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Para que estas elecciones europeas sean más que una fiesta pasajera

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La centroderecha, esa deformación de la derecha, que luego de la remarcación y el posicionamiento de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) ha quedado flotando en un limbo de derecha falsa o insuficiente, está de fiesta, luego de haber quedado como primer grupo en las recientes elecciones del Parlamento Europeo (PE).

El Grupo del Partido Popular Europeo (PPE), que engloba a los demócrata-cristianos y es sin duda el más poderoso hervidero de la centroderecha, no sólo en el viejo continente, celebra los escaños ganados. Y junto a esos políticos, aplauden sus votantes, en no pocos casos desconociendo a qué agendas realmente han votado. No es para echarse a llorar, pudiera haber sido peor, pero tampoco es para armar un fiestón, pues todo sigue más o menos igual.

En síntesis, los populares han ganado el juego electoral en esa suerte de gobierno global que viene siendo el PE. De los 720 escaños que lo componen, subieron 14 y tienen ahora 190. El Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), consiguió 136, bajando sólo 4. Renew Europe (Renovar Europa), donde se juntan socialdemócratas y liberales, perdieron más de 20 y tienen 80. Muy cerca, subiendo 11 para llegar a 76, han quedado los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), presidido por la italiana Giorgia Meloni y al que pertenece el partido Vox, primera fuerza conservadora y de derecha en España. También ganó escaños Identidad y Democracia (ID), de derecha real (que los medios de izquierda tilda de “extrema derecha”), representado por la francesa Marine Le Pen. El partido Fidesz, de derecha nacionalista, liderado por el primer ministro húngaro Viktor Orbán, logró colocar 11 diputados entre los 45 no inscritos (NI), es decir, no integrados a ninguno de los grupos parlamentarios del PE. Los demás asientos en el PE siguen en manos de grupos y partidos de izquierda o atravesados por sus redes ideológicas.

Es importante acotar que la derecha y los conservadores, más que los populares, son quienes le han quitado votos al falso centrismo y la izquierda, desde los socialistas hasta los verdes. Y no pretendo que los seguidores del PPE no se alegren. Cada quien tiene sus motivos y deslices. Es prudente aclarar que la obtenida por los populares no una diferencia tan aplastante como debería ser, después de más de un siglo de fiascos socialistoides, pero no deja de ser una victoria en un tablero electoral que hasta hace sólo unos días permanecía aún más desbalanceado hacia el bando de la izquierda.

Pero ojo, aunque grupos y partidos de extrema izquierda hayan sufrido un golpe electoral, la izquierda no ha sido derrotada, y los populares no son precisamente sus vitales enemigos. Hoy los conservadores y la derecha real se enfrentan, además de a sus históricos enemigos de la izquierda, también a los farsantes de la centroderecha. Lo que significa que para que el tablero político actual gire de verdad en favor de los ciudadanos europeos, no dependerá solamente de quitarle muchos más votos a los socialistas y la izquierda en general, sino de que ECR e ID logren ser mayoría. Ahí es cuando comenzará la fiesta de la esperanza para el renacer de Europa, hoy imposible de celebrar (a no ser para los populares y sus consortes) en medio de la hegemonía del globalismo, el adoctrinamiento woke, el desprecio a la europeidad y la islamización del viejo continente. Contra estas trampas y males, sólo se oponen radicalmente, como debe ser, los conservadores y la derecha real.

Ursula von Der Leyen, desde la presidencia de la Comisión Europea, está muy contenta con la victoria de su familia, los populares, y se frota las manos pensando en que estos resultados le aseguran mantenerse en el cargo, uno de los más altos del mundo, gracias no sólo a los votantes, sino también a los pactos y contubernios de su grupo con la llamada socialdemocracia. No en balde la señora, en su victorioso discurso, reafirmó la esencia de su propuesta: “Construir un bastión contra los extremos, de la izquierda y la derecha”, es decir, mantener el statu quo. Por lo que la agenda 2030, el programa cardinal del globalismo, que define a la nueva izquierda, seguirá navegando por las aguas de Europa.

Hoy los populares son un obstáculo para quienes quieren salvar a Europa. Hasta no hace mucho la izquierda había estado dominando la competencia democrática. Muchísima gente votó en favor de los populares creyendo que así votaban en contra de los socialistas, que en cierta medida lo fue, pero sólo en la epidermis, ya que los populares, voceros de la “centroderecha”, hoy están más cerca de los socialistas y la izquierdas que de los conservadores y la derecha real. Esta es la gran trampa en la que caen la inmensa mayoría de los votantes que creen que el centrismo hipócrita de los populares les puede salvar, en una idílica concordia, de los males que hoy padecen.

En este sentido y trascendiendo el error, los resultados del pasado domingo, aunque no son los que se necesitan para resolver los actuales problemas de Europa, al menos ratifican una realidad que pide ser analizada mucho más que como un simple y coyuntural desplazamiento ideológico: se ha vuelto a sentir fe en que la derecha y sobre todo los conservadores (que esencialmente son la representación ideológica del sentido común en la defensa de la vida, las libertades individuales y los valores tradicionales familiares, religiosos y culturales) pueden imponerse ante la izquierda, que, en el lado contrario, defiende el colectivismo y aúna las visiones socialistas, desde la socialdemocracia hasta el comunismo. Y claro que entre los populares hay excepciones. No faltaba más.

