma y carente de respuestas, llevó a la mayoría a confiar en el mesías salvador que prometía venganza para los descontentos y paraíso para los pobres. Ofrecimientos que se convirtieron en realidades de ruina nacional y pobreza multiplicada.
La tarea de salir vencedores en las elecciones de julio, luce inmensa y exige sumar los votos seguidores de Rosales y de Machado (y de otros) para rescatar el país. Todo esto es imposible sin un profundo renacer de las fuerzas espirituales que, sacando lo mejor de nosotros, rompiendo las barreras que nos dividen y decididos a recrear la nación.
La reconciliación nacional es el milagro que necesitamos hacer para encontrarnos hombro con hombro en la reconstrucción del país. Para ello desde ahora hay que hablar, y hay que trabajar en una transición negociada con el régimen y entre los demócratas. Estos días de Semana Santa y Domingo de Resurrección rememoramos y revivimos la catástrofe que fue el asesinato de Jesús. Vemos a sus seguidores, asustados, escondidos y huidos con la convicción de que la muerte de ellos era el paso siguiente… El sorpresivo paso de la muerte a la vida vino de Cristo resucitado por el Padre porque el amor es más fuerte que la muerte.
Hoy, la resurrección de nación (una vez reconocida la grave destrucción“revolucionaria” del último cuarto de siglo), pasa por el perdón, la reconciliación nacional y la negociación de la transición inteligente y sanadora hacia el rescate del país en todas sus dimensiones. Pero, mientras sigan las persecuciones y descaradas maniobras de la autocracia dominante, el cadáver de la democracia venezolana seguirá en el sepulcro custodiado por los soldados.