OPINIÓN

Para ganar hay que votar (Parte II)

por Luisa Ortega Díaz Luisa Ortega Díaz

He afirmado que lo único que se necesita para ganar elecciones es votar. Conseguir que las personas acudan a votar. La gente tiene que votar, tiene que presentarse a las mesas de votación y ejercer su derecho a votar. No hay otra manera. Así lo requiere la democracia y así es como debemos comportarnos los demócratas. Todos los agentes sociales debemos comprometernos con la promoción y protección de los principios democráticos, y votar es uno de los más importantes de ellos.

El valor de votar está en que el voto es la expresión del enorme poder que la Constitución y la democracia le otorga a los ciudadanos. La democracia nos dice: «si quieres que el sistema funcione bien, debes actuar responsablemente como ciudadano. Para que lo hagas, te doy una herramienta muy poderosa: el voto. Con esta herramienta puedes decidir quién gobierna, y si esa persona olvida su compromiso, o lo hace mal, o es corrupto, espera a las próximas elecciones y remuévelo del poder votando por otro candidato».

Pero ese enorme poder del voto sólo tiene efecto si lo usamos, si votamos, si utilizamos nuestros derechos ciudadanos. Así que no basta saber que el voto es poderoso, hay que ejercerlo. Esa es una labor ciudadana. Sin duda, los partidos políticos y otras organizaciones sociales tienen un papel importante en la promoción, organización, movilización y defensa del voto, pero su fundamento es la conciencia ciudadana. Depende de nosotros si el voto es poderoso o no. Así que siempre debemos disponernos a usarlo, a votar, a decidir nosotros el destino de nuestro país.

La democracia está siempre amenazada por dos grandes peligros. Por un lado, los aventureros que no la respetan; y por el otro, la ciudadanía que abandona sus obligaciones constitucionales y deja de defenderla o apoyarla con su voto y su participación política. Si los autócratas logran que dejemos de votar, si consiguen que nos abstengamos, que le demos la espalda a la democracia, logran también despojarnos del poder que nos da la constitución. Nos mutilan, nos vencen sin luchar. Y ese es un triste destino para un pueblo combativo como nosotros. Eso es resignación y los venezolanos no somos así.

No debemos facilitarle las cosas a los autócratas. Debemos mostrarle la cara valiente y decidida de un pueblo consciente de su deber ciudadano. Dejarles claro que los venezolanos tenemos en nuestras manos un poder enorme, y que está dispuesto a usarlo para deshacerse de quienes han traicionado la democracia, la constitución y al pueblo que alguna vez creyó en ellos.

Ese pueblo se cansó del abuso de poder. Se cansó de la corrupción, de las mentiras, de la pobreza, de la amenaza, del chantaje. Ese pueblo sabe que la mafia revolucionaria que secuestra el poder en Venezuela sólo pretende seguir allí para robar y pisotear las instituciones. Son ladrones insaciables, despiadados y crueles. Enfermos de odio a quienes les llegó la hora de ser expulsados del poder por el medio más legítimo que existe: el voto masivo de todos los venezolanos.

El poder y la fuerza los tiene la gente, y lo único que hace posible que lo utilicemos acertadamente para cambiar el destino político de un país, es que cada persona comprenda, crea y se convenza de que somos nosotros quienes definimos el destino político de un líder, de un partido o de una nación.

Lo que se requiere es actuar con conciencia, con pasión y confianza para convertir la indignación en votos, y cada voto será la energía que se necesita para transformar lo que hoy son tinieblas, en la luz brillante de las posibilidades.

Las tareas están claras y en nuestras manos. Planificar lo que vamos a hacer. Organizar nuestras estrategias para ir a votar. Definir cómo será la movilización, cómo garantizar que no se quede un solo venezolano sin votar. Todos debemos trabajar en ello sin esperar que un partido político nos pida que lo hagamos. Así lo espera el país. Los empleadores deben facilitar a sus trabajadores el tiempo y los medios para ir a votar. Es el destino de todos el que se juega ese día. Los vecinos pueden cuidar personas mayores que no puedan moverse para que sus familiares puedan ir a votar. Y quienes tengan transportes pueden apoyar movilizando personas hasta los centros de votación. Es posible hacerlo si comenzamos ahora mismo.

A Venezuela la liberarán los venezolanos. Un ciudadano fortalecido, dueño de su destino y consciente de que con su voto hará valer sus derechos, porque ya se decidió a utilizarlo sin miedo, sin dudas y con la certeza de quien sabe que un pueblo es invencible cuando actúa guiado por la fuerza de sus convicciones.

En el artículo anterior demostré que el voto es formidablemente poderoso. Hoy les muestro que ese poder hay que usarlo si queremos cambiar nuestro destino. Vamos a usarlo, esa es la ruta. Deshacernos de esta tragedia es posible y lo haremos nosotros mismos.