Sería injusto
No soy de los que tiende a hacer leña del árbol caído, mucho menos en Venezuela, donde a mi juicio el liderazgo político se ha ganado el respeto y, en muchos casos, la admiración por la entrega y el coraje con que ha enfrentado a la más despiadada tiranía política que ha padecido las Américas. Esta entrega, pese a la crítica y la apertura de un debate que considero urgente, no pretende en ningún caso juzgarlos ni defenestrarlos, sería injusto.
Muchos de nuestros líderes políticos han sido perseguidos, encarcelados y hasta torturados, yo que soy otro perseguido, sólo puedo respetarlos y hasta admirarlos.
La urgencia es otra.
No son magos
Estremecidos como estamos por el inverosímil curso de los acontecimientos históricos, arruinados por una feroz dictadura, estremecidos de pánico por el secuestro nacional a manos de narcotraficantes y terroristas, y desahuciados por la mortal pandemia que persigue al mundo, es comprensible que cualquier liderazgo se resquebraje y diluya. Si en condiciones normales el peliagudo oficio de dirigir gente (ser “dirigente”) es complicado, en las condiciones venezolanas es casi un ejercicio de mago. Muy difícil.
No obstante, la conocida dificultad por dirigir y la obvia frustración popular por la incapacidad para alcanzar la libertad anhelada, hay realidades que no podemos soslayar.
Están ahí, nos abofetean. ¿Despabilamos?
El quiebre del supra poder
El espacio de liderazgo político conocido como el G-4, suerte de supra poder unitario (AD, UNT, PJ y VP) que había mantenido a la variopinta unidad opositora venezolana en el mismo carril, hace aguas. No hace falta estar muy informado para notar los quebrantos de esa instancia. En este punto, es obvio, cada quien anda por su cuenta, recelando entre sí, circulando intrigas, dudas y sospechas, la animosidad es evidente. Es imposible dirigir u operar acciones eficaces si la dirigencia no se entiende o peor aún, se aborrece.
En condiciones normales alcanzar acuerdos políticos entre partidos es complejo, imaginemos en condiciones anormales como la venezolana. Sin acuerdo no hay dirección ni destino.
Andamos sin rumbo.
La laberíntica soledad de Guaidó
El descalabro opositor, la desconfianza y aborrecimiento mutuo en la dirigencia política de primer nivel tiene dos víctimas claras: el pueblo venezolano y el presidente Juan Guaidó, cuyo desafiante coraje se desperdicia. Se le ve solo. Por un lado va el G-4 y su errática dirección política y por otro, Guaidó y un grupo muy minúsculo de admirables diputados. La situación es complicada, sin embargo, pienso que hay solución: una rebelión en la dirigencia de segundo nivel partidista.
Los Pizarro, Smolansky, Olivares, Toledo, Paparoni y Guevara, junto a Guaidó, deben crear una plataforma que idee, planifique, organice y ejecute acciones liberadoras desde otra unidad.
La hostilidad en el primer nivel es insalvable.
La lucha y el sacrificio
El país se desintegra, llega a niveles de caos y enfermedad impensables, ni en las peores pesadillas imaginamos lo que padecemos. El liderazgo alternativo, de segundo y tercer nivel debe unirse y dar un golpe de timón o al menos forzar un cambio de rumbo. Los partidos están perdidos, no perdamos al país. No juzgo al liderazgo opositor porque sé lo que ha luchado y sacrificado, pero sí creo que obliga que sea autocrítico, si no puede más o desea sobreponerse a años de fatiga, debe ceder espacio a otros liderazgos. No podemos seguir así, insisto, necesitamos otra unidad.
Juan Guaidó es el referente internacional de la oposición venezolana, tiene la fuerza y el reconocimiento para liderar un nuevo marco unitario. No tiene opción, es el país el que está en juego.
¿Lo hará?
Cambio de rumbo
La nueva plataforma unitaria de emergencia nacional, la “otra unidad”, además debe ser más representativa del pulso del país, para ello deberá convocar a diálogo permanente a todos los sectores del país: académicos, doctores, enfermeras, transportistas, empresarios, artistas, líderes sociales, deportistas, periodistas, diputados y políticos en el exilio, en fin, todos los agentes que pueden forzar un cambio de dirección al suicida estado de las cosas por el que vamos actualmente. Si un sector de la oposición está agotado (lo cual es comprensible), debe ceder liderazgo para que un relevo sea el que confronte y venza a la tiranía.
Puede haber diferencia de criterio o de visión, pero siempre debe haber unidad de destino. En este momento, hay diferencia de criterio y no hay destino. Otra unidad puede dar un giro insospechado a nuestra agonía histórica y mostrar el destino.
Presidente Guaidó, es la hora urgente del cambio de rumbo.
Lo necesitamos.
@tovarr