En el difícil pórtico transicional desde la tiránica revolución hacia una democracia renovada conviene iniciar un saldo con el trazo breve de sus tres principales castrochavistas, no por flojera de escribir sino para solicitar la inmediata atención de tantos venezolanos y del vecindario que a cualquier edad se han vuelto adictos al ícono digital. Son quienes reciben un legado nefasto y para sobrevivir tendrán que reinventarse con paciencia y sacrificios mayores.
Padrino: general, dirige una mafia armada de instrumentos bélicos, por colocarse un uniforme militar engrosado con medallitas de color sol ganadas entregando su país a un régimen militarista foráneo. Se considera el árbitro final del destino patrio. Lo hace violando de raíz todas las leyes constitucionales que lo llevaron a ese cargo y al pie de la letra original señala su deber sagrado de preservar la soberanía física y legal de la nación, una república democrática.
Lerdo: civil no civilizado, mente disfuncional, incapaz de asimilar la realidad, se limita a dictar dictados de su partido político, dependiente a su vez del unipartidista imperio invasor. Recibe y da órdenes, cumplidas a sangre y fuego por acción de los súbditos armados como robots para una guerra intergaláctica,sumisos al padrino y sus afiliados.
Guapetón: de barrio, no por nacimiento, sí por conducta. Teniente retirado. Leyó parte la Constitución luego de violarla y se sirve de grupetes, mendigos analfabetos, sufridos por hambre y el abandono paterno tradicional. Lo siguen como a su ”taita”, imitando el modelo de las montoneras caudillistas venezolanas de los siglos XIX y mitad del XX.
¿Quién ligó a la triada y su conjunto ya multimillonarios? Un paracaidista y su banda golpista adoctrinados por su amo, el imperialismo revolucionario. Liberado por un presidente demócrata, vestido de civil durante su campaña, fue electo primer mandatario y devino en dictador militarista, hoy imagen de la barbarie sanguinaria y santo de un culto funerario.
¿Qué los separa? El poder sin límites que conduce al histórico cría-cuervos y autodevora precisamente a todos sus enfermos de ambición.
¿Cuál es el destino de sus sobrevivientes? Depende. Unos irán a juicios y castigos internacionales por delitos de lesa humanidad que no prescriben, otros usarán sus caudales para pagar asilos de regímenes semejantes a los que comandaron; una mayoría de sus fichas dirigenciales y víctimas populares, voluntarias o no, serán investigados a fondo por la resucitada democracia que intentará remediar o atenuar sus taras sembradas por la delincuencia organizada durante más de dos décadas.
Mientras tanto, lo que hay es caos. Y crece rápido por dilaciones internas y externas. Mañana es tarde en muchos casos.