El Estado chavista y las mafias que lo controlan solo tienen un plan en mente: continuar en el poder el mayor tiempo que sea posible al precio que sea. El control de todos los poderes públicos con la ayuda de las Fuerzas Armadas chavistas constituye la perfecta combinación para crear un marco seudo legal que por las armas se le impone a toda la población. Las negociaciones (con la falsa oposición) y las elecciones (fraudulentas) son para el entretenimiento de la galería. El poder real reside en el control total del aparato estatal y de sus fuerzas militares. Usando la legalidad del Estado chavista, para perseguir y neutralizar a sus adversarios, y las fuerzas militares, para linchar físicamente a la población civil, las posibilidades de un cambio respetando esas reglas de juego son prácticamente nulas.
Sin embargo, dirigir un Estado aunque este sea el caótico Estado chavista implica procesos mucho más complejos que perseguir y liquidar a sus oponentes. La urgencia por mantenerse en el poder día a día a costa de lo que sea es el principio que gobierna las políticas del Estado chavista. Todas las leyes, resoluciones, planes y programas están supeditados a ese único objetivo. Como consecuencia de esto las políticas del Estado chavista hacia la sociedad, desde tiempos de Hugo Chávez, son incoherentes, arbitrarias e improvisadas. Y en muchos casos terminan debilitando al Estado que deberían fortalecer.
El caos social e institucional en el que está hundida Venezuela no es casual ni se le puede atribuir al mito de las sanciones aplicadas por varios países contra el régimen chavista. Se trata de un desmantelamiento y un deterioro por diseño del propio Estado. Los ejemplos abundan en todas las áreas, pero solo tomemos uno por lo emblemático. El caso de Pdvsa. Esta empresa del Estado sería en teoría la llamada a proveer los recursos necesarios para financiar un megaplan de desarrollo industrial en Venezuela controlado por el propio gobierno. Esto se habría podido expresar en políticas agresivas de empleo y salarios asegurando una base social robusta para apoyar la permanencia del Estado chavista en el tiempo.
Lo que hizo Hugo Chávez fue precisamente lo contrario. Con mente estrecha y parasitaria, solo preocupada por el corto plazo, Pdvsa fue reducida a suplidora de cajas CLAP y albergue de todos los vagos y maleantes de la clientela chavista que podría así cobrar sin trabajar. El resultado es la destrucción de Pdvsa y de todas las empresas del Estado.
La guerra contra las industrias y las empresas privadas destruyó la economía venezolana. Hasta el bolívar como divisa que podría ser signo de orgullo ha sido devaluado bajo el régimen chavista hasta reducir su valor a menos que una hoja de papel higiénico. La brutal realidad del descalabro económico y la necesidad de seguir saqueando es lo que ha obligado al gobierno de Nicolás Maduro a desdecir las consignas iniciales de Chávez en contra de la propiedad privada. A Maduro le ha tocado revertir el proceso al punto de permitir (¿pedir?, ¿implorar?) la inversión privada y autorizar una dolarización de hecho de la economía.
No hay una sola iniciativa o empresa pública que haya funcionado bajo el régimen chavista. La salud, la economía, la seguridad, el transporte público, y la educación están en un absoluto caos. No hay políticas de Estado hacia la sociedad porque el único interés del chavismo es seguir en el poder para saquear. Y justamente este ha sido el régimen que ha manejado más recursos que todos los gobiernos juntos en los últimos 50 años. Las políticas del Estado chavista más que un conjunto de planes y programas que buscan la permanencia del Estado en el tiempo son una suma de intenciones cortoplacistas para vivir el día a día. Cada día en el poder es una oportunidad más para robar y mañana será otro día. Esto se parece más al ejercicio filosófico de Eudomar Santos, como vaya viniendo vamos viendo.
Otro de los factores que merece especial interés son las Fuerzas Armadas chavistas, brazo armado del régimen. A diferencia de otras fuerzas militares en el mundo esta fuerza armada no se ocupa de la defensa de la soberanía y las fronteras. El papel de las Fuerzas Armadas chavistas es la represión contra la población civil para así sostener al régimen. Hasta en las tareas elementales de orden público esta fuerza armada es incompetente, apática y desinteresada.
La selección microscópica de oficiales incondicionales del régimen para evitar rebeliones militares ha traído como consecuencia el ascenso de los más mediocres e incompetentes. Estas fuerzas armadas que lucen muy vitales cuando reprimen a la población civil tienen problemas estructurales graves derivados de la corrupción y la falta de formación profesional para privilegiar a los oficiales incondicionales. Las Fuerzas Armadas chavistas no son profesionales, se le caen los aviones, y manda soldados sin entrenar a enfrentar grupos guerrilleros. En otras palabras, el precio que tiene que pagar el régimen por tener un cuerpo armado arrastrado a su servicio es al mismo tiempo su debilitamiento orgánico.
El chavismo siempre ha usado con utilitarismo demagógico la fórmula unión cívico-militar, que podría tener un significado trascendente si hablamos de un pueblo fortalecido y unas fuerzas armadas profesionalizadas, unidos por claros objetivos patrióticos y nacionalistas. Pero en la jerga chavista la unión cívico-militar significa chavistas portando armas con militares armados actuando como chavistas con el objetivo de imponer a sangre y fuego el orden del Estado chavista. Hace unos días el general Vladimir Padrino López anunciaba entre papelillos y serpentinas que la unión cívico-militar iba ahora a una nueva fase, la fusión cívico-militar.
Podemos anticipar que esta fusión cívico-militar se traducirá en más chavistas armados y más oficiales de las fuerzas armadas comportándose como agentes chavistas. No dudamos de la veracidad del anuncio porque generalmente el chavismo siempre nos dice lo que va a hacer. Pero quizás el propio Padrino López no haya reparado en la profundidad del concepto de fusión que implica la combinación de dos o más factores previa a su disolución. En el caso de las Fuerzas Armadas chavistas se trata de un proceso en marcha que comenzó bien temprano en 1999. Estamos frente a otra de esas ideas geniales del chavismo que apunta al debilitamiento de su propio Estado. Solo habría que ejercitar un poco la imaginación para conjeturar cómo terminarán las guerras internas dentro del chavismo con medio millón de milicianos asalariados, armados para defender su revolución.
@humbertotweets