Sin demasiado estruendo han surgido en fechas cercanas cuatro gobiernos progresistas en países de los mayores de América Latina, Colombia, Chile, Brasil y hace unos días México. Argentina, el otro mayor, se hace cada día más pobre, antes por los abismales pecados de Macri y el kirchnerismo, ahora bajo las locuras del orate Milei. Y, por supuesto, eliminar de esa lista las tres dictaduras puras y duras de Cuba, Nicaragua y Venezuela que un día se autocalificaron de izquierda y han terminado por ser tiranías crueles y cleptómanas que han destruido sus países en todos los ámbitos. Y no obviamos la decencia “suiza” casi ancestral de Uruguay y Costa Rica, más allá de su ubicación en la topología política. Le dejo a Honduras y Bolivia para que lo piense.
Esos izquierdismos victoriosos de nuevo cuño son demócratas probados. Del decentísimo republicano de Boric no hay que dar muchas pruebas, pregúntenle a Maduro. Y Lula y Petro, han aguantado suficientes reveses, aceptado hasta rudos castigos personales de las instituciones y las leyes, para no dudar de su legitimidad republicana y, cuando fuese el caso, el perdón de sus pecados. Entre otras cosas las gestiones de Petro y Lula para democratizar a Venezuela deberían convencer a nuestros abundantes enfermizos anticomunistas, después de la muerte de este con estatuas y todo. Y la científica mexicana es por supuesto virgen y su padre más allá de su ego exaltado y a veces caprichoso, deja un México próspero económicamente y socialmente muy mejorado, por supuesto con su guerra terrible por la seguridad, contra el narco esencialmente.
En fin, lo que quiero decir es que sobre todo en un mundo particularmente convulsionado, por los guerreristas criminales de Netanyahu y Putin, por ejemplo, o los neofascistas europeos, o el descomunal peligro del triunfo de Trump, el rostro del subcontinente no está en su peor momento. Es verdad que las cifras que nos dibujan no son las mejores como a comienzos del milenio, pero parece haber un futuro bastante abierto a la lucha contra las abismales desigualdades sociales y sus retrasos en la modernidad económica y tecnológica puedan ser combatidos.
Venezuela tiene una opción muy próxima de recobrar la libertad y la dignidad. Todos debemos marchar hacia ese destino, hacia el fin de la tragedia venezolana, el infierno de un cuarto de siglo. Edmundo para todo el mundo. Pero si así fuese, así lo de la santidad de José Gregorio haya sido un bulo, se debería estudiar con detenimiento nuestra ubicación en el nuevo mapa y seleccionar con cuidado a nuestros amigos y nuestras definiciones. Puede ser vital, ahora y después. Lo debe saber Edmundo que es diplomático viejo.