Para toda una generación, la última década del siglo XX, se convirtió en un atisbo al nobel camino que seguiría la humanidad, una seductora mirada al inicio de una cuenta regresiva, la que nos llevaría a otra centuria pero sobre todo, el advenimiento de un milenio, la llegada del futuro. En ese entonces, una desbordante cantidad de acontecimientos inundaban los noticiarios a diario, el planeta se sacudía con el mismo vigor con el que un viejo perro se quita el agua. Para 1991, cuando aún estábamos reaccionando a la caída de El muro de Berlín, ocurrida en 1989, sucedería el crujir del poderío geopolítico de la URSS y sus países satélites, poniendo punto final a la Guerra fría. La balanza del dominio global, se precipitó estrepitosamente a favor de USA. Aires de cambios recorrieron a muchos países y la ilusión por una transformación, positiva y humanística, parecía ser la consigna con la que se despertarían las sociedades, preparándonos al salto que sería la nueva era.
Con la muerte del gran caudillo Josip Broz “Tito” en 1980, la estabilidad y cohesión de Yugoslavia quedó debilitada tras 35 años de férreo gobierno, posterior al fallecimiento del líder, esta nación, presentó fracturas, pero, no fue hasta finales de los ochenta cuando se incrementaron los problemas. Aunque la federación yugoslava no era un país satélite de los soviéticos, con el desplome del bloque socialista, las seis repúblicas que la conformaban( Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Macedonia y Eslovenia, además de Kosovo, que mantenía un estatus especial de autonomía), entrarían en un congestionado proceso de ruptura por el recrudecimiento de remotas diferencias entre las repúblicas, más un crisol de religiones, que también se convirtió en un generador de tensión entre las naciones; los serbios cristianos ortodoxos, croatas cristianos católicos, bosnios musulmanes y albaneses de mayoría musulmana. El surgimiento de movimientos secesionistas en cada una de las repúblicas, tuvo mayor efervescencia en 1989 con la llegada en Serbia a la presidencia del político del Partido comunista, Slodoban Milošević, quien enciende la flama del nacionalismo, por su intención de en expandir el dominio serbio en todas las zonas, gracias a la creación del estado Gran Serbia.
Los antecedentes en la Yugoslavia de entonces, eran evidentes presagios de lo que vendría: Desintegración del bloque de naciones comunistas; repúblicas con disputas históricas y determinación independentista; supremacía política, económica y demográfica de Serbia; creciente nacionalismo en contra del plan serbio para anexarse repúblicas y crear la Gran Serbia; el exponencial aumento de la población albanesa y una compleja y diversa composición étnica en varios territorios. Finalmente, como detonante del conflicto, Milošević suprime el estatus autonómico de Kosovo; la alarma se activa y en junio de 1991, Croacia y Eslovenia declaran cada una su independencia, es el preludio del fin de la República federativa socialista de Yugoslavia.
El primer conflicto en estallar es la Guerra de independencia eslovena, ganada rápidamente en solo diez días por los eslovenos, Serbia no tenía intereses en esa república y se estaba preparando para la contienda que sí era un objetivo principal, la lucha con Croacia. Entre tanto, Macedonia también promulga su emancipación, situación que resultó sin mayor oposición de los serbios. En la Croacia liderada por Franjo Tuđman del partido Unión democrática croata, la minoría serbia se negaba a la nueva condición de nación independiente y en un movimiento desesperado crean la República Serbia de Krajina. Desde Belgrado, capital de Serbia se dirige gran parte del antiguo Ejército popular yugoslavo, resultando una poderosa, ruda y sangrienta campaña contra el recién constituido ejercito croata, estas operaciones se extendieron hasta 1994 con un saldo de unos cincuenta mil fallecidos. Con la victoria, Croacia alcanzó su total autodeterminación.
