OPINIÓN

La pandemia dejó en evidencia desigualdad de la educación en América Latina y el Caribe

por Oscar Hernández Bernalette Oscar Hernández Bernalette

Sin duda que la Pandemia producida por el covid 19 interrumpió y perturbo lo que podríamos llamar una evolución “normal” de los factores que inciden en la cotidianidad del planeta que incluye hasta las tangibles amenazas a que está sometido, sean estas debido a las varias guerras en curso, confrontaciones políticas, el cambio climático, los desastres naturales y hasta la lucha por superar la brecha digital que agobia a tantos grupos vulnerables del planeta.

Uno de los sectores más afectados por esta crisis que no estaba agendada en el calendario global ni preparada para enfrentarla, ha sido la educación. Más de 1.600 millones de educandos de los 195 países que existen en el mundo dejaron de asistir a las escuelas, colegios y universidades. Millones de docentes se quedaron en sus casas sin tener planes de contingencia para enfrentar una crisis de esta naturaleza. Los sistemas educativos no estaban preparados ante la dimensión del reto. ¿Cómo asegurar el desarrollo curricular y enfrentar los daños colaterales por la ausencia de millones de alumnos en las aulas?

A partir de la pandemia se crea un aplazamiento educativo al obligarse la mayoría de los países a suspender las clases e iniciar un proceso de reingeniería para adaptarse a la nueva realidad. Millones de estudiantes en las distintas categorías quedaron rezagados en los distintos niveles, primaria, secundaria y el universitario. Pasaron varios meses después del inicio de la pandemia en marzo de 2020 para que los gobiernos a nivel global lograran aplicar medidas para el de reinicio de las actividades académicas. Hubo regiones y países en donde el atraso se hacía mayor dependiendo de eficacia de las medidas implementadas, de otros planes de contingencias, niveles de los niveles de contagio de la población estudiantil, así como los niveles de acceso tecnológico.

Una vez más, la disparidad entre los países ricos y pobres ha prevalecido. La brecha digital y la falta de una acción global que le diera a los gobiernos una guía para enfrentar la crisis se hizo evidente. Muchos países lograron reiniciar los procesos educativos en distintos niveles basados en el acceso a la digitalización, mientras que millones de estudiantes quedaban rezagados precisamente por las limitaciones al acceso a la tecnología. A casi dos años del inicio de esa crisis aún perduran países que no han logrado desarrollar políticas diáfanas y permanentes para la inserción de los contingentes estudiantiles. Este es el caso especialmente en África y América Latina.

En esta última región, las evidentes desigualdades sociales que estaban en ascenso aun antes de la pandemia de enfermedad por coronavirus se hicieron aún más perceptibles. Durante el primer año de la crisis sanitaria se estima que casi 165 milllones de alumnos dejaron de asistir a los centros de educación en las distintas categorías (preescolar hasta universitaria). Las zonas rurales de toda la región son las más afectadas. La crisis de la salud ya de por si deteriorada, particularmente en los estratos más vulnerables tiene además que someterse a convivir con este nuevo reto. Por su parte la mayoría de los gobiernos se avocaron a tomar medidas ante la coyuntura que obligaba a paralizar el sistema educativo, gran parte de las acciones tomadas se dirigieron, una vez suspendidas las clases presenciales, a iniciar un proceso de educación a distancia bastante incipiente en América Latina y el Caribe.

Como veremos más adelante, muchas las medidas fueron asentadas en el método del ensayo y error (trial error) para obtener conocimiento, tanto proposicional como procedimental de como enfrentar la crisis en el sector educativo. En casi toda América Latina y el Caribe, con la excepción de Uruguay y Nicaragua, las escuelas estuvieron cerradas por más de 42 semanas. Tal como lo señala un estudio de la Cepal (“La educación en tiempos de la pandemia de covid 19”, 2021), la región se avocó de inmediato “a la utilización de una diversidad de formatos y plataformas (con o sin uso de tecnología); el apoyo y la movilización del personal y las comunidades educativas, y la atención a la salud y el bienestar integral de las y los estudiantes”.

La desigualdad, la incapacidad del sector público de enfrentar la complejidad de la situación y el cierre de los centros educativos durante un largo periodo forja multivariables por la falta de acceso a la tecnología que a su vez compromete el desarrollo de habilidades, la capacidad adaptación a los cambios bruscos de nuevos sistemas operativos entre otros.

La ausencia en las aulas hizo que millones de niños, por ejemplo, perdieran el acceso a programas de alimentación, esto a lo largo del tiempo igualmente va generando un retardo en la evolución cognoscitiva que incluye en la capacidad de adaptación a las nuevas demandas tecnológicas. El retraso en la vacunación de los maestros también generó un impacto en la búsqueda de un retorno a la “normalidad”. En nuestra región de acuerdo con la categorización de la Unesco, con la excepción de Colombia y Chile, la mayoría de los países estuvieron en la categoría media de vacunación para maestros y profesores.

Tal como podemos observar en un trabajo de seguimiento del Sela de las políticas implementadas en la región se evidencia que desde el inicio de la pandemia se aplicaron acciones y políticas para enfrentar la crisis sanitaria y las consecuencias en la continuidad de los procesos educativos. La primera medida tomada por la gran mayoría de los países fue el cierre total de los planteles educativos. Al mismo tiempo, se fueron poniendo en práctica, medidas alternativas para impartir educación a distancia.

