La pandemia está arrasando con Venezuela. Los números y datos suministrados por el régimen, a pesar de su poca o nula credibilidad, dan algunas señales de la magnitud catastrófica que está tomando, lo que no puede sorprendernos en un país con el sistema de salud pública completamente destruido.
Frente a la carencia de un sistema sanitario que pueda atender la gravedad de esta crisis, surge la pesadilla de tener un régimen totalitario manejándola. Los testimonios que me llegan de las distintas parroquias populares de Caracas, capital de la república, son aterradores. Hospitales, ambulatorios y demás centros de atención médica no tienen la dotación mínima necesaria para atender a los pacientes y lo que abunda es la amenaza, el chantaje y la arbitrariedad propia de campos de concentración.
Hoy la zona de Venezuela más afectada por el COVID es el Distrito Capital. El municipio Libertador de Caracas presenta cifras alarmantes que superan con creces a sus vecinos del área metropolitana y al estado Zulia. En el reporte del 7 de agosto emitido por el propio gobierno, las 3 zonas con mayor cantidad de contagiados en el país son el municipio Libertador con 5.971, el estado Zulia con 3.932 y el estado Miranda con 3.293.
Si estas cifras las expresamos en número de casos por cada 10.000 habitantes, de acuerdo con el último censo nacional, en la capital de la república hay 30,7 casos, casi el triple que en Zulia con 10,6 y Miranda con 12,3. Palabras más o palabras menos, la sede de todos los poderes del régimen, gobernada únicamente por ellos, se hunde en el caos. Queda en evidencia que no hay ninguna política de atención y mucho menos de prevención.
La crisis y el caos no llega hasta ahí. No sólo se trata de la carencia de un sistema de salud adecuado en la capital petrolera de América sino de las condiciones infrahumanas en la que se encuentran pacientes infectados y personal médico asistencial. Existen abundantes testimonios de los hospitales “centinelas” de El Algodonal, Lídice y Periférico de Coche y de ambulatorios del seguro social, denunciando la carencia de medicinas, alimentos y materiales tan básicos como papel higiénico y jabón, además de casos de robo por parte del personal militar y policial de los insumos que los familiares de los enfermos logran llevarle después de sortear una gran cantidad de dificultades. Igual de alarmante es el reporte del gobierno interino de los brotes de COVID en las cárceles políticas del régimen, lo que incluye el lamentable fallecimiento de Erick Echegaray, de 70 años, preso en El Helicoide, en la parroquia Santa Rosalía de Caracas.
Con esta ardua realidad deben convivir los médicos, enfermeros y trabajadores de la salud, quienes no cuentan con los materiales mínimos para protegerse y son los primeros que caen frente a la pandemia por la irresponsabilidad de un gobierno que destruyó con su ineficiencia y corrupción criminal a unos de los sistemas de salud con mejor infraestructura de América Latina.
Ser pobre en cualquier parte del mundo es una calamidad, pero serlo en Venezuela y en el oeste de Caracas es una condena a muerte. La total ausencia de autoridades municipales y la eliminación de las instancias regionales, está causando un caos sin precedentes que se confirma por el índice de contagios que reporta el oficialismo. Hoy, Caracas está huérfana de instituciones y sometida al maltrato. El gobierno nacional colapsó y no tiene ninguna capacidad de respuesta.
A esta dura realidad se suman las condiciones sociales que hoy acompañan a la crisis del COVID suministradas por el estudio de Encovi: 96% de nuestra población no tiene cómo adquirir los alimentos que cubran una dieta balanceada, es decir, el sistema inmunológico del venezolano es sumamente deficiente como para enfrentar un virus de esta magnitud. Aunado con las terribles condiciones sanitarias, Venezuela hoy se convierte en un caso abominable que requiere de la atención mundial. Sin un plan de atención y prevención mínimo los contagios seguirán sin control y las cifras, aún las anunciadas por el propio régimen, seguirán empeorando, siendo nuestra capital su primera víctima.
Venezuela entera, y en especial Caracas, piden a gritos el auxilio del mundo. Es momento de demostrar la utilidad real de los organismos multilaterales y del orden mundial.
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