OPINIÓN

Para ilustrar a «dolarfagos»

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

El vocablo «Dollar» tiene su origen en uno alemán: Thaler [moneda que circuló en Europa Central, s.  XV, forjada con plata]. En Germania utilizan una expresión de fonética y significado coloquial: Daaler. Es una curiosidad que igual del bengalí que no puedo insertar en este texto: «pulso», sustantivo que, en Venezuela y otros lugares, por ejemplo, se haya popularizado con la expresión necesito «fuerza», regálame una «fuerza», et, refiriéndose al dinero.

El Thaler sustituyó al Florín de oro.  Fue creado en una región de los Alpes [Tirol, entre Austria e Italia]  el año 1484. La profusión de su empleo durante el s. XVI suscitó imitaciones en distintos países, con variantes: el Rijkddaaler, en Países Bajos. Rigsdaler, en Dinamarca. Tallero, en Italia. Talar, en Polonia. Jocandale en Francia y el Jefimok en Rusia.

Los norteamericanos denominaron Dólar a monedas españolas [el peso, pieza columnaria de ocho reales] utilizadas como divisas en las colonias inglesas. Por decisión del Congreso, el 6 de julio de 1785 se hicieron piezas de 1/2 y 1 real, 2 y 4 reales. Pero la palabra «Dollar» se fijó, oficialmente, como el estándar monetario de los Estados Unidos de Norteamérica (1794, con imagen Flowing Hair) cuando las acuñaron progresiva y masivamente en ese territorio.

Fue posterior a la II Guerra Mundial cuando se convirtió en el varón más codiciado universalmente, y ello se debió a una resolución financiera global: el conciliábulo Bretton Woods (1944) para la creación del Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional.

Histórico que sea el oro el mineral precioso que respalda las divisas de cada país. Lo fue y continúa su reinado. La miseria o progreso de cada nación es irremediablemente proporcional a sus reservas internacionales respaldadas bajo el patronato del metal amarillo.

El fanatismo [de obseso, contra Norteamérica] se explica mediante la procaz presencia especulativa de la divisa imperial donde almacenan y venden productos los mayoristas. También en menudos y grandes mercados, de ciudades principales y periferias, en países donde se ha instaurado el pauperismo y sumisión incontrovertible. El privilegio de leguleyos distinguidos, aduladores que adoctrinan casi ad honoren o por mendrugos, es frágil por su cualidad de criminal servidumbre.

El dólar es hermafrodita, reinó y todavía lo hace, luego de tantos años. Concede licencia a quien logra ganarlo de forma legítima, destinarlo para la compra de inmuebles, artefactos tecnológicos, viajar, instruirse, coleccionar obras de arte, socorrer parientes o amigos, donarlo a instituciones caritativas, et. En el mundo, es la hembra-hombre que más pleitos, forcejeos y corrupción por abusarla suscita, pero cuyo pasado interesa a pocas personas.

Donde más se ataca a quienes lo imprimen donde más es adorable. Logró, con su fortaleza, la irrupción de la Legión Internacional de Dolarfagos. A pesar de la progresiva digitalización de las actividades financieras interconectadas durante el siglo XXI, su desaparición en papel no sucederá antes del advenimiento de la III Guerra Mundial. Un irrefrenable y por venir evento que nos regresará al lugar en el cual debimos permanecer eternamente nada.

@jurescritor