En Bosnia-Herzegovina, el poder estaba distribuido en tres grandes grupos étnicos: Bosnios musulmanes, serbo bosnios y los bosnios croatas. En 1992, los bosnios croatas a través de un referéndum deciden el camino de la independencia, los serbios de Bosnia rechazan tajantemente esta decisión y liderados por el político Radovan Karadžić, de radical postura frente a los bosnios musulmanes, deja la mesa servida para la violencia, dando inicio al enfrentamiento entre los serbo-bosnios contra las otras dos grupos raciales; mientras, continuaban los combates entre Serbia y Croacia. Adicionalmente pero en menor escala, también se desarrollan choques armados entre los bosnios croatas y los bosnios musulmanes. La superioridad del ejercito de Serbia le permitió anexionar los territorios con presencia serbia en Bosnia-Herzegovina, lo que significó la conquista de poblados bosnios musulmanes, comenzando así los hechos de más horror: las limpiezas étnicas. De entre todas esas terribles masacres, destacan, el asedio a Sarajevo (10 000 víctimas) o la pavorosa acción en la ciudad de Srebrenica (1995), donde ocho mil civiles fueron exterminados por el Ejército de los serbios de Bosnia-Herzegovina, bajo el mando del general Ratko Mladić, que buscaba la eliminación de los varones bosnios musulmanes; resultando la mayor matanza colectiva desde los lejano hechos de La segunda guerra mundial. La mediación de USA, quien no veía con agrado el éxito serbio, por ser heredera del sistema comunista, permitió que bosnios musulmanes y bosnios croatas cesaran los ataques entre si y se hiciera aliados para repeler a los serbios bosnios que marchaban a un inminente triunfo. En ese punto de la pugna, fuerzas de la OTAN bombardean posiciones serbo bosnias y las tropas desplegadas de la ONU se oponen a las fuerzas de Karadžić, por lo que, estas, se ven obligadas a firmar un armisticio en 1995. El saldo de estas acciones totalizaron cerca 130 000 fallecidos y 1 800 000 desplazados.
Posterior a la derrota de los serbios en Bosnia-Herzegovina, el accionar militar empieza en Kosovo, antigua zona autónoma de Serbia, donde la mayoría de ciudadanos eran albaneses, los albanokosovares. Después de una escalada en las escaramuzas guerrilleras, finalmente en febrero de 1998, se da inicio en gran escala a la Guerra de Kosovo. El gobierno de Yugoslavia que para ese momento solo estaba constituido por la República de Montenegro y la República de Serbia, generó con esta ofensiva, una nueva intervención de la OTAN, quien ataca severamente sus líneas; empujándolos a firmar la paz y retirarse de Kosovo. Por último, el otrora importante estado de Yugoslavia, se extingue cuando en 2006, Montenegro tras una consulta popular se separa e independiza. Kosovo declaró su independencia en 2008 y actualmente es reconocida por el 60% de los países de la comunidad internacional.
Desde 1991 a 2001, la barbarie ejerció el dominio en la antigua Yugoslavia, doscientos cuarenta mil muertos, tres millones de desplazados, ciudades completamente arrasadas y aún sumidas en la pobreza, son resultados que invitan a comprender que, la salida a los conflictos jamás debe ser dilucidados por medio de las armas. Una nación que vivió un desarrollo económico y social sostenido durante décadas, que siendo un gobierno comunista supo ser independiente de la URSS y mantener su postura frente a USA, que lideró el Movimiento de los países no alineados y consiguió importante influencia en el escenario global, cayó bajo lo efectos de la irracionalidad exacerbada, cerrando puertas al dialogo y al entendimiento; las diferencias entre las repúblicas que formaban a Yugoslavia, pudieron ser salvadas, pero la destrucción marcó el rumbo de la solución. En Venezuela desde hace unos años, se ha ido instaurando la hostilidad como expresión del pensamiento, ejemplos como el de Los Balcanes nos llama a reflexión y a concientizar, que el odio y la intolerancia deben ser desterrados al oscuro río de la historia y que busquemos, desenlaces más acordes con los aspiraciones propias, del despertar de una nueva era.