OPINIÓN

Otra vez Haití: ¿es un país viable?

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

En este mundo de hoy ocupado y preocupado por “grandes temas”, los titulares de la prensa mundial utilizan sus espacios con la guerra en Ucrania, la venidera elección presidencial norteamericana, las peripecias de Pedro Sánchez por mantenerse en la presidencia del gobierno español y pocos asuntos más. Escaso centimetraje obtiene  el tema de Haití, cuya dimensión humana trasciende lo imaginable y además se desarrolla frente a nuestras narices. La semana pasada, en estas mismas páginas el internacionalista William Santana aportó un excelente artículo abordando el asunto. De entonces a hoy se han continuado produciendo acontecimientos, a cual peor, que apenas son reseñados y muy poco atraen la atención de los grandes actores internacionales.

Haití está situado en la isla de Hispaniola que comparte con República Dominicana. Fue escenario de la temprana presencia de españoles tripulantes del primer viaje de Colón en 1492. Su historia se desenvuelve entre las consecuencias de acontecimientos europeos que la hacen cambiar de amo colonial (Francia, Gran Bretaña). Originalmente gozó de prosperidad y riqueza como resultado del jugoso negocio de la caña de azúcar, a pesar de los enfrentamientos entre blancos terratenientes, mulatos y negros esclavos llegando al 1800 cuando, sin declaración formal de independencia, se constituye un gobierno presidido por Alexander Petion desde 1807. Es el segundo país de nuestro continente, después de Estados Unidos, en obtener la independencia  y su primer presidente, Petion, se convirtió en el primer apoyo concreto al proceso independentista de nuestra Venezuela no solo con declaraciones sino proveyendo los recursos materiales para las dos expediciones de Los Cayos en 1816. La primera, en abril, resultó un fracaso; pero la segunda, en diciembre del mismo año, luego de un breve paso por Margarita, logra poner pie en tierra firme en Carúpano desde donde, de inmediato, el Libertador proclama la abolición de la esclavitud que había prometido a Petion. Así pues, Venezuela tiene una deuda histórica con Haití.

Lamentablemente, los haitianos desde antes de la independencia han tenido la costumbre de pelearse entre ellos, a veces sangrientamente, primero entre grupos raciales (blancos, mulatos, negros) y desde entonces hasta hoy han seguido en lo mismo salvo en la época del dictador Francois Duvalier (1957-1971) y su hijo Jean Claude (1971-1986), cuando la estabilidad se impuso con torturas, asesinatos, y excesos de los tonton-macoutes (una especie de “círculos bolivarianos” pero mas sangrientos).

Muchas décadas mas tarde y en buena parte gracias al apoyo de Venezuela, Leslie Manigat, demócrata cristiano residente en nuestro país, consigue llegar  a la primera magistratura por elección  en febrero de1988 siendo depuesto en julio por su propio ministro de defensa. Años mas tarde, en 1991  también gracias al apoyo venezolano llega a la presidencia Jean Bertrand Aristide, ex religioso salesiano, de ideas progresistas,  quien no pudo sobreponerse a los vicios de siglo y medio de corrupción y desorden siendo depuesto en 1993 exiliandose en  Venezuela hasta lograr ser elegido por segunda vez en 2001 durando hasta 2004 cuando fue repuesto gracias a la intervención militar extranjera.

A modo de anécdota que ilustrará lo que sigue, recordamos  que el 11 de marzo de 1988, por encomienda del Presidente Lusinchi el Dr. Enrique Tejera París, que era amigo del entonces Presidente Manigat, y este columnista concurrimos a la oficina presidencial en el Palacio Nacional de Puerto Príncipe. Llevábamos una oferta sencilla y barata para beneficio inmediato de la población haitiana que ya tenía mucha dificultad en conseguir leña para cocinar sus alimentos debido a la incesante y salvaje deforestación de décadas. La oferta consistía en proveer miles de cocinas de kerosene con el objeto de mejorar la calidad de vida del pueblo y detener la deforestación. El presidente Manigat, recién instalado, recibió el proyecto con visible complacencia y se comprometió a ponerlo en práctica inmediata. Las dificultades burocráticas y la “mordida” exigida en todos los niveles hizo imposible materializar la iniciativa y a los pocos meses Manigat era derrocado por su ministro de Defensa un tal general Namphy. Obviamente este es un ejemplo a pequeña escala revelador de la corrupción que siempre había existido y sigue existiendo.