Hubo marcadas diferencias en la premura y eficiencia en implementar estas modalidades. Destaca Uruguay que aprovechó la plataforma ya instalada Plan Ceibal de 2006 para iniciar a pocos días de decretado el cierre de las escuelas la educación a distancia. Países como Belice anunciaron que el Ministerio de Educación trabajaría de manera conjunta con organizaciones internacionales incluyendo Unicef y otras organizaciones educativas, que incluyen líderes de instituciones escolares, maestros y los medios de comunicación, para desarrollar estrategias que garantizaran el aprendizaje a distancia y a domicilio para cada nivel educativo. Estas estrategias incluyeron apoyo académico y psicológicos.

Panamá por su parte estableció el Plan Educativo Solidario para brindar acceso gratuito a Internet móvil a los estudiantes de escuelas oficiales para recibir las clases virtuales, para lo que la Asamblea Nacional y las cuatro operadoras telefónicas del país suscribieron un acuerdo de conectividad.

La reapertura de clases en la mayoría de los países de la región no fue sino a finales de 2020 y en otros bien iniciado el año 2021, y para ello se hizo un trabajo entre los Ministerios de Salud y Educación para preparar protocolos que permitieran una vuelta segura a las escuelas. Por ejemplo, en Chile, el Ministerio de Educación y la Unesco convocaron un grupo de trabajo para apoyar la reapertura de escuela y orientar a las comunidades educativas para un proceso de apertura gradual, segura y voluntaria, tomando en cuenta las cuatro dimensiones principales de los marcos de reapertura que la Unesco y otros organismos: funcionamiento seguro, compensación del aprendizaje, bienestar y protección, y llegar a los más marginados.

También se utilizó el modelo mixto presencial-virtual para el reinicio de clases. En Jamaica, por ejemplo, 303 escuelas primarias y secundarias reanudaron sus operaciones bajo el modelo de rotación, algunos días los estudiantes bajo el espacio virtual desde casa, mientras que otros asistían a la escuela. El Ministerio de Educación proporcionó kits de aprendizaje impresos (libros de trabajo, libros de texto y notas) para garantizar que todos los estudiantes tuvieran acceso a recursos educativos.

La brecha no es igual en todos los países ni la eficiencia de la aplicación de las medidas es proporcional. Difiere de país en país, de región en región, pero las carencias se hacen visibles especialmente entre los estudiantes pobres, de las clases medias deprimidas, en los emigrantes por igual, podemos inferir que especialmente a los Indígenas y los sectores rurales son los más afectados en comparación con las zonas urbanas.

Además, como bien lo resume un estudio del BID con datos recopilados por la División de Educación sobre las acciones emprendidas en la región basadas en Plataformas de aprendizajes, contenido digital, material físico o redes sociales, TV o radio,escuelas abiertas, la modalidad de enseñanza remota fue implementada en un lapso de tiempo y velocidad sin precedentes, con la utilización de distintas opciones a disposición como la radio ,televisión, medios impresos, plataformas y sistemas de gestión de aprendizajes. El informe destaca buenas prácticas en un grupo de países de América Latina y el Caribe que han reimpulsado estrategias con tecnología de primera generación.

Por su parte, la Cepal concluye que “las respuestas que han implementado los diversos países han mostrado que existen iniciativas innovadoras y prácticas prometedoras, así como importantes avances en un tiempo récord para garantizar la continuidad del aprendizaje. Además, se observa que los sistemas educativos nacionales se enfrentan a problemas y desafíos sistémicos que exigen la aplicación de estrategias a mediano y largo plazo basadas en la Agenda 2030”.

Los retos por delante

La mayoría de las escuelas en nuestra región, públicas o privadas están reabiertas, con un sistema mixto muchas de ellas, presencial y educación a distancia basada en las herramientas tecnológicas. Todos estamos en proceso de aprendizaje, los gobiernos implementado políticas dentro de sus posibilidades, los profesores aprendiendo a educar a distancia y en medio de una pandemia, los alumnos ante el reto de la ser formados a distancia y los padres también aprenden a educar a sus hijos con nuevas herramientas y ante nuevos desafíos.

El binomio escuelas abiertas con protocolos de salud, seguridad y programas de vacunación van de la mano. Los gobiernos han aprendido a superar la crisis y a su vez acelerar planes de contingencia y crear políticas públicas que aceleren la nueva manera de educar a las poblaciones. La pandemia colocó a la región en trance, pero a su vez nos abrió nuevas oportunidades. Aprendemos que es prioritario para nuestros países nivelar las pérdidas de aprendizaje, estimular a los docentes con salarios justos y capacitación, readaptar los sistemas educativos ante futuras demandas o crisis sistémicas que por lo general acentúan las disparidades en las comunidades más vulnerables.

Los costos han sido amplios, la pérdida de tiempo y oportunidades ha sido evidente. América Latina y el Caribe ha recibido el latigazo de pandemia para la cual no estaba preparada. Si algo hemos aprendido en esta coyuntura es que la salud y la educación como bienes públicos, deben ser prioritarios en la formulación de políticas.  Así como los países nos preparamos para los desastres asociados a fenómenos naturales que son producto de las acciones de la sociedad, podemos evitar en el futuro situaciones producidas por el covid 19 en América Latina y el Caribe con políticas y modelos para confrontar situaciones similares que se convierten en catástrofes generacionales por el impacto que tienen  a lo largo del tiempo y abordarlas con resiliencia y políticas preventivas que asuman los daños colaterales que produce un fenómeno imprevisto en el resto de las actividades. Coincidimos con la Unesco cuando afirma que “para ser más resilientes, equitativos e inclusivos, los sistemas educativos deben transformarse, aprovechando la tecnología para beneficiar a todos los estudiantes y aprovechando las innovaciones y asociaciones catalizadas durante esta crisis”.