El ejercicio teórico de la danza como expresión escénica propia y autónoma tiene en Venezuela sus orígenes en los años setenta del siglo XX, tiempo cuando emergen las valoraciones iniciales de esta disciplina desde las especificidades de sus distintos géneros, estilos, corrientes y tendencias. Periodistas y críticos surgieron progresivamente en los principales medios de comunicación, hasta establecerse el arte de la danza como fuente informativa y de opinión altamente especializada.
El ámbito editorial nacional ha ofrecido algunas aportaciones de valor en lo referente a la producción de libros escritos por teóricos y creadores del movimiento, que han abordado desde distintas aristas temas historiográficos, antropológicos, filosóficos, estéticos y técnicos. La edición de revistas orientadas hacia esta especialización ha sido una actividad de menor desarrollo. Referenciales publicaciones culturales, tales como Escena e Imagen, a lo largo de sus respectivas trayectorias abordaron recurrentemente la danza artística con destacable interés ensayístico y crítico. Sin embargo, revistas abocadas con especialidad y exclusividad a este tema han sido proyectos en la mayoría de los casos de efímera existencia, debido a razones fundamentalmente de tipo financiero.
La revista La danza, editada por el Instituto Superior de Danza y el Instituto Universitario de Danza en sus años iniciales, quizás constituya una excepción a la referida falta de permanencia en el tiempo de estas iniciativas. En sus 31 números publicados entre 1991 y 2001, abordó desde los espacios de formación, creación, difusión, apreciación crítica e investigación, diversidad de universos de la danza escénica venezolana e internacional, considerada desde sus dimensiones de danza clásica o académica, contemporánea y tradicional popular teatralizada. Personalidades artísticas trascendentes, obras patrimoniales, y determinantes iniciativas institucionales encontraron en sus páginas disimiles tratamientos enmarcados dentro de los preceptos que rigen a la danza como hecho artístico y sus vínculos esenciales con otras disciplinas creativas.
Diversidad de firmas, consagradas y noveles, pertenecientes tanto a periodistas y críticos como a bailarines y coreógrafos interesados en disertar sobre la creación y sus procesos, dieron dinámica vida y profundo sentido a La danza como órgano divulgativo, de análisis y generación de opinión pública sobre el arte del movimiento y sus hacedores.
El pensamiento de sorprendente número de artistas -bailarines, coreógrafos y maestros- quedó registrado en las páginas de La danza: Sonia Sanoja, Graciela Henríquez, Belén Lobo, Nina Novak, Hercilia López, Víctor Fuenmayor, Julie Barnsley, Nela Ochoa, Luis Viana, Leyson Ponce, Miguel Issa, Rafael González, Vanessa Lozano, Oswaldo Marchionda, Fernando Suels, Manuel Pérez Torres, José Antonio Blasco y Orlando Rodríguez.
Los nombres de Teresa Alvarenga, Thamara Hannot, Beatriz Sans Daboín, David Suárez, Luis Parada, de los investigadores mexicanos César Delgado Martínez y Carlos Ocampo, y de quien aquí suscribe, ofrecieron interpretaciones históricas, críticas, y científicas desde las ciencias sociales y la dimensión somática, sobre una amplitud de realizaciones concretadas desde la praxis de la danza.
Una nueva generación de periodistas, críticos e investigadores encontró en La danza un medio para canalizar inquietudes y consolidar sus profesiones: Rosa María Rappa, Omar Khan, Edgar Alfonzo-Sierra, Karel Mena, Mariveni Rodríguez, Diana Gómez, Inés Sira, Florángel Gómez, Allison Pomenta y Jairo Acevedo.
A través de sus dos etapas, la revista La danza, de gran formato, contó con el concurso de los diseñadores gráficos Teresa Jiménez y Víctor Pastore, quienes le imprimieron características coincidentes y también personalizadas. Igualmente, comunicó las imágenes fotográficas ya emblemas de Fidias Elías, Miro Anton, Bárbara Brändli, Miguel Gracia, Ricardo Armas y Roland Streuli. También las de quienes les precedieron: José Reinaldo Guédez, Margot Hernández, Miguel Issa, Javier Gracia, Asdrúbal Perdomo, Eduardo Arias y Marisela Lagrave.
La danza, que vio la luz por primera vez hace 30 años, alcanzó una década de vida. No es poco tiempo, si se toma en cuenta la tradición venezolana de corta permanencia de publicaciones periódicas especializadas sobre el movimiento y sus creadores.