En 2010, “por si fuera poco parió la abuela” con el devastador terremoto del 12 de enero que destruyó la capital y dañó severamente otras partes del territorio causando más de 200.000 muertos. El país solicitó desesperadamente la ayuda mundial, la cual llegó con algo de retardo a excepción de la norteamericana que en pocos días arrimó provisiones, fuerzas para mantener el orden y hospitales flotantes para atender la dramática situación de los heridos. Otros, incluyendo Venezuela, llegaron más tarde y finalmente Naciones Unidas se hizo cargo de la reapertura de los servicios básicos, orden, salud, etc.

No demoró mucho tiempo para que los portavoces de la izquierda mundial trasnochada pusiera el grito en el cielo ante la actitud imperial y colonialista de los EE.UU. Dicho discurso se soportaba en el antecedente de varias intervenciones norteamericanas  desde 1915 (que duró diecinueve años), seguida por la de 1994 y la de 2004 , estas últimas dos ampliamente estigmatizadas por el “progresismo” pese a haber sido  solicitadas y aprobadas por Naciones Unidas.

Hoy el país se ha tornado ingobernable y -pese a ellos- forajido. Las bandas delictuales que han ido tomando el control casi total del área capitalina y otras del interior dominan  sus anchas la escena nacional impidiendo en forma casi absoluta la presencia del Estado donde  ellos operan. El agua, los alimentos y las garantías de supervivencia no existen.  Hasta el Presidente Constitucional de la República Juvenal Moise- fue asesinado en julio de 2021  por unos sicarios colombianos en su propia cama! La policía ha dejado de ser operativa requiriendo   en estos mismos días que el Primer Ministro Ariel Henry viaje a Kenia para solicitar  ayuda con el envío de efectivos de esa nación para mantener el orden. Antes que regresara tuvo que renunciar.

Lo que queda de institucionalidad reclama a la comunidad internacional su intervención humanitaria para proporcionar los  alimentos y  el orden que ya no existen. Mientras tanto, el jefe de las bandas, un tal Barbecue , es quien pone las condiciones. En terminos venezolanos es como si el Tren de Aragua y/o “el Koki” fuesen los interlocutores que representan a un país miembro de la comunidad internacional.

Como es de suponer, los Estados Unidos, en plena campaña electoral y fuerte ambiente de confrontación política interna no están en animo de agregar un problema mas a su recargada agenda (Rusia, Ucrania, OTAN, China, Gaza, cambio climático, etc.) pese a la presión de los grupos de exiliados, especialmente en el sur de Florida,  tan numerosos que en el propio Miami tienen un sector llamado oficialmente  Little Haiti.  Ni Europa que pudiera ser mas solidaria ni la Venezuela de hoy ni Hezbollah, ni Iran, ni Nicaragua, ni  mucho menos Cuba, ni ninguno de los ciento veinte países que dicen militar en el grupo de los No Alineados  (algunos geográficamente cercanos a Haití) se dan por enterados. Apostamos a que una vez llegue el primer envío de alimentos –probablemente norteamericanos– ya saldrán a reclamar violación de soberanía etc. Mire usted por la televisión las escenas del Haití de hoy y luego piense en “soberanía”.

A estas alturas se plantea un dilema de difícil resolución. Es Haití un país viable teniendo en cuenta su historia, su presente y sus escasísimos recursos?  Si la respuesta fuera negativa,  que solución proponen los rojos, rosados y todos los que creen y/o invocan a los pajaritos preñados y/o a los personajes del vudú que aun ocupa importante espacio en la cultura haitiana?

@apsalgueiro1