Las primeras imágenes de Ousía, el más reciente proyecto escénico de Claudia Capriles, muestran a cuatro bailarinas que, inicialmente, parecieran evocar el ideal estético de las heroínas del ballet romántico. Pronto esa visión se transforma y da paso a unos cuerpos femeninos en la búsqueda de plenitud de su sentido de identidad.
El título de la nueva creación de Capriles remite al concepto filosófico de lo sustantivo. El énfasis de su autora está puesto en la indagación de espacios primigenios, de territorios esenciales. Ese interés ya había sido advertido en su anterior obra En el nombre del padre, a través de la cual la coreógrafa del gesto femenino se volcaba con sutileza, no exenta de determinación, hacia realidades, sensibilidades y corporalidades masculinas, también ancestrales y recónditas.
En Ousía, Capriles retoma el que ha sido su norte como creadora desde que interpretara a Madeimoselle H, primigenia y enigmática criatura atada a un gallo de pelea: el universo de la mujer desde una dimensión esencialmente poética. Su concepción escénica -el mérito mayor de esta propuesta- privilegia las imágenes, las atmósferas, los volúmenes y la arquitectura espacial. Todo está al servicio de una exaltación, sin ideologías ni militancias evidentes, de una condición diferenciada poseedora de hondos impulsos y contrastantes energías de origen dual, individual y grupal.
No se trata de personajes dramática y psicológicamente caracterizados. Tampoco de meras entidades abstractas vaciadas de contenido emocional. Son cuerpos consustanciados consigo mismos y con su entorno. Su esencia, surgida de los determinantes elementos de la naturaleza, también hace parte tanto de una reacción visceral como de una introspección racional.
Cada una de sus intérpretes -Andrea Hernández, Carla Medina, Sain-Ma Rada y María Cristina Rossell- representan entidades separadas y autónomas que, unidas, conforman un núcleo gregario y solidario. Danzan un ritual invocador de la naturaleza, al tiempo que se asumen como creadoras dentro de visiones de una nueva modernidad. Son bailarinas poseedoras de cuerpos sometidos a procesos de formación técnica sistematizada, que buscan a través de este ceremonial retornar a una expresión genuina y liberadora.
La banda musical de Ousía -Andrés Level, Liber Osher, Jaime De Armas y Ronald Bonilla- de sonoridades múltiples y sugestivas, forma parte intrínseca de la conceptualización de la obra. No enmarca ni refuerza su idea rectora. Va mucho más allá para formar parte orgánica de ella.
Igual desempeño cumple la iluminación de Rafael González que, con esmerada sobriedad y sin golpes de efecto, sublima lo sencillo y oculta lo que debe permanecer bajo un halo de misterio, dotando al espacio escénico de valores plásticos elevados.
Con Ousía Claudia Capriles refuerza su aporte a lo que ya es más que una tendencia, para convertirse en una de las resaltantes características de la danza del nuevo siglo: la consideración de lo corporal desde su reencuentro con lo originario esencial.