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Otra verdad incómoda

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Júbilo sin apenas precedentes en el universo de lo ‘sostenible’ tras la cumbre climática de Dubái, con el jeque de esa petroteocracia, anfitrión de la cita, la mar de contento con que se le acabe el negocio (¿) y con el resto de las delegaciones haciendo alharacas por el «histórico» acuerdo alcanzado que supone que, en teoría, los allí presentes (alrededor de 200 países) por primera vez hayan acordado el final de los combustibles sólidos, allá por el 2050… o para cuando recojan la aceituna, que dicen en Jaén para dar largas a algo. No contiene el documento calendario alguno del proceso, ni una guía de cumplimiento progresivo, ni sanciones para aquellos que no cumplan con lo firmado… pero todos salieron de allí contentísimos cual salvadores del planeta Tierra. Casi el que más fue John Kerry, ‘gran pachá del cambio climático’, que estos días refutaba las acusaciones de usar para sus desplazamientos el jet privado de la empresa de su señora, lo que no parece muy sostenible. «Mentiras persistentes» -dijo Kerry- que le persiguen desde que se conocieran informaciones que apuntaban a medio centenar de viajes en jet privado en sus giras mundiales para ejercer la diplomacia verde. Ni Sánchez con el Falcon.

También salió muy contenta de Dubái la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva, que calificó de «conquista» lo acordado en la COP28. Coincide este entusiasmo de Silva con el anuncio del ingreso de Brasil en la OPEP el próximo 1 de enero, lo que deja en anécdota la hipocresía de Kerry y su avión. Brasil extrae unos 3,7 millones de barriles diarios, pero tiene previsto aumentar la producción a 5,4 millones de barriles en 2029, lo que le convertiría en la cuarta potencia petrolera mundial, superando a Rusia. La presencia del ‘ecologista’ Lula en el palacio de Planalto coincide siempre con el rampante despegue de la actividad petrolífera. Antes de su llegada al poder, Brasil apenas exportaba un millón de barriles. Sin que Marina Silva haya dicho nada al respecto, hace solo una semana Petrobras anunció su plan estratégico: unos 102.000 millones de dólares de inversiones hasta 2028, un 31 por ciento más que en el anterior plan quinquenal. La empresa brasileña, en cuyo consejo de administración manda el Estado (es decir, el ‘ecologista’ Lula), proyecta desplegar otras catorce nuevas unidades flotantes de producción, almacenamiento y descarga. Para la exploración, se destinarán unos 7.500 millones de dólares a la búsqueda de nuevos recursos en las cuencas del margen ecuatorial y sureste del país, lo que encaja con la apuesta decidida de Brasil por meterse en el ‘lobby’ mundial del oro negro, dominado por países de un prestigio democrático tan consolidado como Arabia Saudí, Emiratos, Libia, Guinea Ecuatorial o la Venezuela de Maduro.

En realidad, algunos se han pegado en Dubái una refrescante ducha de ‘greenwashing’, puro marketing ideológico al vestirse engañosamente de verde. Pero seguro que Lula resuelve esos ‘problemillas’ de coherencia, otra ‘verdad incómoda’, en la próxima cumbre climática que se celebrará, precisamente, en Brasil. Ya saben, COP29… y me llevo dos.

Artículo publicado en el diario ABC de España

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