OPINIÓN

Otro Pérez y un Castro en más de 1.000 palabras

por Antonio Guevara Antonio Guevara

 

Una excelente memoria humorística con Cayito Aponte en un sketch haciendo una de sus magníficas imitaciones de Carlos Andrés Pérez en la Radio Rochela en su primer gobierno lo retrata de cuerpo entero. CAP, quien venía precedido del pegajoso y poderoso lema electoral de “Ese hombre sí camina, va de frente y da la cara” queda marcado en un perfecto pronóstico de lo que se venía para la Venezuela Saudita, que se vivió en ese quinquenio constitucional y lo que se dejó sembrado para una generación después. Desde la gran cruzada del buen humor y hacia donde la opinión pública criolla con el sesgo característico hacia la joda ya lo habían bautizado como Locoven en esa democracia con energía. Aponte, ataviado con un traje de astronauta estaba en los predios de la luna y los planetas más cercanos a la Tierra buscando extender sus relaciones. Hasta allá había ido la prensa a entrevistarlo. Las fronteras globales habían sido superadas por Pérez buscando gloria terrenal y liderazgo universal. La Tierra le había quedado pequeña. Por delante estaba lo que se pudiera alcanzar en el resto de la Vía Láctea. Venezuela estaba lejos y diminuta para sus discursos, Latinoamérica también. El continente y el hemisferio eran dos charquitos como los que saltaba durante la campaña electoral y la Tierra ya había sido surcada por el camastrón varias veces con los viajes intercontinentales para hacer discursos en la ONU, en el Movimiento de los No Alineados, en el diálogo Sur-Sur o en la OPEP. Menudo trabajo para los uniformados de la Casa Militar. El cielo era el límite para el hombre de Rubio buscando protagonismo y liderazgo planetario con la chequera del petróleo lista para disparar. Preludio de lo que haría tres décadas después el teniente coronel Hugo Chávez con la misma chequera en ráfaga y con tutoría de Fidel Castro para exportar al mundo la revolución del proletariado y el socialismo del siglo XXI. Tanto que hubo necesidad de pasar al retiro al camastrón Boeing 737 y relevarlo por un avión más moderno y de mayor autonomía, el Airbus CJ319, después de que la dinastía que manda en Arabia Saudita le dijera en una cena de Estado: «¡Comandante, dirija usted la estrategia de la OPEP! No hubo manera de pararle el trote de la viajadera. Luz verde, pues. Solo la muerte lo bajó del avión. 

Explicable la imagen que preside entonces este texto. En el tiempo la única palabra que encaja en una relación entre Carlos Andrés Pérez y Fidel Castro que es desarrollable para el común es el narcisismo. O la soberbia que van aparejadas como enfermedades de los dioses. Después de su pasaje como ministro del interior del gobierno de Rómulo Betancourt y su implacable defensa de la democracia y la Constitución Nacional frente al asedio de la guerrilla alentada por el propio Fidel desde La Habana, tan fuerte que los bandoleros en armas y sus secuaces de la fachada lo etiquetaron como el ministro-policía. Solo así, en el terreno de lo psicológico en frontera con lo político se consigue alguna luz. Cuando se ensamblan las piezas del primer Pérez en Miraflores y se las armoniza con el segundo que inicia con esta fotografía de 1989 durante su coronación en el Teatro Teresa Carreño se consigue alguna claridad. Entre 1973 y 1978 el mandatario criollo puso a los venezolanos con la riqueza derivada de los altos precios del petróleo en unos estándares económicos de primer orden. Eran los días de la Venezuela Saudita. Del dispendio en Miami con el ta’ barato dame dos. El protagonismo venezolano en la OPEP se intensificó y el crudo puso a jugar en las grandes ligas del liderazgo mundial a CAP. El petróleo como arma geopolítica con Pérez lo puso a viajar alrededor del mundo en cuanta conferencia se organizara para los intercambios bilaterales y multilaterales. El jeque Ahmed Zaki Yamani, Willy Brand, Felipe González eran parte de la claque de líderes mundiales que intercambiaban con Pérez dos y tres veces al año. Los altos precios del petróleo derivados de la guerra del Yom Kippur en 1973, la nacionalización del petróleo y del hierro en 1975, la relativa paz social surgida de la pacificación guerrillera y la tranquilidad de los cuarteles, le proporcionaron un apacible lugar político, un ambiente económico muy importante, una relativa calma en social desde la calle y una rutina estable con los militares, sin ningún tipo de ruido de sables. A lo interno, Venezuela estaba de luna de miel y de rumba con Pérez. Solo los lunares del secuestro del industrial norteamericano William Frank Niehous y la voladura del avión de Cubana de Aviación, enturbiaron en algo las relaciones entre Cuba y Venezuela en 1976. En tanto que a lo externo, Pérez solo sentía que desde Latinoamérica quien le hacía peso en imagen desde el Caribe era el dictador Castro y su paisano de orígenes tachirenses Ilich Ramírez Sanchez (a) El Chacal con cada golpe de terror. Cuba con Fidel roncando políticamente alrededor del mundo desde una isla empobrecida y cercada, alineada con la URSS en la guerra fría y dentro del conflicto este-oeste, que quería exportar una revolución y el socialismo, vendía más en imagen política que Venezuela produciendo petróleo del lado de Estados Unidos, con Pérez empeñado en construir a fuerza de oro negro una imagen de líder mundial solo matizada con la corrupción desde el entorno más íntimo. 