De los 27 Estados miembros de la Unión Europea, 2 aportaron los mayores goles: Francia como primera fuerza y Alemania como segunda. El aplauso es merecido y pertinente para los patriotas de estos 2 grandes países, donde la extinción cultural es una gravísima amenaza. Los festejos merecen extenderse y a la par, o ante todo, la gente debería reflexionar en lo que este giro significa y en lo que sigue.

Hay un par de ideas que quiero compartir sobre la posible trascendencia de estas recientes elecciones europeas, más allá de la fiesta de hoy. Primero siento que vale la pena reconocer la importancia de la sorpresa, un elemento esperanzador que suele no tenerse en cuenta en la mayoría de los análisis políticos, pues lógicamente hay escenarios previstos que se roban el centro de nuestra atención. Es lo más normal.

Sin embargo, lo sucedido en estos comicios nos ha recordado que la naturaleza humana puede sorprendernos a todos, y que la gente no sólo se cansa, sino que también a veces, como ahora, en medio de un escenario sociopolítico y económico que el globalismo woke ha lastimado en extremo y gracias a la confluencia de sentimientos e ideas claras: el votante promedio puede actuar con sentido común (aunque no siempre con total información y mucho menos formación política) frente a la constante invasión comunicacional, el adoctrinamiento y las trampas que en general la izquierda usa como sus principales armas para ganar elecciones. Los recientes resultados en el PE nos recuerdan, además, que la vieja pugna entre esperanza y desesperanza, entre cambio real y statu quo, es algo vital, digno e ineludible.

Esta sorpresa, entonces, debe ser usada por los partidos de derecha y conservadores para transformar el deseo popular en praxis política, pues no sólo es lo que sus votantes esperan sino que también es lo que les dará un siguiente voto de confianza, pues millones de europeos han entendido, a fuerza de violencia y reaccionando a la pasividad política, que no es lo mismo la promovida «diversidad cultural» que el reemplazo cultural forzoso al que las políticas globalistas y la desidia han empujado cuesta abajo a Europa. Y no se trata de un simple desliz, sino de un flagelo.

Una de las útimas batallas contra Europa y Occidente es el nuevo antisemitismo, y a la vez anticristianismo, relanzado con el pretexto de la guerra de israel contra Hamás, el grupo terrorista que domina la franja de Gaza y que la izquierda ha blanqueado y victimizado. Muchos han caído en la emboscada. Otros se han rebelado. Europa está abriendo un poco más los ojos ante el terrible panorama que cotidianamente enfrentan, o al menos eso parece, según los resultados de los partidos conservadores y de derecha en estas elecciones del PE.

Los poderes de la izquierda globalista, que controlan varios países, Europa y el mundo, pueden ser debilitados e incluso dejar de ser hegemónicos a través de la democracia que esos mismos poderes, desde hace varias décadas, han domesticado y hasta corrompido. Y esta certeza no es un dato menor hoy día. Pues la democracia, a pesar de sus actuales e intrínsecos defectos, malos manejos y distorsiones, es fundamental para rescatar las repúblicas. Es imposible hacerlo de otro modo y pretender satisfactorios y perecederos resultados.

¿Entonces qué sigue después de la fiesta de los populares y de los votantes que votaron con ellos a la “derecha”? Viendo el mensaje entrelíneas de estas elecciones, creo que ahora, a los partidos y movimientos cívicos de derecha, e incluso a los que se sientan mejor considerándose en una sincera centroderecha, pero sobre todo a los de derecha, le toca hacer algo que no suelen hacer: unir fuerzas, unir fuerzas más allá del discurso, unir fuerzas en la praxis, y que no se diluya en la inmediatez. Debería entenderse de una vez que a la izquierda global, y a los se le tiene que combatir no únicamente desde las naciones, sino también desde una nueva coalición de derecha mundial, fuerte y popular. La izquierda históricamente lo ha hecho para sus propósitos. La derecha tiene que hacerlo, a su manera, para preservar los valores y conquistas de nuestra amenazada civilización, que hoy se dice más, pero todavía no se entiende. ¿Es posible imaginar una potente coalición europea, que trascienda diferencias intestinas y mezquinas, entre los conservadores y la derecha real?

Si la derecha y los conservadores quieren ganar de verdad, si incluso los nacionalistas de derecha como Orbán quieren poner en práctica una estrategia que pulverice la hegemonía de la izquierda globalista y desplace a sus colaboradores conscientes e inconscientes de la socialdemocracia: lo que hoy urge (inclusive para aprovechar el fragor del momento) es concretar un pacto mundial de los conservadores y las derechas soberanas, que defienda con efectividad sus esencias a todo nivel, en sus naciones y en Europa. E insisto, sería ésta una acción de impacto global precisamente contraria al globalismo.

De la fuerza y la sistematicidad de un grupo de acciones conjuntas de los conservadores y la derecha, dependerá mucho la trascendencia que en la práctica tenga el mensaje popular, entrelíneas, de estas elecciones europeas para el bien del futuro inmediato de Europa y el mundo. Ojalá se comprenda esta necesidad y se ejecute, para que estas elecciones europeas sean más que una fiesta pasajera, para que, más temprano que tarde, podamos hacer nuestra gran fiesta.

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