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Para ganar hay que votar (Parte III)

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Candidatos antichavistas ganaron en 117 alcaldías

EFE/ Rayner Peña

Votar no sirve de nada si no estamos dispuestos a defender cívicamente y determinación, el voto que hemos depositado en las urnas electorales. Como ya hemos visto en los artículos anteriores, votar es el ejercicio de un derecho ciudadano de suma importancia, y es la forma en que ejercemos el enorme poder que la constitución y la democracia nos otorga. Ese proceso comienza en nuestra conciencia, cuando entendemos el valor que tiene nuestra participación; continúa con la organización y la plena articulación ciudadana para movilizarnos el día de la elección; se materializa cuando ponemos el voto en la urna de votación y no culmina hasta que efectivamente las autoridades electorales totalizan, anuncian los resultados y proclaman un triunfador. Tales resultados, si hicimos bien nuestra labor de organización y movilización, debe ser favorable para nuestra causa, debe significar un triunfo para nosotros. Si las autoridades anuncian algo diferente, si se tardan, si su información es confusa o si el proceso es desviado de alguna manera, debemos estar listos y organizados para hacer valer la voluntad ciudadana. Debemos prepararnos para defender nuestro voto. De eso voy a hablarles hoy.

Organizar una línea de defensa del voto debe ser una prioridad igual de importante que movilizar el voto. Cuando una tiranía sabe que va a perder las elecciones hará todo lo que esté a su alcance para evitarlo. Intentará aterrorizar a la gente. Los amenazará. Aplicará todo tipo de chantaje. Creará impedimentos legales, físicos o psicológicos para evitar que la gente vote. De tales acciones hay que defenderse. Esa es la primera defensa. Defender nuestro derecho a participar, a organizarnos, a movilizarnos. Nada debe impedir que votemos. Y de nosotros depende que así sea. La organización metódica y consciente es la forma más efectiva de defensa en esta fase.

También la autocracia intentará abusar de su poder el mismo día de las elecciones. Cambiando centros de votación, eliminando otros para dificultar nuestro voto, estableciendo «alcabalas» políticas (puntos rojos) para atemorizarnos, haciendo llamadas para intimidarnos. Debemos saber que un grupo de mafiosos desesperados porque saben que perderán el poder están dispuestos a todo. Debemos hacerles saber que nosotros también lo estamos. Que nos organizamos para movilizar los votos, para votar y acompañar en todo momento a quienes, como nosotros, hemos decidido acabar con la tragedia que saquea y arruina a Venezuela.

La siguiente fase comienza cuando se cierran los centros electorales. En ese momento entramos al proceso de totalización. Es un momento decisivo, clave, especialmente si la tiranía ya tiene claro su derrota. La presión seguirá en las calles, se observará en los medios informativos y en las redes sociales. Las amenazas en los centros de votación sobre las autoridades de cada mesa, y, especialmente, sobre las autoridades electorales en el CNE. Será una etapa de máxima tensión porque la autocracia deberá decidir entre aceptar la derrota o darle una patada a la mesa y desconocer los resultados.

De modo que, para combatir la tentación de desconocer los resultados, en todo el país deben organizarse grupos ciudadanos que manifiesten, clara, abierta y públicamente, su determinación a no aceptar maniobras que desde el gobierno intenten desviar la decisión ciudadana expresada en las urnas. Esos grupos ciudadanos deben comenzar a formarse desde ahora, para que estén listos para actuar cuando sea necesario. La autocracia debe saber que existe una organización ciudadana que va a expresarse y a movilizarse para reclamar su triunfo, para hacer valer, cívica y pacíficamente, sus derechos. Una ciudadanía decidida a impedir que nuevamente se burlen de la democracia y de la constitución. En esta línea de defensa debemos estar todos. No debe faltar nadie, porque es el modo de mostrarle a la tiranía la cohesión social, la determinación ciudadana y el talante democrático de los venezolanos.

Una vez lograda la victoria. Una vez reconocido por las autoridades el triunfo de las fuerzas democráticas, no hay que bajar la guardia. La mejor celebración será permanecer atentos y dispuestos a expresarnos del modo que lo requieran las circunstancias para proteger el resultado y evitar que luego, agitadores violentos, pretendan sembrar el caos en el país. No podemos permitir eso, y para impedirlo toda la organización ciudadana debe permanecer activa, vigilante y en pie. La democracia se defiende con más democracia. Y nada es más democrático que un movimiento ciudadano organizado y consciente de sus deberes y sus derechos.

La organización ciudadana requiere respaldo y apoyo especializado. La asesoría legal es necesaria, hay que tener un equipo de abogados, o articular con alguno de los muchos que ya se han preparado acerca de la normativa electoral en Venezuela, para quienes hay que establecer la logística necesaria para que realicen su tarea. Tener a mano las leyes, motos y automóviles con conductores para desplazarse a cualquier lugar que requiera su presencia, para apoyar los centros electorales frente a alguna duda o algún atropello contra los ciudadanos. De igual forma, es imprescindible crear una línea directa con los observadores internacionales y defensores de derechos humanos, para que igualmente nos asistan cuando sea necesario, y tengan testimonios de los abusos si se presenten. Todos debemos proteger y cuidar al ciudadano y su derecho a vivir en democracia.

Tenemos un compromiso con la historia. Se trata de un importante desafío porque nos jugamos el destino de nuestra democracia, de nuestros derechos y el futuro del país. No estamos eligiendo un presidente. Estamos eligiendo entre vivir en la tiranía salvaje o en una democracia desarrollada y civilizada. No podemos descansar en esta búsqueda. Sólo si nos organizamos, si nos movilizamos, si nos defendemos cívicamente, será posible rescatar el rumbo de nuestro país.

Nadie lo hará por nosotros. No será un milagro, ni una potencia extranjera la que nos permita recuperar nuestra institucionalidad. Esta es una tarea que haremos nosotros mismos. ¡Llegó el momento! ¡Vamos a hacerlo!

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