Un hilo sangrante sigue corriendo por las calles de Venezuela. Salió de Dos Pilitas, dizque de un tribunal que se dice supremo y de justicia, pasó por El Guanábano, el puente donde otrora la gente se suicidaba por razones de des-amor. Lo esperan entre El Silencio y Pajaritos, mientras en Miraflores con sangre se lavan las manos, porque las conciencias no pueden sanearse, hasta allá no llega agua ni jabón.
Corre el hilo rojo sangriento a encontrarse con otros que provienen de los otros poderes del Estado, que nada hacen por evitar la hemorragia de injusticias y despropósitos de la desgracia chavista que desgobierna; por el contrario, todos sumisos al servicio de la peste empeñada en gobernar a troche y moche, en llevarnos por el despeñadero de la destrucción, cuesta abajo en su rodada, como llora el tango. Como se sabe, solo el Poder Legislativo nos queda para sostener ante el mundo nuestras legítimas aspiraciones para recuperar la Venezuela que se nos sigue yendo, escapándosenos como agua entre las manos.
Es el hilo constitucional, el de la pobre carta magna tan violada, humillada y vilipendiada, que no puede parir más. Con ella la patria venezolana, la dolida democracia y sus instituciones que acusan cada manotazo que la usurpación ha dado al Estado de Derecho, echando al traste con un supuesto “Estado Social, de Derecho y de Justicia” y de esa entelequia llamada “democracia participativa y protagónica”.
Cuando Andrés Eloy Blanco presidía la Asamblea Nacional Constituyente, no fueron pocos los ataques que recibió, acusándosele de político regionalista que despreciaba a algunas regiones del país. Nada más alejado de la realidad.
El poeta afirmaba que su arma era la campanilla que portaba en su mano, “que tiene voto y manda”, decía. Y que si alguna vez se alzare un clamor de voces, que no se alzará jamás, atacando a una región de mi patria, yo no tendría mejor camino para responderle que agitar la campanilla, mostrar el retrato de Bolívar y decirles: “Señores representantes, tiene la palabra Venezuela”. (10-4-47)
Viene a cuento la anécdota por la relevancia del ejercicio constituyente del político y poeta oriental, y al propio tiempo, para poner del bulto la grosera complacencia que han tenido todos los poderes, salvo el Legislativo, con esa maldición que dejó aquel mediocre milico golpista, y que aún sigue aposentada en Miraflores.
Tan asidos al poder, que el temor –eso creo– no solo es a dejarlo, sino también a ser juzgados por tantos crímenes, que cuando se recomponga la República, la democracia y sus instituciones, quizás veamos en su exacta dimensión los desafueros cometidos, el monto del dinero timado, el nivel de abusos y atropellos, en fin, ojalá podamos ver entonces, cuando se dé la reforma del Estado en que nos encontramos, el quantum de los daños ocasionados a la República.
Hoy la llamada prostituyente, ese bodrio que mientan anc, se instala en el Hemiciclo del Palacio Federal Legislativo, impidiendo así el desempeño de la legítima Asamblea Nacional (la elegida en 2015), reconocida nacional e internacionalmente como el único poder público con legitimidad de origen y de ejercicio en Venezuela.
Hoy mismo cuando pergeño esta nota (15 de enero), pudimos ver cómo cuerpos armados al servicio del ch…abismo, que se hacen llamar “colectivos”, pero que en realidad son verdaderos grupos de exterminio, escuadrones de la muerte, asociaciones para delinquir, bandas hamponiles, agredieron con piedras, palos, conos de seguridad y con supuestos disparos lanzados a los vehículos donde se trasladaban los diputados de la Unidad a instalarse en sesión de la Asamblea Nacional.
Mientras esto ocurría, el usurpador mayor sin grado militar, quien “fuera nacido” no sé dónde, “tampoco se sabe cuándo”, pero que sigue asido al poder, viajando en procura de aprobación internacional a troche y moche, seguía repartiendo y ofreciendo el erario a los chulos hemisféricos, y villas y castillos a quienes aún lo siguen en sus desesperados delirios. Como se sabe, ni la épica ni el talento se habilitan.
Quienes hayan asistido a alguna Facultad de Derecho y recibido algunas clases adicionales de Derecho Público, o por simple estudio motu proprio, saben que este ha sido otro golpe artero a la democracia y de suyo, a las instituciones que la soportan.
Lástima da saber que mientras en el mundo entero la civilidad toma las sociedades y les confiere poderes al hombre sin uniforme, Venezuela ahora se parece a una fortaleza militar que cada día gasta más en armarse con inmensas sumas de dinero –dignas de mejor destino– en aviones, fusiles, milicias, misiles, tanques y submarinos, entre otras capacidades bélicas, mientras los civiles tristemente sacrifican su derecho de dirigir los destinos del país para entregárselos a quienes han fracasado en todo el mundo al frente del poder.
¡Los militares siempre han fracasado en el gobierno! ¡No existe una excepción! Una verdadera lástima que la mediocridad partidista que se ha criticado tanto, incluso la oposición de la oposición, haya llegado a lo más profundo del barranco con una clase política mucho peor que adecos, copeyanos y masistas de otros tiempos. Más serviles y menos independientes, más lacayos y lambucios, además de tristes servidores del militarismo más arbitrario y abusivo que se haya vivido en Venezuela.
La burda maniobra ha sido otro golpe bajo a la institucionalidad democrática venezolana, o a lo poco que de ella queda. Estos ataques no deben arredrarnos en modo alguno ni amilanarnos en nuestro afán insistente por reinstaurar la legalidad, nuestro sentido de patria y la dignidad que nos permita recuperar el país que nunca hemos debido perder.
Los ataques al Estado de Derecho deben responderse desde el Estado de Derecho, y eso lo saben. En ese contexto deben están enmarcadas las acciones de la unidad opositora venezolana, la democrática, la de los cien diputados electos legítimamente y quienes apostamos por salir de esta caverna que significa la barbarie que manda en nuestro país.
Las distintas formas de invalidar la democracia, de anularla, están a la orden del día, de la usurpación y su hatajo de conmilitones, pero es bien sabido que ante la violación de la Constitución, de acuerdo con sus propias disposiciones, solo cabe restituir su majestad.
El primer interesado en defender los privilegios y prerrogativas de los diputados ha debido ser el propio Parlamento venezolano, aunque se sabe que la justicia militar suele ser injusticia, y hoy más que nunca con aprobación de civiles sumisos, infelices tarifados, capaces de vender hasta el alma por un plato de lentejas o una caja CLAP.
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