Las relaciones oficiales de Venezuela con Cuba, rotas desde noviembre de 1961 cuando el presidente Rómulo Betancourt las suspendió siguiendo la política de su doctrina, que consistía en no mantener vínculos diplomáticos con los gobiernos que habían llegado al poder por medios no electorales se reanudaron en el primer gobierno de CAP en el año 1974.  Con la embajada cubana abierta, llegó el embajador Norberto Hernández Curbelo (a) Noel Bucarelli, gallero de origen, de bragueta ligera y de alto vuelo en la inteligencia de la isla. Un 007 de guayabera. Una fija en todas las páginas de sociales de El Universal y El Nacional con cada reseña de la celebración de la independencia de los países amigos. Fue el scout político de ese entonces, de Nicolás Maduro Moros para la inducción política y su formación de cuadros en la la Escuela Superior del Partido Comunista Ñico López en La Habana después de la liberación de Niehous en 1979.

La gráfica está allí en pleno teatro Teresa Carreño. Pendulando a ambos políticos y haciendo de eje está Orlando García, como jefe de la seguridad más inmediata de CAP y sin haber vendido aún alguna navajita previa intercesión por Gardenia Martinez y la Corporación Margold, en intimidad con Cecilia Matos en el correaje conspirativo que sacó del comando general del Ejército al general Peñaloza dos años después con intrigas de chantajes de camas, por ventas de armas y por golpes de estado encubiertos y tapareados. No aparecen allí, pero estaban como en enjambre alrededor, muchos de los 911 artistas e intelectuales abajo firmantes del manifiesto de bienvenida a Fidel, listos para tomarse la fotografía que los honraría el resto de su vida después de esperar tanto tiempo luego del discurso en 1959 en el Aula Magna de la UCV. Tres semanas después reventaría el Caracazo desde Guarenas y Pérez empezó a despedirse con decisiones que lo empujaban más hacia lo interno y hacia el fracaso. La renovación del Alto Mando Militar por sus antiguos edecanes, la traición de sus más inmediatos colaboradores militares y la incompetencia de su entorno de seguridad más cercano facilitó el desenlace del 4F después de bajarse del avión llegando de Davos, Suiza. CAP hubiese querido otra muerte política, pero esa fue la que se construyó él. Cosas de la soberbia y del narcisismo, que son las enfermedades de algunos de los dioses de la mitología griega y romana.

De García, siempre de eternos lentes oscuros, poco se ha profundizado para compartir en el conocimiento de la opinión pública. Así funcionan en el misterio y la oscuridad esos asuntos del mundo de la inteligencia y de la seguridad. Amigo de Rómulo Betancourt desde los tiempos del exilio en Cuba, con Carlos Andrés se hizo llave desde el destierro de este en Costa Rica. A partir de allí, este cubano-venezolano se amarró a la suerte de Pérez en su primer gobierno y facilitó el ingreso a la policía política del grupo de anticastristas con puesto de comando en Miami para ocupar altos cargos en la policía política venezolana. El caso de la explosión del avión de Cubana de Aviación en 1976 lo salpicó algo en las investigaciones. Allí en esa imagen hacía de coordinador de la seguridad de Fidel Castro a petición personal… de Fidel Castro. Como lo fue con Kennedy en su visita a Venezuela. Machurucuto, Guyana, Nicaragua y la recordada operación Cóndor en el Cono Sur son episodios donde el nombre de García sonó en múltiples oportunidades. Y donde es inevitable disparar las alarmas solo a título de recordatorio para profundizar y curiosear en una investigación  que lleve a una pregunta: ¿Qué hay de eso de ser doble agente de la CIA o de la DGI? Esos entretelones se los llevaron a la tumba Pérez, Castro y García. Pero están allí gritando en esa fotografía. O saldrán a la luz pública cuando se terminen desclasificar los registros y los archivos de esas actividades.

¡Esta imagen está robusta y puede decir más de 1.000 palabras! Aún se le puede exprimir.