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Para Bolivia, con cariño: Manuel Bartlett

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El proceso electoral en Bolivia nos recuerda la triste historia de 1988 en México. Como aquí, en La Paz, cuando los datos iniciales (en realidad casi 85% de las casillas) arrojaron un resultado desfavorable para Evo Morales, presidente desde 2005, obligándolo a una segunda vuelta que podría perder, se cayó el sistema. El cómputo fue suspendido durante casi 24 horas, y cuando volvieron a fluir las cifras, la distancia entre Morales y el segundo lugar se había ensanchado lo suficiente para prácticamente cancelar la segunda vuelta programada para el 15 de diciembre.

Se desataron manifestaciones multitudinarias, algunas de ellas reprimidas, pero a diferencia de México en 1988, una misión internacional de observación electoral de la OEA comenzó a denunciar las irregularidades. Cuestionó la suspensión de entrega de datos, las discrepancias entre el equivalente del PREP y el conteo rápido de la propia autoridad electoral, y propuso que se celebrara una segunda vuelta para disipar las dudas existentes. Y aceptó realizar una auditoría del proceso electoral a condición de que Morales reconociera el carácter vinculante de las conclusiones a las que llegara. Pero el presidente asediado no se comprometió, y declaró que ganó por más de 10 puntos, evitando así la segunda vuelta.

La discusión se trasladó a la sede de la OEA en Washington, a una reunión extraordinaria de su Consejo Permanente. Allí, los bolivianos y sus aliados hicieron todo lo posible para evitar esa investigación, para neutralizar a la misión observadora y para socavar la autoridad del Luis Almagro, el secretario general uruguayo, enemigo de Morales, de Nicolás Maduro y de Daniel Ortega de Nicaragua, por sus posturas críticas hacia los regímenes encabezados por ellos. Dije los bolivianos y sus aliados, pero no dije quiénes eran. Son México y Nicaragua, a pesar del 88, del supuesto repudio de AMLO al fraude electoral de 2006, y de la tradición mexicana, desde 1994, de apoyar la observación internacional de elecciones.

Según Reforma, “En tanto, México y Nicaragua advirtieron que la OEA faltó al principio de neutralidad en las actuales elecciones presidenciales de Bolivia. La representante permanente de México ante la organización, Luz Elena Baños, aseveró que la Misión de Observación Electoral del organismo trastocó la parcialidad al calificar de manera apresurada los comicios bolivianos. Además, acusó que el Consejo Permanente de la OEA no esperó al canciller Diego Pary para llevar a cabo esa sesión extraordinaria, a pesar de que dicho Estado lo pidió”.

El jueves, el gobierno de México felicitó a Evo Morales por su triunfo, a diferencia de los gobiernos de la Unión Europea, del Cono sur y Estados Unidos y Canadá, acompañado solo por las dictaduras cubana y venezolana. Un observador latinoamericano presente en el debate en Washington en la sede de la OEA no recordaba, en más de 10 años de supervisiones electorales, haber escuchado una diatriba tan virulenta, y tan plagada de imprecisiones, falsedades e insultos como la intervención de la representante de México esta semana. Con los mejores deseos de Manuel Bartlett y 1988.

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