No son excluyentes la una de la otra, pero la paciencia, sin duda necesaria, por sí sola se asimila con pasividad, con esperar y ver, con cierto tipo de resignación, que el presente nacional hace inaceptable, porque ese es el propósito de la hegemonía: la resignación general del pueblo venezolano.
Para que la paciencia pueda dar frutos es indispensable la perseverancia, es decir, el dinamismo de la lucha, el compromiso concreto de seguir adelante, el no cansarse en la defensa del ideal democrático y en la búsqueda del cambio efectivo que lo haga posible. Cambio radical lo acaba de denominar la declaración de la Conferencia Episcopal.
¿Que ello parece muy cuesta arriba? Sí, es verdad. Lo cual no significa que tal cuesta no pueda ser remontada. Muchos obstáculos hay en ese camino arduo y muy difícil. Comenzando por la cepa más despótica y depredadora de la hegemonía. Y siguiendo por la intimidación o la complicidad de tantos que han pretendido representar el rechazo al poder establecido.
Pero las condiciones catastróficas de Venezuela, mire uno por donde mire, son una exigencia para perseverar en la superación de la hegemonía y en la reconstrucción integral de la patria.