OPINIÓN

Palabras correctas

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

Pocas cosas han cuidado tanto los dirigentes sociales –sean guerreros, gobernantes, empresariales, religiosos, o cualesquiera sea su naturaleza–, como lo que dicen o escriben. En el escenario político la vigilancia de lo expresado es minuciosa, suele ser seguido con puntillosa atención por tirios y troyanos; en muchas ocasiones los mensajes emitidos no son directos o transparentes pero, por lo general, tratando siempre, por lo menos hasta corto tiempo atrás, de expresar lo necesario. Por ello, las acciones que se toman en dicho ámbito tienen muchas veces un carácter simbólico.

La diferencia que hay, por poner un ejemplo, entre despido y renuncia es abismal. Y ello está expresado claramente en el propio lenguaje. Me remito al diccionario de la Real Academia Española, allí se lee en lo que tiene que ver con la segunda palabra, en su tercera acepción: Dimisión o dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello. En cuanto a la primera hay varios significados: soltar, desprender, arrojar algo. Despedir el dardo, la lanza, la piedra. Alejar, deponer a alguien de su cargo, prescindir de sus servicios. Despedir al criado, las tropas. Dicho de una persona: apartar de sí a alguien que le es gravoso o molesto.

La política venezolana ha presenciado unos cuantos despidos, unos más sonados que otros. Y por lo general todos ellos han traído consecuencias, mucho se ha especulado en torno a una destitución fulminante hecha por Carlos Andrés Pérez en su primer mandato y que luego le ajustaría cuentas en su segundo período constitucional. También se han visto unas cuantas renuncias, unas más sonadas que otras, como aquella del sabanetero ilustre de quien informó en su momento el entonces inspector general de las Fuerzas Armadas, Lucas Rincón Romero: “Se le solicitó al señor presidente de la República la renuncia de su cargo, la cual aceptó”.

Como se puede ver hay una diferencia, que suele ser una deferencia en el segundo de los ejemplos. Usted le otorga el beneficio de una retirada honorable a quien, por una razón u otra, se le quieren guardar ciertas consideraciones o evitar una posible escalada de ciertos conflictos.

Todo esto me da vueltas en la cabeza ante las “invasiones” llevadas a cabo por un grupo de mercenarios que buscaban capturar al señor Maduro. Debo confesar que un bodrio de aquellos que se transmitían en los principales canales televisivos criollos, y que calzaban la firma de las cubanas Inés Rodena o Delia Fiallo, eran menos pintorescos que lo mostrado por el aparato comunicacional rojo. No voy a embestir el capote de si eran patriotas o mercenarios quienes escenificaron tal mascarada, que solo ha sido de utilidad para la peste roja y sus cofrades. Como bien saben todos, el silencio de la “dirigencia” opositora fue sepulcral mientras que la alharaca de los sufridos herederos de Chávez y Maduro parecía propio de un tropel de guacharacas agarradas por la cola.

Bien se ha dicho que la derrota es huérfana y fue en lo que pensaron muchos ante la mudez de los supuestos promotores de semejante gesta. Los conspiradores, de contrato firmado y creo que hasta notariado, también empezaron a entonar sus cantos, al decir de muchos logrados con una afinación oficial de carajazos a tropel, y comenzó el desfile de nombres. La puesta en escena era tan burda que nadie podía creer nada de toda aquella cuchipanda. Hasta que apareció el “asesor”, el héroe de las mil batallas electorales, el samurái del millón de victorias, con gesto agrio y voz de abuelo apaciguado, para anunciar que él, en su condición de genio estratega del encargado, si había firmado y que si había contratado al batallón de Los Doce del Patíbulo para que capturaran al nefasto usurpador…

A todas estas, las voces de los “dirigentes” seguían sin salir a escena. Y el guerrero salió en todas las partes habidas y por haber, viviendo el mantra establecido en 1968 por Andy Warhol: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”.  Y el silencio seguía dominando. Hasta que el propio señor del kimono y las espadas apareció anunciando que renunciaba a un supuesto comité de estrategia. A lo que quiero llegar es: ¿merecía el honor de la renuncia este señor? ¿Por qué no fue echado a cajas destempladas en un primer momento? Este caballero que presume de ser un luchador que se rige por el Bushido se burló de las 7 virtudes del guerrero que contempla dicho código: justicia, cortesía, coraje, honor, benevolencia, honestidad y lealtad.  Sin embargo, vemos ahora cómo la “dirigencia” le trata con el respeto de un shogun victorioso.

¿Cuáles cree usted que son las palabras que merecen en este episodio lamentable cada uno de sus intérpretes? Cuando escribo suelo escuchar música, hoy oigo a Ismael Rivera y, como si el sublime negro  de Santurce me leyera, entona «Comedia» de Plácido Acevedo: “En el gran escenario de la farsa la comedia /de esta vida es inhumana… / hay payasos llevando armadura fría / y tenorios que no tienen ni una espada…”

© Alfredo Cedeño

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